Por Sergio Rodríguez Gelfenstein:
Los medios de comunicación internacional divulgaron con
mucha estridencia que el viaje del Secretario de Estado Rex Tillerson a América
Latina y el Caribe, fue diseñado para poner de acuerdo a la región en contra de
Venezuela y poner presión a Caracas a través del incremento de las sanciones
económicas, aunque también Tillerson se proponía pulsar el sentir de los
gobernantes de la región para logar un apoyo a Estados Unidos y Colombia en su
afán de producir una agresión militar contra Venezuela. Por eso, visitó a
algunos de sus más cercanos aliados, sobre todo aquellos que han sido
particularmente agresivos contra Venezuela.
La estadía en Jamaica, un cercano cófrade de Estados Unidos en el
Caribe, perseguía el objetivo de atraer a los pequeños países de la Cuenca, que
hasta ahora han resistido con firmeza y decisión, amenazas de todo tipo
provenientes de Estados Unidos para que cesen su apoyo a Venezuela. Si en lo
político, Jamaica era el país menos importante en la gira de Tillerson, en
términos diplomáticos, fue el propósito más preciado del viaje del Secretario
de Estado.
Sin embargo, en los hechos (así lo hizo saber el propio
Tillerson antes de comenzar su periplo), el objetivo de su largo desplazamiento
a la región era contrarrestar la creciente presencia de Rusia y China en
América Latina y el Caribe, que se ha manifestado a través de una nutrida y
progresiva agenda de cooperación. No es casual que la gira de Tillerson se
produzca casi inmediatamente después de la realización del II Foro ministerial
China-CELAC en Santiago de Chile con la presencia del canciller Wang Yi.
En este marco, el objetivo táctico de la visita fue
Venezuela. En esa lógica, y como manifestación de su desprecio por los países
caribeños, México significaba la posibilidad de saber cuánto petróleo podía
aportar para “comprar” a los gobernantes de esas naciones insulares, a fin de
“liberarlos de la obligación” de seguir recibiendo petróleo venezolano y poder
seguir intentando la vía diplomática de cara a la VII Cumbre de las Américas a realizarse
en Lima, en abril próximo. El mismo designio perseguía su pasada por Perú, país
en el que su presidente en alianza con el partido del ex dictador Fujimori,
servirán de anfitriones a dicha reunión, en que una vez más se buscará expulsar
a Venezuela del sistema panamericano. Argentina, fue objeto de inspección por
Tillerson, a fin de asegurar que asumiera la responsabilidad de conducción
política de la agresión, ante la inminente (esta si es inminente) salida de
Bachelet y Heraldo, quienes jugaban ese rol hasta ahora, ante la convicción
estadounidense de que Piñera, su canciller Ampuero y el gabinete pinochetista
que tomará las riendas de Chile, no tienen capacidad para liderar la arremetida
contra Venezuela.
Así como Jamaica era la escala más importante en términos
diplomáticos de la gira de Tillerson, en términos operativos, Colombia fue la
parada más transcendental a fin de ultimar detalles para la agresión. A las
pruebas me remito.
Si aceptamos la conocida máxima de Von Clausewitz de que “la
guerra es la continuación de la política por otros medios” a la que Lenin le
agregara “…por medios violentos”, tendríamos que afirmar que como se dice en
términos militares: “la orden de combate fue dada”. Desde Colombia, (no se sabe
si Santos o el mismo Tillerson), ordenaron a la oposición venezolana que no
firmara el acuerdo al que había llegado con el gobierno en Santo Domingo,
teniendo como testigos al presidente dominicano Danilo Medina y al ex
presidente español José Luis Rodríguez Zapatero. Vistas así las cosas,
tendríamos que aceptar que cuando Santos, Macri y otros adláteres vociferan que
no reconocerán los resultados de las elecciones venezolanas, le están diciendo
a la oposición que aunque ellos ganaran, no serán reconocidos, porque el único
camino que aceptarán es el de la guerra. De ahí, la orden de no firmar el
acuerdo.
