El cantón kurdo de Afrin sufre desde hace casi dos meses los
masivos bombardeos de Turquía. Ante el silencio internacional, las fuerzas de
autodefensa kurdas y los pueblos de la región sostienen una resistencia pocas
veces vista ante el segundo ejército de la OTAN. ¿Qué buscan Estados Unidos y
Rusia con la entrega de Afrin a Turquía?
¿Cuál es el límite de la voracidad del presidente Recep
Tayyip Erdogan? Por estos días, es difícil arriesgar una respuesta a esa
pregunta. Lo que es claro es que el mandatario turco está decidido a destruir
la experiencia política que los kurdos del norte de Siria llevan adelante desde
hace varios años. Por eso, el 20 de enero ordenó los bombardeos masivos contra
Afrin, cantón kurdo que, hasta hace casi dos meses, era considerado una de las
zonas más seguras y pacíficas de Siria.
En las últimas horas, el cerco sobre la ciudad de Afrin se fue
estrechando, al mismo tiempo que las fuerzas de las Unidades de Protección del
Pueblo (YPG/YPJ) redoblan los combates contra el ejército turco y sus aliados
de Al Qaeda. Aunque en un principio las fuerzas turcas se vieron estancadas en
la frontera, en las semanas posteriores la destrucción generada por los
bombardeos en pueblo y aldeas abrieron el camino para que el segundo ejército
de la OTAN llegara a las puertas de Afrin, donde sobreviven casi un millón de
personas que se niegan a dejar sus tierras. Desde hace varios días, miles de
pobladores de Kobane y Jazira -los otros dos cantones de la Federación
Democráticas del Norte de Siria (FDNS)- arriban a Afrin para solidarizarse y
proteger con sus cuerpos el territorio.
Con la aprobación de Estados Unidos y Rusia, las fuerzas
turcas arrasan todo a su paso, pero también reciben duros golpes de las
YPG/YPJ. El Centro de Prensa de las Fuerzas Democráticas de Sirias (SDF)
publicó un informe en el que confirmó que sólo el lunes pasado 95 miembros del
ejército turco y sus aliados terroristas fueron ultimados en la ciudad de Afrin
y en los distritos de Jindires, Bilbile y Mabeta.
La actual invasión turca tiene varias razones y
consecuencias, muchas de ellas difíciles de predecir. La principal es la
obsesión de Erdogan por dar por tierra al proyecto democrático de los kurdos de
Siria. Organizaciones kurdas, como la Unión de Comunidades de Kurdistán (KCK) o
el Congreso Nacional de Kurdistán (KNK), denunciaron en varias oportunidades
que el objetivo de Turquía en Afrin es consumar una limpieza étnica y cambiar
la demografía de la zona. Erdogan justifica las masacres diciendo que quiere
devolver esas tierras a sus dueños. De esta forma, se confirma el profundo
negacionismo del presidente turco. En el Kurdistán sirio (Rojava) viven
alrededor de dos millones de kurdos, que en estos años lograron construir un
espacio de convivencia y respeto con otros pueblos que habitan la región, como
los árabes, los turcomanos, los asirios y los armenios.
El empoderamiento de las mujeres dentro de la FDNS es otra
razón para que la furia del ejército turco intente barrer Afrin. Para Erdogan,
las mujeres son un simple accesorio de los hombres. El año pasado en un acto
público el mandatario lo dejó en claro cuando dijo que una mujer sin hijos era
apenas media mujer. El cuestionamiento al patriarcado y al capitalismo que
denuncian las mujeres del norte de Siria y la construcción de organizaciones e
instituciones autónomas dirigidas por ellas mismas es un fenómeno inaceptable
para Erdogan.
