Por Manuel Humberto Restrepo Domínguez:
Uribe no logró derrotar a la izquierda, ni exterminar a la
insurgencia, ni obtuvo éxitos con el modelo económico, ni recupero la imagen
del país ante el mundo, pero en cambio derrotó a la derecha y la puso a su
disposición. La metió en los líos más grandes que haya tenido que afrontar. Las
elites acostumbradas a las libertades y el disfrute del capital sin
impedimentos, saben que están a merced del programa de ultraderecha del régimen
Uribe y que si le entregan otra vez el poder quedaran sepultadas para siempre,
sus hijos podrán crecer pero sus opciones de poder no. Cuando repasan sus
balances encuentran que no les jugo limpio en su anterior gobierno, comprometió
a muchos hombres de derecha en asuntos ilegales y luego por virtud de sus
faltas los llevó a prisión, como al empresario Sabas Pretelt, magistrados y numerosos
políticos regionales.
La derecha era experta para solucionar problemas y
mantenerse altiva, sabia salir de las crisis y negociar los asuntos difíciles
del estado. Su última gran crisis de estabilidad y legitimidad la supo superar
con la Asamblea Nacional Constituyente, donde se unieron todos los sectores de
derecha para formular conjuntamente con otros sectores sociales y políticos la
constitución de 1991, que para las dos últimas generaciones de jóvenes son su
único referente de nación, de estado y de política. Los gobiernos de la
constitución (Barco, Belisario, Samper, Pastrana), hicieron lo que las elites
necesitaban para concentrar su riqueza y afianzar su poder. Cuando todo estaba
bien, había opciones de terminar la guerra, pactar la rendición de grupos
ilegales asociados al narcotráfico e inclusive adelantar el desmonte del sector
paramilitar que dudaba en meterse en el narcotráfico, irrumpió en la escena
nacional como un temible destructor Uribe, con un discurso emocional, belicoso
y agitador del odio y la creación de enemigos, que convenció, no a la derecha
si no a la franja electoral que en medio de múltiples necesidades, es modelada
fácilmente.
Uribe derrotó a la
derecha, le cambio las reglas de juego del poder por turnos y delicada selección
de clase, se reeligió con trampa y escandalizó al mundo con crímenes de
responsabilidad suya, debilitó a las elites de derecha y las puso a su
servicio. Pero ya no están cómodas, sus jefes políticos como Gaviria o
Pastrana, no son siquiera respetados y las adhesiones que le ofrecen a Duque,
parecen fruto de su propio interés personal. Para la derecha, Duque no
representa nada, es el simple candidato de turno, inconexo, desconectado de la
verdad, no es un jefe político como si lo es Uribe a quien por ahora le deben
una obediencia que no están dispuestos a ratificar. Cesar Gaviria, es la imagen
del hombre pusilánime, que traicionó al hombre decente, al gentilhombre De la
Calle que se jugó su vida y prestigio en el proceso de paz, con el que la
derecha estaba conforme, Gaviria es solo uno más entre tantos, repudiado por
los jóvenes liberales y mirado con desprecio por los viejos liberales que
sostuvieron en el poder a Samper y aplaudieron
a López, el tío abuelo de Clara López formula del hombre traicionado.
Con Gaviria no hay votos, hay prensa oficial, risas, entrevistas y
manipulaciones.
Tampoco hay grandes electorados que sigan al derrotado
cambio radical, del que no entienden como su líder vicepresidente no logro
vincular el poder de las maquinarias con el electorado de base liberal de las
regiones, aquí las elites prefiere mirar a otro lado antes que entregar sus
banderas a Uribe quien le propicio su derrota, le rapó los votos. Tampoco las
bases conservadoras tienen ya respeto por sus dirigentes, aficionados a los
cargos para ellos y a las grandes sumas del chantaje al poder que nunca llegan
a satisfacer las necesidades de sus electores.
Si Uribe ha hecho algo bien, ha sido derrotar a la derecha.
Y si esta ha hecho algo mal es caer arrodillada a sus pies, en espera de
órdenes para actuar. Sin embrago a la derecha le queda defender su
supervivencia negociando elementos para un gobierno de centro real, que no
encontraría con la ultraderecha que la tiene derrotada. La derecha sabe en su
pragmatismo que sin negociar su proyecto histórico de modernidad liberal, puede
negociar espacios de control institucional, leyes de estabilidad económica, de
propiedad, de recursos regionales por proyectos y de reformas democráticas y
sobre todo sabe que necesita mantenerse viva como clase independiente, libre y
sin las restricciones y acecho del régimen Uribe, para quien ella es su real
enemigo.
Nadie más que la derecha sabe que Duque es un aprendiz, pero
en cambio Ordoñez, Londoño, Plazas Vega, Rito Alejo, Lafourie, son expertos que
no están dispuestos a aceptar principios liberales y ni siquiera reconocerles
su existencia política. La derecha tiene en sus manos, discursos y votos y la
necesidad vital de seguir existiendo y recomponerse o morir para siempre como
proyecto hegemónico si se entrega a la ultraderecha que hará lo imposible para
negarla, invalidarla y empezar a exterminarla. La Colombia humana le da poca
confianza a la derecha, pero sabe quiénes están allí, sabe de las capacidades y
modos de liderazgo y tiene claro que hablar de derechos, justicia social o
defender la humanidad y el planeta no son banderas de izquierda, si no que
históricamente es lo que han promulgado todos los liberales del mundo. La
derecha sabe que estará más cómoda, tranquila y sin prevenciones, si opta por
direccionar su discurso y su potencia electoral hacia la búsqueda de consolidar
el estado de derecho y la democracia del país, no poniéndose en manos de quien
la tiene derrotada, si no trabajando en armonía con la gente de la Colombia
humana. La derecha sabe bien que ni ella ni nadie más cabe en un proyecto de
ultraderecha salvo ellos, solo ellos y nadie más que ellos con todos sus vicios
y desequilibrios mentales y virales.
mrestrepo33@hotmail.com
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