Por Sergio Rodríguez Gelfenstein:
En septiembre de 2014, cuando regresaba de un viaje a Corea,
el Papa Francisco sentenció que: “la tercera guerra mundial ya comenzó, sólo
que se libra en trozos pequeños, en capítulos". A la luz de los
acontecimientos recientes, y de esta afirmación, tal vez se haga necesario
actualizar el tradicional concepto de Clausewitz quien estableció que la
“guerra es la continuación de la política por otros medios”. Vladimir I. Lenin,
agregó que estos medios eran siempre violentos. Clausewitz había afirmado que
se debía entender la guerra como una acción de carácter político, que estaba
sustentada en la enemistad, la violencia y el odio entre partes y que además,
tenía un alto componente de casualidad y de manejo de probabilidades.
En estos términos, en los que se concibe a la guerra como
una acción política, deberían estudiarse y definirse los múltiples enunciados
que se están usando en años recientes (pero sobre todo, desde que Donald Trump
asumió la administración del gobierno de Estados Unidos) y que hacen alusión,
-por ejemplo- a “guerra verbal”, “guerra
económica”, “guerra comercial”, “guerra diplomática”, “guerra mediática” y
“guerra jurídica”, por mencionar algunas de las que más se utilizan.
Por supuesto, como todo fenómeno de carácter político y/o
social, estas modalidades no se manifiestan aisladas una de otra, al contrario,
lo común es que unas y otras estén imbricadas y se desarrollen de manera
simultánea, sin embargo, no deben confundirse con el concepto de “instrumentos”
que son los recursos que se utilizan para llevarlas a cabo.
Trump ha inaugurado una etapa de guerra verbal a través de
las redes sociales, lo cual le permite enmascarar su ignorancia y carencia de
recursos intelectuales para la toma de decisiones. Así, en pocas palabras, da a
conocer sus ideas, insulta a otros líderes y a pueblos enteros, incluyendo a
algunos de sus aliados. Uno de los preferidos, ha sido el presidente mexicano
Enrique Peña Nieto, pero en este caso no ha habido guerra, sino sumisión y
aceptación de los dichos del agresor. En días recientes: dos cachorros
imperiales Benjamín Netanyahu, líder del Estado sionista y Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía
la emprendieron a insultos en los que cada cual acusaba al otro de tener una
calidad genocida superior: el turco, después de decir que su colega sionista
era un “carnicero”, le espetó que “No tenemos la vergüenza de los invasores,
Netanyahu. Eres un invasor y estás presente en aquellas tierras como invasor.
Al mismo tiempo, eres un terrorista", a lo cual el verdugo de Gaza le
respondió: “Él, que ocupa Chipre del Norte y la región kurda, y organiza
carnicerías de civiles en Afrín, no debería sermonearnos sobre la moralidad y
los valores". Están a la vista los “altos principios” de estos líderes y
sus países que se enfrentan en este tipo de guerra.
Pero la pugna más divulgada de los últimos tiempos, es
aquella que confronta el planeta tras recibir los embates comerciales de
Estados Unidos, país que - mientras su economía era boyante, abarcadora y capaz
de penetrar exitosamente y a su favor, todos los mercados del planeta- era el
mayor promotor del libre comercio, se ha transformado en altamente
proteccionista cuando el presidente-empresario se dio cuenta que su nación ha
perdido competitividad científica y tecnológica y ha gastado inútilmente
gigantescos recursos financieros exportando (casi siempre por vía de la
fuerza) la destrucción y la muerte a
todos los rincones del globo, con el objetivo de imponer su modelo de expoliación
capitalista.
Para ello, se vale de todos los recursos, desde la bufonada
que ha dejado en ridículo a los personeros del gobierno británico desmentidos
por sus propios científicos respecto de un ataque ruso que no han podido
probar, hasta las supuestas injerencias del Kremlin en cuanta elección haya en
el mundo, lo cual tampoco han demostrado. Sin embargo, estos han sido los
argumentos para la guerra comercial, la aplicación de sanciones y el incremento
del gasto militar, a fin de intentar apuntalar su economía por esta vía.
