Por Rolando Prudencio Briancon:
¿Es la democracia una realidad dada, preexistente -a decir
del filósofo alemán Martin Heidegger, estudioso de la ontología del Ser- sin
que pueda cualitativamente ser más perfectible de lo que es, y; más aún si la
democracia en su ser, en su esencia, en su razón de ser, ha sido secuestrada
para servir a los intereses de los poderosos?
La domesticación del dogma de la democracia liberal
-esencialmente representativa- se ha convertido en un totalitario tabú,
incuestionable e infranqueable para la razón, para comenzar a convertir en la
piedra de choque para ese dogma democrático, que ante el avance de esas
corrientes políticas progresistas en el Continente Latinoamericano, han
comenzado a cuestionar; no la esencia, la naturaleza, el fondo de lo que es la
democracia; sino la forma, el método, el medio con el que esos gobiernos han
llegado al poder, lo que devalúa desde ya
Se ha convertido un comentario común señalar que los
gobiernos progresistas -“populistas” desdeñosamente los llaman- una vez que han
llegado al poder en base a procedimientos democráticos formales, comienzan a
desconocer al sistema que les permitió llegar al poder, como sugiriendo una
deslealtad con la democracia al desconocer su esencia liberal representativa.
Pero en el fondo no se trata de una deslealtad con la
democracia, sino el dotarle de mayor profundidad a su razón de ser, pues es una
inclinación innata en el ser humano la inconformidad, ya que básicamente busca
la verdad, la autenticidad, en éste caso el del alcance real de la Democracia,
que el teórico de lo que es el dogma democrático formal.
La búsqueda de la democracia después de la democracia, está
poniendo en entredicho lo que hasta antes la democracia formal había fosilizado
el sentido común de lo que debería; o a lo que debería tenderse cada vez más,
convirtiendo el concepto de democracia en verbo vivo, y no en un doctoral
dogma; sólo reservado para quienes la han modelado a sus intereses de clase.
prudenprusiano@gmail.com
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