Por Manuel Humberto Restrepo Domínguez:
No puede llamarse
izquierda, al menos bajo sus originarios principios, ninguna formación política
que pretenda impedir a un pueblo su libre determinación, con el argumento de
defender la unidad de un territorio. Paradójicamente, en la sesión
extraordinaria del 21 de octubre, el PSOE señaló que, como sea, no permitirá la
declaración de independencia de Cataluña, entre otras porque las empresas se
irán y se perderán puestos de trabajo, olvidando que la autodeterminación es
parte del patrimonio de comunistas y socialistas, como también lo es, edificar
sobre la memoria de luchas y conquistas, resistencias y ansias de libertad,
privilegiando el uso de herramientas de la política para defender sus posturas,
antes que acudir a la estrategia de utilizar el derecho como instrumento de
venganza.
No son tiempos en los que la izquierda pueda corresponder al
interés de un único grupo o sector, la realidad tiene matices, no izquierdas
únicas. El mundo es plural, heterogéneo, diverso, dejó de ser absoluto gracias
justamente a las luchas de los pueblos, unas veces armadas, otras civiles, unas
por independencia, otras por soberanía, pero todas con un común denominador de
dignidad.
El 21 de octubre, según se escucha en las calles catalanas,
ha ocurrido el peor ataque a la democracia Española, de la mano del PP (de
Aznar y Rajoy) el mismo que un día envió tropas a invadir a oriente medio
secundando la mentira de las armas destrucción masiva y que abrió el camino a
las exposiciones públicas del Opus Dei, la falange y las visitas oficiales de
reconocidos dictadores africanos. Del PP nada está bajo sospecha, pero
desconcierta que a su lado vaya el PSOE, cuyos actos indican que adentro tiene
mucho peso la base sostenida con la agenda de derecha. PP y PSOE dan muestras
de que lo esencial no es la defensa de la unidad del territorio español, ni la
construcción de un destino común forjado entre iguales que debaten y se
respetan mutuamente, si no los negocios, las empresas, la estabilidad del
capital y la defensa de su espacio mercantil en la Unión Europea y están
dispuestos a repetir el libreto de la democracia de mercado y lo harán una y
más veces, contra Cataluña, el país Vasco o Andalucía, poco importa cómo,
cuándo o contra quien.
Ya señalaba Marx, -de cuyas señas abomina la llamada
izquierda anticesesionista y que quisieran eliminar el PP y Ciudadanos-, que
“La gran industria ha ligado los unos a los otros... unido en un solo mercado
mundial todos los pequeños mercados, ha preparado por doquier el terreno para
la civilización y el progreso y ha hecho las cosas de tal manera que todo lo
que se realiza en los países civilizados debe necesariamente repercutir en todos
los demás, por tanto, si los obreros de Inglaterra o de Francia se liberan
ahora, ello debe suscitar revoluciones en todos los demás países, revoluciones
que tarde o temprano culminaran también allí en la liberación de los obreros”.
Para la derecha sin principios, la izquierda sin obreros y la monarquía sin
sentido en democracia, el temor es justamente ese: que Cataluña que se siente
mal sumada, metida a la fuerza en una red de la que quiere escapar tratando de
alcanzar su libertad e independencia, extienda su conquista a otras naciones
Europeas, como ocurre ahora en medio de una confluencia de pequeñas burguesías,
desempleados, trabajadores o jóvenes, que movilizados por miles y miles,
inundan las calles en resistencia de manera consciente, informada y critica
coincidiendo en querer vivir de otra manera, libres de ataduras y amenazas. Se
puede ver que las calles no están tomadas por burócratas, independistas de
oficio o resentidos contra el rey o las tradiciones, es un pueblo en rebeldía
que ni esta polarizado, ni levantado por capricho, y no alcanzarán las cárceles
prometidas, ni las interpretaciones vacías de principios democráticos para
desmoralizar, que anuncian sin pudor los anti demócratas que hablan en nombre
de la democracia.
El estado democrático, configurado en 1978, ha muerto, según
sentencia la realidad. Las voces del rey, del presidente del gobierno y de la
izquierda del PSOE, hablan con la misma voz, acorazados entre interpretaciones
jurídicas y amenazas de cárcel, destitución y persecución a todo proyecto
federalista o de independencia. Las imágenes, que llegan de Cataluña, muestran
a cientos de miles de personas en las calles, gritando libertad y reclamando
independencia, es evidente que no son unos pocos despistados, rebeldes sin causa
o espontáneos en busca de titulares de prensa. Es un pueblo, una nación
reclamando independencia. Cataluña toda y Barcelona en particular, han sido
presentados como tierra de libertad, modernidad, imaginación,
multiculturalidad, artes, letras, arquitectura, es la ciudad gótica que el
mundo aprendió a conocer, visitar y querer.
No coinciden los ecos de la izquierda anunciando que no
había nada más respetable que la decisión soberana de un pueblo, a propósito de
la separación de cada una de las repúblicas socialistas soviéticas, y en la
misma dirección la del imaginario de decenas de obeliscos para recordar las
gestas de libertad, con la de hoy negando para los suyos esa misma libertad
proclamada para otros. ¿Acaso les asusta perder un electorado, poner en retirada
a los financistas globales o chocar con la casa real? ¿Ya no soportan el
espíritu libre o más grave aún la dignidad de un pueblo? Ninguna izquierda
puede olvidar que la mayor violación de derechos humanos que se pueda provocar
hoy, es impedirle a un pueblo que realice su dignidad.
El triunfo de la igualdad burguesa ante la ley y el
reconocimiento legislativo de la libre competencia parece unir intereses para
impedir el reclamo de independencia y renovar el saludo de ¡larga vida al rey¡
El 21 de octubre, por lo que se ve en los medios, parece romper no la unidad,
sino más bien revelar la homogeneidad impuesta para salir del franquismo, pero
que a falta de continuidad y preocupación para hacer realidad la
plurinacionalidad y la diferencia sucumbió a la comodidad de la derecha para
sobreponer una lengua, un destino y gobiernos de mayorías aplastando minorías.
Por fortuna la España de hoy, no es la misma de la que salieron los invasores
que inundaron a américa de crueldad y avaricia, esa es una razón suficiente
para creer que el espíritu de la independencia no será manchado con la sangre
del pueblo Catalán en rebeldía.
mrestrepo33@hotmail.com
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