Entre las consecuencias de la invasión se encuentra el
resurgimiento de los grupos terroristas en la zona. No sólo que el Estado turco
invade Afrin acompañado por elementos de Al Qaeda y remanentes de ISIS, sino
que su presencia militar en Siria le da aire a los mercenarios para reagruparse
y hacer pie en el terreno. El periodista británico Patrick Cockburn,
corresponsal de The Independent desde el norte de Siria, alertó que en
provincias como Deir Ezzor y Raqqa ya se observa la reorganización de ISIS,
situación que las grandes potencias conocen aunque se mantienen al margen. Que
ISIS comience su resurgimiento cuando estaba prácticamente derrotado en Siria e
Irak se debe, en buena medida, a que las SDF iniciaron el traslado de sus
combatientes desde Deir Ezzor y Raqqa hacia Afrin, para sumarse a la lucha
contra Turquía. Y también se debe a la inmovilidad de las potencias
internacionales que, por lo visto, están más preocupadas en definir cómo se
repartirá el territorio sirio. Cockburn además apuntó que mientras los líderes
mundiales se conmueven por lo que sucede en Ghouta Oriental, en las cercanías
de Damasco, rechazan posar sus ojos en el sufrimiento que vive la población de
Afrin.
Por su parte, las tropas de Estados Unidos –país que apoyaba
con armamento a los kurdos- siguen estacionadas en la ciudad de Manbij, a pocos
kilómetros de Afrin. En esa localidad, liberada por las SDF luego de varios
años de sometimiento por parte de ISIS, se calcula que se encuentran dos mil
soldados estadounidenses. El gobierno turco había anunciado con anticipación
que luego de tomar Afrin, Manbij sería la próxima parada. El martes, el
canciller turco Mevlüt Cavusoglu confirmó que el objetivo es que Estados Unidos
y Turquía “aseguren” Manbij luego de derrotar a las YPG/YPJ.
“Cuando las YPG se retiren de Manbij, los soldados turcos y
estadounidenses se acantonarán allí. Supervisaremos la retirada de las YPG.
EEUU y Turquía asegurarán la seguridad de Manbij. Primero aplicaremos este
modelo en Manbij, y luego en otras regiones. Este modelo será válido tanto para
Raqqa y el este del río Éufrates como para las zonas controladas por las YPG”,
explicó Cavusoglu. El modelo del que habla el canciller turco es infectar esas
regiones de terroristas de ISIS y Al Qaeda y, aunque suene descabellado, anexar
esos territorios a Turquía. Por supuesto que esto no sucederá en pocos días,
pero sí se puede avizorar que si el ejército turco avanza hasta donde desea
Erdogan su presencia en Siria podría extenderse por varios años.
La masacre de Turquía en Afrin continúa y para las fuerzas
en conflicto -ya sean Washington y Moscú, pero también Europa, Damasco, Ankara
y Teherán-, los asesinatos cometidos por soldados turcos y mercenarios son
parte de un juego geoestratégico que le da la espalda a los pobladores de la
región kurda. Según las últimas cifras brindadas por el Consejo de Salud del
Afrin, durante 52 días de bombardeos 232 civiles fueron asesinados, entre ellos
35 niños y 29 mujeres, mientras que 668 pobladores fueron heridos, incluidos 90
niños y 100 mujeres. La Media Luna Roja Kurda (Heyva Sor A Kurd) afirmó que los
civiles muertos son aún mayores ya que no pudieron alcanzar y recuperar algunos
cuerpos debido a la intensidad de los ataques turcos.
Tal vez cuando este artículo sea leído el ejército turco ya
se encuentre en el centro de la ciudad de Afrin, desplegando una masacre
planificada y sostenida por la impunidad que le brindan sus socios
internacionales. Si esto sucede, también observaremos el recrudecimiento de la
resistencia encabezada por las YPG/YPJ, sostenida por los kurdos y los pueblos
de otras nacionalidades que conviven en el norte de Siria. Los pueblos que hoy
son víctimas de las bombas turcas saben que la tierra que los vio nacer no va a
ser entregada al mejor postor.
leandroalbani@gmail.com
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