Por Carolina Vásquez Araya:
Los ataques de Estados Unidos y sus aliados contra Siria nos
deben poner en alerta.
El presidente Trump destaca por antipático y por generar
rechazo. Pero es importante comprender que la política exterior de Estados
Unidos responde a la estrategia de dominación que ese país ha mantenido durante
más de 200 años. Creada para dominar política y económicamente al planeta, esta
política hoy afecta a Siria, ayer fueron Irak y Afganistán, anteayer República
Dominicana, Cuba, Guatemala, Chile, Argentina, las naciones africanas, Japón y
se podría seguir contando las innumerables “intervenciones” abiertas o
clandestinas ejecutadas por ese país para imponer dictadores dóciles y
sanguinarios.
Siria no es más que una etapa en el dominio pretendido por
esa nebulosa administración estadounidense –Trump solo sigue una línea ya
trazada- demostrando que cualquier oposición será atacada con violencia. Es
importante señalar que Estados Unidos tiene la facilidad para manejar sus
planes con un halo de legitimidad gracias a una prensa plegada a sus intereses
y el concurso de países como Francia y Gran Bretaña, ávidos de poder.
Si creemos que Siria no nos compete, por lejanía,
desconocimiento de la geopolítica actual o por estar más ocupados de nuestros
propios descalabros, es importante ver el cuadro completo y comprender que la
agresión en cualquier punto del planeta es un aviso de lo que podría sucedernos
si intentamos, como Cuba y otros países cercanos, independizarnos del apretado
círculo de influencia del gigante del norte. Hemos de entender la política
mundial de modo integral ante la realidad de que nadie está a salvo de un golpe
de autoridad ante el más tímido intento de subversión, sobre todo si se
pretende convertir a nuestros países en modelos de democracia.
La presencia de Rusia y China en el escenario bélico de
Damasco viene a representar la única defensa de ese país ya devastado por la
guerra. Los intentos de convertir el ataque actual en una herramienta para
apoderarse de la riqueza de Siria, como sucedió con otros países de la región,
chocan contra dos gigantes opuestos a las ambiciones del Departamento de Estado
y sus grandes corporaciones, gigantes que también tienen su agenda en el
territorio. Al final de cuentas, los países menos desarrollados y debilitados
por el intervencionismo de las potencias somos como un bocado apetecible y
difícilmente nos salvamos de ser devorados, tarde o temprano.
En estos días, mientras Estados Unidos bombardea Siria, se
desarrolla la Cumbre de las Américas, cuyo tema central es la corrupción y la
gobernabilidad. En ese contexto Luis Almagro, secretario general de la OEA, no
tuvo empacho en enderezar sus misiles verbales contra Cuba y, en abierta
paradoja, justificar la agresión estadounidense contra Damasco, evidenciando
hasta qué punto ese organismo responde a las políticas de la Casa Blanca en
contradicción con sus principios como ente regional. Eso obliga a repensar en
la enorme vulnerabilidad de América Latina y el Caribe ante la presión ejercida
por Estados Unidos sobre sus gobiernos con la finalidad de mantenerlos
alineados y sumisos, ya que corrupción e ingobernabilidad –temas centrales del
foro- son algunos de los “efectos colaterales” de la intromisión estadounidense
en todos nuestros países.
Para alegar solvencia moral, como pretende, la Casa Blanca
debería aceptar y respetar la voluntad de los pueblos, abandonar las tácticas
intervencionistas en países menos desarrollados, abstenerse de destruir sus
territorios por medio de la explotación ilegítima e irracional de sus recursos
y salir de donde no le corresponde estar. Eso, para empezar.
Mientras Estados Unidos continúe su carrera expansionista,
no habrá paz en el mundo.
elquintopatio@gmail.com
0 comentarios:
Publicar un comentario