Por Homar Garcés:
Qiao Liang y Wang Xiangsui, oficiales de la Fuerza Aérea del
Ejército Popular de Liberación de China, han definido en su libro “La Guerra
Irrestricta” (Unrestricted War), publicado en 1999, los nuevos ámbitos en que
se desarrolla la guerra en el mundo contemporáneo como fenómeno social,
reduciendo significativamente, como elemento central, la utilización rigurosa
de instrumentos militares convencionales, lo cual termina por rebasar el marco
de las leyes vigentes y el axioma de la guerra perpetuado por Carl Von
Clausewitz.
Ellos explican que «mientras que estamos viendo una
reducción relativa de la violencia militar, al mismo tiempo, definitivamente
estamos viendo un aumento de la violencia en los ámbitos político, económico y
tecnológico». Según este diagnóstico, la violencia dejó de referirse
estrictamente al odio, el uso de la fuerza física y las muertes provocadas por
armas de cualquier tipo. Ahora, como sucede en diversas latitudes, ésta se
evidencia a través de la desinformación inducida (también conocida como pos
verdad), la militarización de la vida civil y política, el dominio (directo e
indirecto) de algunos espacios estratégicos de un determinado país, como la
economía y los recursos básicos (mediante la alteración de su valor en el
mercado), la aplicación de las leyes estadounidenses y, por consiguiente, la
negación de la soberanía nacional para el resto del planeta.
Tempranamente, al darse a conocer públicamente la obra en
que asentaron sus ideas, Qiao Liang afirmó que «la primera regla de la guerra
irrestricta es que no hay reglas, nada está prohibido». Ya la guerra, en este
sentido, adquiere -como teoría- novedosos e inesperados matices, sobre todo,
luego de producirse la demolición de las Torres Gemelas de Nueva York que,
sirviéndole de excusa al gobierno de George W. Bush, precipitó una escalada
guerrerista por parte de Estados Unidos visible, primordialmente en la región
del Medio Oriente.
En el contexto de la geopolítica mundial actual, con poderes
fácticos supranacionales que comprometen gravemente la estabilidad política,
social y económica de las naciones, además de su soberanía territorial, se
ponen en juego todos los medios disponibles y utilizables, militares y no
militares, lo que complica la tipificación de las agresiones contra una nación
o un gobierno, dando por descartada cualquier consideración de índole moral y
ética. Como lo revelara hace siglos el general y estratega militar chino Sun
Tzu en su obra “El Arte de la Guerra”, «no existen en la guerra condiciones
permanentes… en el arte de la guerra no existen reglas fijas. Las reglas se
establecen conforme con las circunstancias»”.
En estas circunstancias, en la guerra sin restricciones se
amalgaman lo político y lo militar con lo económico, lo tecno-científico y lo
cultural, sin que exista, prácticamente, ninguna separación entre estos
elementos. La guerra, así, se convierte en algo polimorfo, abarcando -de manera
aislada y/o sincrónica- una serie de estratagemas psicológicas, informáticas,
políticas, diplomáticas y militares, a fin de obtener los efectos apetecidos,
es decir, el desequilibrio y la eventual derrota del enemigo. Para ello será un
asunto fundamental un acoplamiento multidimensional y una sincronización
fundada en la gestión de la información. Esto, obviamente, altera todo dogma
conocido de la guerra. El campo de batalla no es, como antes, el escenario
donde dos ejércitos contienden entre sí en procura de una victoria total de uno
sobre el otro. Éste se ha extendido hacia múltiples dimensiones, incluida la
mente humana. Como lo sentencian Qiao Liang y Wang Xiangsui, «todos los
conceptos prevalecientes sobre la amplitud, profundidad y altura del espacio
operativo ya parecen estar pasadas de moda y obsoletas. A raíz de la expansión
del poder de la imaginación de la humanidad y su habilidad para dominar la
tecnología, la batalla se está estirando hasta el límite».
Cuando Estados Unidos (junto a sus socios de la Organización
del Tratado del Atlántico Norte) busca salvaguardar de Rusia y China la
hegemonía global que alcanzara tras la Segunda Guerra Mundial y el colapso de
la Unión Soviética, representa un imperativo descubrir, estudiar y combatir la
clase de beligerancia soterrada que éste lleva a cabo contra algunas naciones y
gobiernos, en beneficio exclusivos de sus intereses geopolíticos. A la vista de
todos y sin que nadie se perturbe mucho por ello.-
mandingarebelde@gmail.com
0 comentarios:
Publicar un comentario