En el caso de la guerra económica, comercial y financiera
contra China, que parece ser el objetivo número 1 de Trump en su política
exterior, dados los indudables avances que la potencia asiática ha tenido en
los últimos años, se ve poco probable que la misma conduzca a Estados Unidos al
éxito. Según el economista japonés Takehijo Nakao, presidente del Banco
Asiático de desarrollo, la economía china ha tenido un crecimiento acelerado
que ha llevado al país a de uno de los ingresos per cápita más bajos del mundo
al de uno de renta media-alta, llegando a 2017 con 30 millones de pobres de una
población de 1.380 millones de habitantes, es decir alrededor del 2,2%,
mientras que en Estados Unidos es de 41 millones en una población de 325
millones, equivalente al 12,6%. Según Nakao “China se ha convertido en un líder
en áreas como el comercio electrónico y la economía compartida. La nueva
tecnología y los emprendedores están propulsando el surgimiento de grupos
industriales innovadores". En cuanto a los factores del éxito de China, el
ejecutivo definió a los "motores sociales" como "la clave".
Ante las restricciones que pudieran generar las recientes
medidas adoptadas por el presidente Trump para aplicar nuevos aranceles por
valor de 50 mil millones de dólares a las exportaciones chinas a su país, el
economista estadounidense Joseph Stiglitz afirmó que China tiene mejores
condiciones y posee una mayor gama de instrumentos que Estados Unidos para
enfrentar las perturbaciones económicas que se pudieran generar tras estos
hechos que configuran el inicio de una guerra comercial. Estas acciones,
respaldadas por la “doctrina” Trump en esta materia, que expone que: “las
guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar”, además de poner de relieve
la estupidez característica del inquilino de la Casa Blanca, esconde su gran
ignorancia en el tema.
Según Stiglitz, los sectores de la economía china que
podrían salir perjudicados por las medidas, pueden ser redirigidos por el
Estado a aumentar la demanda interna en áreas deprimidas, toda vez que las
decisiones en materia económica del gobierno chino en los últimos años han
estado orientadas a impulsar este tipo de demanda. El economista opina que
incluso si China cambiara sus políticas comerciales, Washington no podría
solventar el problema que le genera el déficit comercial, porque éste es una
“consecuencia de macroeconomía y Estados Unidos entonces tendrá un déficit más
grande con otros países”. Agregó que su país tiene muchas limitaciones en
cuanto a las medidas correctas que pudiera tomar porque se ha vuelto muy
dependiente de las importaciones de bajo costo. Ejemplificando su afirmación
dijo que si le aplicara aranceles a los artículos textiles chinos, el costo de
la vida aumentaría en Estados Unidos, lo que conducirá a un aumento de las tasas
de interés, volviendo más lenta la economía y creando desempleo. En resumen una nueva guerra perdida.
Mientras tanto, la guerra diplomática de Gran Bretaña con
Rusia, a la que se plegaron 26 países, la mayoría de Europa y que afectó a 153
diplomáticos por cada parte, ha resultado en un total ridículo, toda vez que
además de los contratiempos generados a los 306 funcionarios y sus familias, la
medida no ha tenido ningún impacto, y ya las cancillerías están negociando para
reponer a los diplomáticos expulsados, con otros en los mismos puestos. Un gran
escándalo, innecesario y que comienza a desvanecerse, otra guerra perdida, esta
vez por gobiernos que cada vez más hipotecan su soberanía a favor de Estados
Unidos, que además los obliga a pagar el 2% de su PIB para protegerlos, nadie
sabe de quién, porque las únicas guerras que se han producido en su territorio
en el último siglo y medio han sido gestadas por ellos mismos, por sus
ambiciones colonialistas, imperialistas y de expansión.
sergioro07@hotmail.com
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