Por Gerardo Fernández Noroña
El día 30 de julio, 8.089,320 venezolanos y venezolanas
acudieron a las urnas para elegir 545 integrantes de una Asamblea Nacional
Constituyente (ANC). En sentido estricto, eligieron 537, pues 8 más serán
elegidos en un par de días por las comunidades indígenas. De estos 537, 364 se
eligieron territorialmente, es decir tomando a los municipios como base y, 173
se eligieron sectorialmente: pensionados, estudiantes, empresarios,
trabajadores y un largo etc.
La Asamblea Nacional Constituyente está por encima de todo
poder constituido en Venezuela. Está contemplado en la Constitución venezolana que
ésta puede ser convocada por el presidente de la República, por la Asamblea
Nacional, por la ciudadanía. No se requiere un referéndum para autorizar su
convocatoria, pero si se requiere someter a referéndum las reformas
constitucionales o la nueva constitución, si fuese el caso, aprobada por la ANC.
Las candidaturas se presentaron de madera individual y por
planillas, en el caso sectorial y en los municipios con más de un asambleísta a
elegir. Ningún partido político participó como tal en las elecciones de los y
las integrantes a la ANC.
Con la elección de ayer, el Consejo Nacional Electoral ha
organizado 21 elecciones desde que inició la revolución bolivariana. Jimmy
Carter, al que nadie podrá tachar de chavista, declaró que el mejor sistema
electoral en el mundo, es el venezolano. Yo no sé si sea el mejor, pero es el
mejor que yo conozca. Claro, comparado con el sistema electoral mexicano,
cualquier sistema electoral lo supera, pero no lo comparo con el sistema en
México, sino con sistemas electorales de otros países, Estados Unidos y Europa
incluidos.
El votante se identifica al llegar al centro de votación. Se
busca en las listas y accede a la mesa de votación que le corresponde. Ya en la
mesa de votación, se vuelve a identificar y es su huella digital la que le da
acceso a la máquina de votación. Emite su voto de manera electrónica y la
máquina le da un comprobante en papel con el sentido de su voto. El votante
comprueba que el comprobante contenga correctamente el sentido de su votación y
lo deposita en una urna.
Al cierre de la mesa de votación se envía los votos emitidos
electrónicamente al Consejo Nacional Electoral y se recuentan los votos en
físico en más de la mitad de las mesas de votación instaladas (ésta es una de
la casi decena de auditorías que se aplican al sistema electoral venezolano).
En todos los procesos desarrollados en Venezuela durante la
revolución bolivariana, invariablemente coinciden de manera absoluta, el
recuento de los votos en papel, con los emitidos de manera electrónica. De ahí
la enorme confiabilidad del sistema y el que la misma noche de la elección
puedan emitir los resultados del proceso electoral en cuestión.
Cerca de la medianoche, la presidenta del Consejo Nacional
Electoral, Tibisay Lucena, dio a conocer la participación de
8.089,320 venezolanos y venezolanas en la elección de la ANC. De inmediato,
las cifras fueron cuestionadas por la
prensa internacional, a pesar de la confiabilidad del sistema electoral
venezolano. A pesar de que dentro del poder electoral, la oposición de derecha
tiene un integrante, que inclusive llamó a anular el voto. A pesar de que dos
semanas antes, la oposición organizó un plebiscito donde sostuvo, sin ninguna
prueba, que habían participado 7 millones de personas. La prensa internacional
se apresuró a dar por buenas las cifras de la oposición, sin considerar que
ésta misma declaró haber quemado todas las actas y todos los votos, que
acreditaban la participación por ellos difundida.
¿Cómo pueden en un caso, dar por veraz una cifra de un
plebiscito, sin supervisión, sin reglas, sin padrones, sin certidumbre, SIN UNA
SOLA PRUEBA de la participación ciudadana y, descalificar de inmediato un
proceso electoral sostenido en un sistema reconocido en el mundo?
El pueblo venezolano tuvo una participación del 41.53% del
padrón electoral, a pesar del terror
sembrado por la derecha fascista venezolana, de la bárbara violencia desatada
en los días previos y del asesinato de un miembro del Consejo Nacional
Electoral un día antes de la elección. En las zonas de influencia opositora, se
instalaron barricadas (guarimbas le llaman en Venezuela), donde en días
previos, fueron asesinados venezolanos y venezolanas por los manifestantes
"pacíficos". Estos venezolanos no eran chavistas, eran personas que
intentaron cruzar por las barricadas para desplazarse al trabajo, la escuela o
alguna actividad.
Debo recordarles que por lo menos 19 personas han sido
quemadas vivas por ser chavistas o por supuestamente parecerlo. Son siempre
personas morenas, de origen humilde, las que han sufrido primero el
linchamiento y después, ser quemados vivos. Las cifras oficiales hablan ya de
23 personas que han sufrido este martirio y hay quien sostiene que el número
llega a 29. No debería haber un solo venezolano o venezolana que hubiese muerto
quemada viva. Ese es el tamaño del terror que la derecha fascista venezolana,
sembró previo a la elección de ayer.
