Por Rolando Prudencio Briancon:
Venezuela se ha convertido en una contagiosa trinchera para
defenderla, y de la que cualquier latinoamericano, por el legado del libertador
no puede dejar de hacerlo. Incluso, más allá de defenderla por una cuestión de
dignidad, deberíamos hacerlo por una cuestión solidaridad, toda vez que varios
países de Latinoamérica -Argentina entre una de ellas- han sido beneficiados
por la solidaridad del extinto comandante Chávez que se compró las deudas del
Estado argentino.
Desde luego que nadie va pedir que Santos saque cara por
Venezuela, pero sí para que por lo menos se respete la decisión de los
venezolanos de sortear soberanamente su crisis a través de la Constituyente.
Qué Santos hubiera querido que la solución se dé por vía de la violencia, es
hoy ya historia, pues ahora el pueblo venezolano se ha pacificado, y se ha
enrumbado en la dirección dialéctica de que sea a través de la Constituyente
que sortee la crisis; y a la que hasta la propia oposición ha optado por
sumarse para ponerle el hombro al país.
Es en esa sentimentalidad sentido que en las parabólicas palabras
de del presidente Santos: “Nos duele Venezuela, nos duele la destrucción
paulatina de su democracia, nos duelen los presos políticos”, el melodramático
mensaje de Santos, pone en entredicho; no el sentido semántico de lo que como
concepto abstracto es la democracia; sino lo que ya en un sentido real es la
democracia, la misma que hoy es una vigorosa vivencia en Venezuela, con la
vigencia de la Constituyente.
Lo patético de las palabras de Santos, es que de refilón se
refiere a la liberación de los presos políticos, cuando en los hechos se ha
dado el caso de Leopoldo López quien ha
sido liberado por los delitos de lesa humanidad. Qué a raíz de la intentona
golpista de hace poco más de un mes existan nuevos detenidos, era algo
inevitable de que se dé, pues las acciones violentas tienen sus responsables,
quienes deberán pagar por sus actos, pues sin esos presos a los que
hipócritamente se los llama “políticos”, la violencia seguiría vivita y
coleando en Venezuela.
Santos, aparte de sumisamente someter la soberanía
colombiana al imperio -que es lo
que “nos duele” también ya que tiene siete bases militares yanquis instaladas
en su territorio, acordado entre Uribe y Obama el 2009-; hoy el premio Nobel de la Paz está detrás de
ofrendar en bandeja de plata al plutócrata de Trump: el oro negro
venezolano.
prudenprusiano@gmail.com
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