Por Damián Alifa
El pasado 17 de julio el presidente Donald Trump anunció la
aplicación de “fuertes sanciones” económicas contra Venezuela si ésta lleva a
cabo las elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente. Las declaraciones de
Trump resultan similares a las emitidas por Colin Powell y de Condoleezza Rice,
ambos Secretarios de Estado en la primera y segunda Administración Bush
respectivamente. Asimismo, nos recuerda al infame decreto presidencial del
2016, en donde el ex presidente Barack Obama declara a nuestro país como “una
amenaza inusual y extraordinaria” para los Estados Unidos. Sin lugar a dudas,
las declaraciones de Trump se suman a la política injerencista del
establishment norteamericano contra el gobierno venezolano.
A solo días de los comicios electorales en Venezuela el
Departamento del Tesoro ha sancionado a trece altos funcionarios del gobierno
bolivariano. Este tipo de sanciones ya fueron aplicadas durante la gestión de
Obama. Sin embargo, la amenaza de emprender nuevas sanciones, esta vez
económicas contra el país, amerita que valoremos a profundidad la situación
actual de las relaciones comerciales entre ambos países y cómo afectarían a
Venezuela de cumplirse las amenazas injerencistas de Trump.
Para nadie es un secreto que las exportaciones petroleras
representan nuestro ingreso más importante. En este sentido, muchos analistas
consideran que las sanciones económicas contra Venezuela estarán orientadas en
esta área. Es importante tomar en cuenta que según el informe de junio 2017 de la
Monthly Energy Review Venezuela le suministra a los Estados Unidos un promedio
de 764.000 barriles diarios. Esto convierte a Venezuela en la tercera fuente de
importaciones petroleras para los EEUU. Asimismo, es necesario indicar que
alrededor del 60% de las exportaciones venezolanas están destinadas al vigoroso
mercado del continente asiático, particularmente para China e India.
No obstante, es bien sabido que una parte importante del
petróleo enviado a China está destinado a cubrir las cuotas del servicio de
deuda contraída con esta nación. En consecuencia, el mercado norteamericano al
cual se le vende alrededor del 20% de nuestras exportaciones juega un papel
neurálgico para la economía venezolana. En otras palabras, el flujo de caja de
la industria petrolera sostiene una relativa dependencia con respecto a las
ventas en el mercado del norte. Si las sanciones de los EEUU se hiciesen
efectivas de inmediato las consecuencias serían catastróficas para la ya
crítica situación económica nacional.
Por su parte, para la Administración Trump tampoco parece
ser sencillo sustituir de buenas a primeras las importaciones petroleras del
país. De los 8.794.000 b/d que importaron los Estados Unidos en julio el 9,74%
fue crudo venezolano. Aunado a esto, se debe indicar que en este mes hubo un
aumento del 10,86% de las exportaciones de crudo venezolano a los EEUU. A pesar de las fuertes declaraciones del
Senador ultraconservador Marco Rubio, en donde señala que los Estados Unidos pueden
sustituir fácilmente las importaciones petroleras de Venezuela “aumentando las
importaciones de México y Canadá”, otros analistas son más moderados al
respecto. Por ejemplo, en una entrevista al director de Caracas Capital
Markets, Russ Dallen, es notorio que a pesar de que el entrevistado recomienda
a los EEUU disponer de la venta de sus Reservas Estratégicas de Petróleo para
imponer las sanciones contra Venezuela, cuando es interpelado por la periodista
sobre las causas de la tardanza en la aplicación de las sanciones, el asesor de
la Casa Blanca responde “porque nadie quiere ser el político que suba el precio
de la gasolina”. Resulta previsible que
una suspensión abrupta de las importaciones petroleras provenientes de
Venezuela tendría consecuencias negativas en el corto plazo para los EEUU.
Se debe destacar que aun cuando las relaciones entre
Venezuela y Estados Unidos se han deteriorado notablemente en estos últimos
diecisiete años, las relaciones comerciales se han mantenido relativamente
estables, con cambios graduales y para nada sorpresivos. Debido al crecimiento
de las tensiones diplomáticas EEUU-Venezuela estos países han buscado
reorientar su política en cuanto a la sensible área para ambos: el petróleo.
