Una de las mujeres más avanzadas de su tiempo: la escritora,
ensayista y poeta Margarita Carrera nos lega una letra fuerte y comprometida.
Durante mi vida he tenido el privilegio de compartir con
grandes mujeres, ilustradas intelectuales guatemaltecas cuyo aporte en la
literatura, el arte o la ciencia representa a un sector social de enorme
importancia para el desarrollo de este país. Entre ellas -por supuesto-
Margarita Carrera, por quien sentí una inmediata afinidad. Desafiante y
decidida a romper paradigmas, integró ese grupo de excelencia de las “primeras
mujeres” al obtener su diploma como licenciada en Letras en la Universidad de
San Carlos de Guatemala, primero, y luego al ingresar a la Academia
Guatemalteca de la Lengua dejando su impronta bien marcada en ese cerrado
círculo de intelectuales.
Tal como figura en sus innumerables reseñas biográficas,
Margarita destacó por su trabajo como ensayista y sus propuestas filosóficas
marcaron una ruta de pensamiento que la llevó a producir un importante cuerpo
de obras de gran trascendencia. Sin embargo, su interés por el destino de su
patria marcó también una buena parte de sus letras, publicadas durante años a
través de columnas de opinión en distintos periódicos nacionales. Su novela En
la mirilla del jaguar, biografía
novelada de monseñor Juan Gerardi Conedera –asesinado dos días después de
presentar el informe Guatemala Nunca Más- constituyó una de sus obras más
relevantes.
El acucioso recorrido por la vida y obra de este sacerdote,
cuya dedicación en la defensa de los derechos humanos de la población indígena
le colocó en una de las posiciones más prominentes durante el proceso de paz en
Guatemala, pero también en una de las más vulnerables frente a sectores
adversos, se transformó en una lectura obligada para todos los guatemaltecos
tanto por su importancia histórica como por ilustrar de manera puntual la
dimensión del conflicto social de esta era, sus antecedentes y sus
repercusiones para el futuro de la nación.
Margarita Carrera no fue una mujer dócil ni se ajustó a los
cánones de su tiempo. Esto queda reflejado con precisión en su novela
autobiográfica Sumario del recuerdo, publicada en 2006. Cuando me entregó su
libro autografiado, como solía hacer en un gesto de enorme generosidad, me dijo
“léelo, te va a gustar”. Y no solo me gustó, también me llevó a conocer de un
modo diferente a esta escritora de múltiples facetas. Su sentido del humor, la
avidez con la cual sorbía la vida, su capacidad para retar a su mundo y
lanzarse a las aventuras sin pedir permiso, fueron descritos allí con esa
soltura de pluma reservada a quienes poseen el talento y la audacia para ver la
vida con sus propios ojos.
Margarita hará falta en estas páginas, desde las cuales
realizó grandes aportes en el debate de la vida nacional y en la discusión
filosófica, saltando de una a otra de esas complejas plataformas con total
autoridad. Hará falta, sobre todo, en la poesía de esta tierra de poetas.
Margarita ha dejado un legado literario de lujo para un país cuya población
todavía se debate en la pobreza, en la ausencia de políticas sociales, en
obstáculos para garantizar la educación de la niñez y en un sistema hostil a
los derechos humanos, todos temas abordados por ella. Margarita no estará para
seguir desafiando al mundo desde su mente brillante, pero ha dejado abundante
material para estudiar su pensamiento y trasladarlo hacia las nuevas
generaciones. Su figura frágil, su largo cabello y su sempiterna sonrisa nos
quedan en el recuerdo. Que descanse en paz.
Margarita Carrera fue ejemplo de mujer de vanguardia y dejó
una obra que lo demuestra.
elquintopatio@gmail.com
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