La situación era tan peligrosa en algunos lugares, que en
Caracas, se instalaron casi 200 mesas de votación en el Poliedro. Las escenas
de la multitudinaria asistencia a estos centros de votación fueron documentadas
ampliamente el día de ayer en las redes sociales.
El pueblo de Venezuela dio una lección de civilidad al
interior del país y al mundo, acudiendo a votar, a pesar de la violencia, las
amenazas y las presiones de una oposición rabiosa y bestial (por lo menos un
sector de ella, que no ha sido ni descalificada ni se ha deslindado de ella
oposición venezolana). Violencia fascista, racista, clasista, que la ONU
considera crímenes de odio y que tampoco ha sido condenada por los gobiernos de
otras naciones del mundo.
Como respuesta a el ejercicio de su autodeterminación, el
pueblo venezolano se encontró, cuando todavía ni siquiera se daban a conocer
los resultados de la elección, con que gobiernos de varias naciones del orbe,
desconocían su decisión soberana. Sin ningún respecto al marco jurídico
internacional, pretenden erigirse en tutores del pueblo venezolano. En una
infame actitud colonialista, países de Europa y EEUU pretenden decirle al
pueblo venezolano cómo debe conducirse. Pero no sólo países tradicionalmente
colonialistas, sino vergonzosamente naciones como Colombia y como México, sus
gobiernos, se han sumado a este "desconocimiento".
El caso mexicano es particularmente grave pues la diplomacia
de nuestro país se ha caracterizado por el respeto a la soberanía y a la libre
determinación de los pueblos establecida en la Doctrina Estrada. Justo porque
nuestro país era víctima de la presión del reconocimiento o no de los gobiernos
surgidos de nuestra revolución por parte de Estados Unidos, la diplomacia
mexicana construyó la citada doctrina estableciendo que ningún país puede
reconocer o desconocer decisiones soberanas de un pueblo. En el caso de nuestra
política exterior, quedó firmemente establecido que México no incurriría en
este tipo de intromisiones, y que en todo caso, podría mantener o romper
relaciones diplomáticas con el país, que desde su punto de vista, no respetara
las normas de convivencia democrática y las decisiones de su pueblo. México
tiene, a lo largo de su historia, gloriosas páginas de diplomacia solidaria con
pueblos y gobiernos atacados por el poder imperial. Tierra de exilio y de
comprensión y apoyo, a los pueblos acosados en el mundo.
Luis Videgaray, ignorante de nuestra honrosa tradición
diplomática, convertido en un lacayo más del gobierno imperial de Estados
Unidos, se apresuró a desconocer la decisión soberana materializada ayer por el
pueblo venezolano en las urnas.
Triste y lamentable papel el de Videgaray quien en su propia
tierra, el desgobierno criminal del que forma parte, se niega a respetar el
voto de los mexicanos. A esta fecha, se lucha porque se respete el voto de los
mexiquenses que eligieron gobernadora a Delfina Gómez Álvarez. Justo en la
entidad en que Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray han realizado la mayor parte
su carrera política, violentan la voluntad popular expresada en las urnas y se
atreven a criticar a Venezuela de antidemocrática, cuando el gobierno
venezolano ha puesto en manos del pueblo la conducción del destino de su país.
Peña Nieto y Luis Videgaray ni siquiera se atreven a poner
en manos de la base priístas, de su partido el PRI, la decisión de la elección
del candidato presidencial para el 2018, y se llenan la boca exigiendo democracia
fuera de sus fronteras. Lo anterior cuando no son capaces de ser democráticos
ni en sueños.
La violencia fascista desatada en Venezuela sigue su cauce.
15 personas perdieron la vida, de las cuales cuatro eran policías y un un
candidato a la ANC. Ayer circuló en las redes sociales un vídeo, en que una
explosión cobra la vida de varios policías, y los fascistas celebran
ruidosamente el atentado.
En cualquier otra nación del mundo donde un atentado así se
hubiese realizado, recibiría la enérgica condena de la opinión pública
internacional. Pero como fue en Venezuela, se silencia, se justifica y hasta se
celebra. La hipocresía y doble moral de los gobiernos de varios países del
mundo da náuseas. El acoso a Venezuela persiste y se agudiza. Pero ayer 30 de
julio, el pueblo venezolano ha dado una enorme lección de civilidad y de
dignidad. De valor y de coraje. Le han demostrado al mundo que no están
dispuestos a ser avasallados. A Venezuela, a la Revolución Bolivariana, a su
pueblo, no se le perdona que estén intentado un camino diferente al
neoliberalismo impuesto en el mundo.
Pero el pueblo venezolano no pide perdón y mucho menos
reconocimiento. Solo exige respeto. He tenido el honor de acompañar el proceso
electoral realizado el día de ayer, de atestiguar su desarrollo y de vivir esta
experiencia. Ello me lleva, no podría ser de otra manera, a fortalecer mi
solidaridad, mi cariño y mí respeto al pueblo venezolano. México construirá su
propio camino, en base a su propia experiencia y al voltear a la patria grande,
será siempre solidario con el hermano pueblo de Venezuela.
"El pueblo tiene derecho a vivir y a ser feliz"
Periodista Mexicano
coordinadora@solidaridadvenezuela.org
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