Venezuela en su condición de exportador petrolero ha buscado penetrar nuevos mercados
y los Estados Unidos en su condición de importador han encontrado nuevas
fuentes de suministro. Los siguientes
datos son ilustrativos al respecto:
Cifras exportaciones de petroleo y derivados venezolanos a
EEUU.
Un análisis concienzudo de la política energética de las
últimas dos Administraciones de la Casa Blanca podrá comprender las tendencias
que llevaron a estos cambios que encuentran su punto de inflexión en el 2008.
El presidente G. W. Bush llega al poder en medio de una crisis energética que
ponía en peligro la seguridad de los EEUU (declinación de su producción
doméstica, alta dependencia al petróleo de la zona en conflicto del Medio
Oriente y crisis de la industria petrolera mexicana) ello permite comprender la
campaña militar emprendida en función de controlar el Medio Oriente, política
expresada por uno de los asesores de Bush como “ponerle la mano al grifo”. Para
la gestión Bush era una necesidad inminente garantizar fuentes seguras de
suministro a los EEUU, para poder garantizar la supremacía del país frente a
sus emergentes competidores China y Rusia.
En este contexto, a pesar de la clara participación del
gobierno norteamericano en el Golpe de Estado del 2002 y del paro petrolero del
2003 las relaciones comerciales entre ambos países se mantuvieron estables. Sin
embargo, la Crisis Financiera Internacional en el año 2008 afectó intensamente
la economía norteamericana, la cual tuvo que enfrentar una drástica reducción
de la demanda de hidrocarburos debido a sus altos precios.
El 20 de enero del 2009 Barack Obama asume la presidencia de
los EEUU sumido en la más poderosa crisis económica que ha vivido el país desde
la Gran Depresión y bajo la preocupación de que nuevos competidores le
arrebataran la supremacía económica a su país. Esto llevó a Obama a reformular
ampliamente su política energética de cara a los siguientes años. Amparados en
la idea del Trilema Energético, la Administración Obama se enfoca en una cambio
de la matriz energética sustituyendo el petróleo por otras fuentes de energía
allí donde fuera posible. En este sentido, Obama se esforzó por disminuir el
consumo petrolero de los Estados Unidos a la par que aumentaba su producción
doméstica no convencional, por medio del
método de fracturación hidráulica. La meta era hacer de Estados Unidos un país
autoabastecido energéticamente para el año 2017. Aun cuando los cambios en la
matriz energética norteamericana dieron resultados positivos en sectores
económicos residenciales y comerciales, el sector industrial y el transporte
siguen siendo ampliamente dependientes de la energía petrolera. Aunado a esto,
la producción doméstica, si bien ha crecido en inmensas proporciones, no ha
logrado abastecer la ingente demanda
nacional.
En el An American First Energy Plan (propuesta petrolera del
actual presidente de Donald Trump, en su campaña electoral) la meta de un país
autoabastecido se replantea para el año 2025. Es importante destacar que la
política energética de la Administración Trump se diferencia de la implementada
por la Administración Bush, ya que no se trata de un esquema de crisis
energética y declinación de la producción doméstica, sino de un “reconocimiento
del inmenso potencial de reservas de energía doméstica (…) en los Estados
Unidos”. Asimismo, la Administración Trump marca distancia con la política
energética de Obama en tanto que no se trata de un cambio de matriz energética
que favorezca y estimule la aplicación de energías limpias y renovables en la
economía norteamericana, sino que el Republicano Trump plantea “eliminar políticas perjudiciales e
innecesarias, de tales como el Plan de Acción Climática y las regulaciones
sobre el Uso de las Aguas en Estados Unidos” e impulsar el consumo nacional de
la contaminante industria del carbón. La gestión de Trump se basa
principalmente en las esperanzas de un gran crecimiento de la producción
interna de petróleo y carbón.
Sacamos a colación todos estos elementos por la necesidad de
comprender que los EEUU llevan tiempo tras la meta de prescindir del petróleo extranjero,
no solamente del venezolano. El reciente anuncio de las sanciones económicas
sobre el país debe servirnos como excusa para analizar a mediano
plazo las condiciones de la industria petrolera venezolana en el mercado
norteamericano.
