Por Leandro Albani
¿Cuándo escuché, Alina, tu nombre por primera vez? Fue allá
por el 2013, en medio de las montañas de Qandil, cuando nuestro amigo Mehmet me
dijo que tal vez venías. Después de eso, todo fue una incógnita hasta que te
conocí. De vos sólo sabía que eras de Córdoba, ese territorio donde se ondulan
las palabras. También sabía que habías estudiado medicina en Cuba. Con el
tiempo supe que en la tierra del herrero Kawa y de las heroicas mujeres kurdas
te llamabas Lêgerîn.
Ya ni me acuerdo cuándo nos vimos por primera vez. Sé que
estábamos con varias compañeras y compañeros, que nos presentaron, que hablamos
sobre Ale Haddad, y que me preguntaste qué tal la había pasado en Qandil.
Resumí mi fascinación por ese viaje. Sí recuerdo que te comenté que había
conocido a Cemil Bayik, y entonces vos abriste los ojos bien grandes y me
dijiste: “¿Estuviste con Yuma?”. “Sí –te contesté-. Es el señor de la nariz
grande, ¿no?”. Y nos reímos, vos con un poco más de discreción, pero eran risas
al fin.
Charlamos varias veces. En tu último y fugaz paso por
Argentina nos reunimos y te escuchamos contar sobre Rojava, las esperanzas, los
sueños de los kurdos y las kurdas. Te preguntamos de todo. Nos explicaste cómo
estaban tratando de refundar el sistema de salud y te escuché asombrado cuando
me dijiste lo que habías sentido al entrar, con las YPG/YPJ, a algunas de las
aldeas liberadas de ISIS en Raqqa. “Es todo muy loco”, me contaste, con una
frase tan de este sur como vos. “Era todo muy oscuro, una enajenación
terrible”, resumiste sobre lo que habían generado los terroristas de ISIS en
los pueblos que controlaban y que las YPG/YPJ liberaron.
En esos días también nos preguntabas a todos cómo veíamos la
situación, acá en Argentina y en América Latina. Nuestras respuestas oscilaban
entre describir una realidad cruel e injusta, y las esperanzas que se sostienen
en la lucha cotidiana.
En tu último paso por esta tierra del sur del mundo fuimos a
marchas y a charlas; comimos pizza, disfrutamos de los manjares que nos cocinó
Erol mientras discutíamos, festejamos con compañeras y compañeros el Newroz y
disfrutamos de la música y de la voz de Sosin, que había viajado para compartir
con nosotros las más lindas melodías de Kurdistán.
Ayer me avisaron que algo te había pasado. Ayer, 21 de
marzo, cuando todo el pueblo de Kurdistán celebra el Newroz, como lo hicimos
nosotros el año pasado en Buenos Aires. Hoy leo las noticias. Que fue un
accidente de auto, que ibas a Hesekê para seguir organizando un nuevo sistema
de salud que se construye, pese a la guerra, en toda Rojava. Al palo, flaca,
siempre al palo. Desde allá nos dicen que nunca alcanzan los días para cumplir
con todas las tareas de la revolución. Y eso ahora lo entiendo en toda su
magnitud.
¿Qué te voy a decir, Alina? Que con tu lucha sembraste, como
tantos miles en Kurdistán y en el mundo, otra semilla de rebeldía en la tierra
fértil de la revolución. Que no existe la palabra justa y perfecta que resuma
tanta rabia y dolor que ahora sentimos muchos de los que te conocimos. Que lo
único que nos queda a nosotros, los condenados de la tierra, es regar lo que
vos y miles de luchadores y luchadoras siembran todos los días.
Hasta la victoria siempre, compañera…
leandroalbani@gmail.com
0 comentarios:
Publicar un comentario