La preparación de la guerra ya comenzó. En el Catatumbo,
región del Departamento del Norte de Santander, fronterizo con Venezuela,
específicamente en las poblaciones de Tibú y el Tarra, los grupos armados
ilegales han tomado el control de la seguridad, sin que el ejército, la policía
o las instituciones del Estado hagan nada por evitarlo, como lo han denunciado
las propias víctimas de estas bandas armadas. Estos grupos terroristas han
aprovechado la desaparición del Frente 33 de las FARC que operaba en esa zona,
para realizar sus acciones con total impunidad. Por su parte, en Villa del
Rosario, en el mismo departamento, el grupo armado “Los Pelusos” y las
autodenominadas Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) combaten en la
búsqueda de tomar el control de seis barrios (Galán, La Palmita, Pueblito
Español, Montevideo, Primero de Mayo y San José) de esta ciudad de 90 mil
habitantes, en donde se han desplegado para preparar la invasión a Venezuela a
ojos vista del ejército y las autoridades del Estado colombiano.
En la propia Cúcuta,
en ocho de las diez comunas que conforman el casco urbano de la ciudad
existe presencia de bandas armadas. Así mismo, los paramilitares tienen áreas
bajo control en Los Patios, Villa del Rosario, San Cayetano, La Parada, Juan
Frío, la Uchema, Palo Gordo y Ragonvalia y Puerto Santander, bajo el mando de
“Cochas” alias de Luis Jesús Escamilla Melo, jefe del Ejército Paramilitar del
Norte de Santander (EPN). También en la ciudad fronteriza operan Los Rastrojos.
En Venezuela ya tiene representación en Llano Jorge y San Antonio del Táchira.
A pesar de los ingentes llamados de la ciudadanía al gobierno nacional, a los
gobiernos regionales y municipales, las autoridades sospechosamente se hacen
“de la vista gorda” ante tan evidente afectación a la ciudadanía y amenaza
contra Venezuela.
Junto a ello, se han observado movilizaciones en las bases
militares estadounidenses en Colombia y la llegada de un contingente de 415
miembros de la fuerza aérea de Estados Unidos a Panamá, que arribaron de manera
ilegal al país, aún antes de que ese gobierno autorizara su presencia en el
país como denunciara el analista político panameño Marco A. Gandásegui h.; así
mismo, se debe considerar como parte de estos preparativos, fueron realizadas
las maniobras navales Tradewinds 2017 en junio del año pasado en Barbados a
menos de 1.100 km. del litoral venezolano y los ejercicios militares
AmazonLog17 en la Amazonía brasileña con participación de tropas de ese país,
además de Colombia y Perú, en noviembre del año pasado, a tan solo 700 km. de
la frontera con Venezuela.
La más elemental teoría muestra que independientemente de
las características de una agresión militar extranjera, el éxito depende de la
existencia de un frente interno. Así fue en Afganistán, Irak y Libia. En Yemen
no lo tenían y debieron contratar mercenarios que hicieran la guerra,
casualmente el mayor reclutamiento se produjo en Chile (de ex miembros de las
fuerzas represivas de Pinochet) y de Colombia (de integrantes de la multitud de
grupos paramilitares que pululan en ese país). El problema es que en Venezuela,
Estados Unidos no ha podido construir ese frente interno necesario. Nadie se
imagina a Henry Ramos Allup, Julio Borges o Henrique Capriles comandando tropas
desde la clandestinidad o desde alguna montaña del territorio nacional. Por
eso, auparon a Óscar Pérez quien debió jugar ese papel, que la incapacidad de
los líderes de la oposición no pudo asumir. Quienes no fueron capaces de
dirigir la movilización contra el gobierno, ni conducir un parlamento
democrático, tampoco llevar la insurrección en las calles a la victoria, mucho
menos atraer a un sector de la fuerza armada para sus oscuros designios,
difícilmente podrá regir los destinos de un contingente bélico.