Ahora bien, si los Estados Unidos disponen de aplicar
sanciones inmediatas contra Venezuela debido a la próxima instalación de la
Asamblea Nacional Constituyente, el gobierno nacional y la industria petrolera
necesitará buscar con la mayor celeridad posible nuevos mercados o extensiones
de cuotas en los mercados donde ya suministra, para intentar hacer un pronto
control de daños para evitar agravar la delicada situación económica nacional.
Por otro lado, mucho se ha hablado de un posible embargo a
la empresa venezolana CITGO en los Estados Unidos, que cuenta con más miles de
trabajadores y un capital estimado por la Torino Capital en más de mil millones
de dólares. En consecuencia, el poderoso y ultraconservador Lobby petrolero de
los Estados Unidos, financista principal de la campaña de Donald Trump, ha
visto con preocupación el ingreso de Rusia en el mercado petrolero nacional.
Las modestas importaciones de petróleo ruso que surte el mercado estadounidense
con 300.000 b/d y la compra de acciones de CITGO de la petrolera Rosneft, tiene
bastante inquieto a los empresarios del fracking, los cuales pudieran estar
presionando a Trump para aprovechar la oportunidad y embargar a Citgo.
En otros aspectos de la economía, es importante recordar que
las importaciones petroleras de
Venezuela ascendieron en el año 2015 a 5.816.000 millones de dólares. Estas
importaciones son sumamente importantes para mantener activa nuestra industria
petrolera. Según cifras del BCV el 80,1% de las importaciones no petroleras
fueron de bienes de consumo intermedio y un 20% de formación bruta de capital
fijo. Parte importante de estas importaciones se hace a los EEUU. Una
suspensión de la venta de estos insumos por parte de los EEUU podría entorpecer
el buen funcionamiento de la industria petrolera nacional. Aunado a esto,
Venezuela, en el mismo año importó aproximadamente 22.162.000 millones de
dólares en rubros no petroleros. Aunque no se encuentran publicados los datos
oficiales sobre las importaciones no petroleras provenientes de los EEUU, durante
el 2015, sabemos que en el 2013 Venezuela importó, según cifras del Instituto
Nacional de Estadística, 10.539.764.433 US$ FOB, lo que significó un 23,34% de las importaciones totales.
Según la página de la Office of the United States
Representative los Estados Unidos exportaron a Venezuela en el 2016 productos
agrícolas por el monto de 651 millones de dólares, distribuidos en rubros como
maíz, trigo, harina de soja y aceite de soja. Asimismo, los Estados Unidos
surtieron a Venezuela en productos químicos y maquinarias. Por su parte,
Venezuela no solo le vendió petróleo a los Estados Unidos, también les
suministro Aluminio por 113 millones de dólares, productos químicos en 114
millones de dólares y algunos productos agrícolas por 4 millones de dólares, entre
otros negocios.
En nuestra opinión, no es conveniente para ninguno de los
dos países la suspensión de relaciones comerciales. Para Venezuela los efectos
pudieran ser devastadores, debido a que el país enfrenta una grave crisis
económica y sus Reservas Internacionales van en picada, descendiendo por debajo
de los 10.000 millones de dólares. Por
su parte, para los Estados Unidos las sanciones económicas a Venezuela
conllevaría odioso aumento de la gasolina, que afectaría a los trabajadores
norteamericanos y contribuiría al ya iniciado desplome de popularidad del
presidente Donald Trump, quien en apenas seis meses de gestión ha tenido que
enfrentar fuertes protestas populares y que está teniendo un breve lapso de
estabilidad política.
Si existe un ápice de sindéresis en la Casa Blanca y el
Departamento de Estado, los anuncios sobre sanciones económicas a Venezuela no
pasaran de haber sido unas declaraciones airadas del excéntrico y desmesurado
presidente. Sin embargo, la sindéresis no ha sido una de las características de
la Administración Trump. En consecuencia, si priva la prudencia entre los
decisores de Miraflores, emprenderán de inmediato planes contingentes y de
mediano plazo para buscar otros destinos para la producción petrolera que se le
destina a los EEUU y otros productores que puedan surtirnos de los bienes y
servicios que le importamos al gigante del norte. La decisión de ser soberanos
amerita comprender la seguridad nacional de manera integral.
daalifa@gmail.com
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