Esa es la responsabilidad que el canciller imperial le ha
dado a Santos, a la oligarquía colombiana y a su gobierno. Antes, en tiempos de
Obama, le ordenaron hacer la paz con las FARC para desmovilizar a la única
fuerza militar junto al ELN que podían haber contrarrestado las acciones
armadas del ejército paramilitar protegido por Uribe y Santos.
Sin embargo, el show había comenzado antes de la llegada de
Tillerson a Bogotá: ya en noviembre del año pasado Lorenzo Mendoza estuvo en
esa ciudad, un mes después la ex fiscal Luisa Ortega, su marido, un tal Ferrer,
la “dirigente sindical” Marcela Máspero y los “magistrados” embarcados por
Ramos Allup y Borges, que hormiguean por el mundo buscando qué hacer y cómo
sobrevivir, se reunieron también en Bogotá antes de fin de año para intentar
dar soporte jurídico a la invasión. Un mes más tarde conocidos personajes de la
oposición venezolana viajaron a Bogotá y en la localidad de Usaquén se
reunieron con grupos de venezolanos radicales que se concentran en ese lugar,
con apoyo de las autoridades colombianas. Así mismo, el ministro de Hacienda de
Colombia Mauricio Cárdenas dijo en Davos, Suiza, –una vez más- que la caída de
Maduro era inminente y habló de la necesidad de un plan económico para
enfrentar la situación. Este es el mismo ministro, del mismo gobierno que no ha
hecho nada para solucionar el problema de los 8 millones de desplazados y re
desplazados de su país, tampoco ha dado respuesta a la reconstrucción de la
ciudad de Mocoa, capital del departamento del Putumayo, casi un año después de
la tragedia que la devastó.
En el mismo orden, Monseñor Héctor Fabio Henao, secretario
nacional de la Pastoral Social de Colombia y miembro del mismo partido político
que conforma la Conferencia Episcopal Venezolana, quienes bajo dirección del
cardenal Parolin hacen oposición al Papa Francisco en el Vaticano, monta su
trama de “ayuda humanitaria” a Venezuela, sin mencionar a los miles de niños
wayúu que mueren cotidianamente por desnutrición, a los cientos de activistas
sociales y de derechos humanos asesinados en las últimas semanas en Colombia,
el último de los cuales Temístocles Machado conmovió al país por su liderazgo y
lealtad con su comunidad. Tampoco habla Henao y su mentor Santos de los
maltratos a los colombianos que quieren regresar desde Venezuela a su país y
que son segregados y lastimados por haber aceptado tener también la ciudadanía
venezolana.
Mientras Colombia se cae a pedazos, con un desempleo que
está a punto de llegar al 10%; un virtual paro de la educación en los próximos
días; el desplome del puente de Chirajara que se cayó, aún siendo el proyecto
ganador del premio nacional de ingeniería, pero ante lo cual nadie dirá nada, a
pesar que 9 inocentes ciudadanos
colombianos fallecieron, porque fue construido por Coviandes, una empresa
propiedad de Carlos Sarmiento Angulo el mayor millonario del país; y cuando un alto, muy alto personaje del
país, (tal alto que se dice que si llega a caer, se estremecerá el país entero)
se protege cobarde e impunemente en su investidura, tras la denuncia de
violación hecha en su contra por una conocida periodista, Santos está
preocupado de Venezuela. Lo cierto es que su partido desapareció, no tiene
candidato y no sabe que va a hacer para garantizar impunidad ante el desastre
que se avecina…mejor dicho si sabe: piensa limpiar sus culpas, dirigiendo el
ataque contra Venezuela para buscar indulgencias en el norte. Le queda tiempo
hasta el 10 de agosto. Hay que impedirlo, ¡el pueblo venezolano lo
impedirá!
sergioro07@hotmail.com
Este Santos.es lo mas vil.como presidente que ha tenido Colombia.este hombre con cara de gato.no sirve para nada.el dia que estuvo Tillerson alla.en Bogota.casi que le rompe las bolas a este ultimo.del jalon que le dio,
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