Por Homar Garcés:
Resulta absolutamente reprobable y lamentable confirmar que
el odio inculcado por la dirigencia ultraderechista durante todos estos últimos
años en Venezuela se exprese en agresiones irracionales (físicas, psicológicas
y verbales) de sus respectivos seguidores hacia la población en general,
incluyendo a vecinos y familiares, en un escenario de creciente conflictividad
que afecta, en un amplio sentido, la estabilidad del país. Contribuyendo a
acentuar dicho contexto, The New York Times publicó en semanas recientes: «Las
detenciones arbitrarias por motivos políticos son una constante en Venezuela,
país que vive una de las peores crisis de derechos humanos de la región».
Una persona medianamente inteligente y con criterio propio
se preguntaría: ¿Detenciones arbitrarias? ¿No son castigables los delitos de
violencia terrorista, la destrucción de bienes públicos, las agresiones a
funcionarios militares y policiales, la instigación a un golpe de Estado, la
invocación de una intervención armada de una potencia extranjera y el asesinato
deliberado de personas con propósitos políticos? ¿Son delitos lícitos y
permitidos en el territorio de Estados Unidos y Europa sin actuación alguna de
sus respectivos gobiernos? Por último, ¿a qué conduce esta campaña de
desinformación abierta contra el gobierno venezolano?
Donald Trump admitió sin eufemismo alguno su intención de
ordenar una invasión militar al territorio de Venezuela para desalojar del
poder al chavismo. Algo que, indudablemente, tendrá sus repercusiones altamente
negativas en toda la región, si se diera, creando una situación similar a la
producida durante la guerra de Vietnam; afectando al conjunto de naciones que,
de una u otra forma, tienen graves problemas sociales y económicos por
remediar, ensanchándose la conflictividad interna en cada una de ellas. Quizás
esta eventualidad motivó una reacción en cadena de varios gobiernos del
continente, incluyendo a aquellos que han manifestado una declarada hostilidad
hacia el de Venezuela, lo cual ha servido para resaltar el carácter
neoimperialista y neocolonialista del régimen actual gringo.
Todo lo anterior sería el epilogo de una estrategia
largamente diseñada, financiada y ejecutada, pero cuyos frutos no han sido los
apetecidos por los grupos de la derecha local y su mentor, el imperialismo
yanqui, no tanto por los aciertos de la dirigencia chavista sino, más bien, por
el nivel de conciencia adquirido por los sectores populares que los ha inducido
a mantener una resistencia hasta ahora pasiva, en vista de los continuos
ataques racistas y clasistas propiciados por los opositores extremistas. Como
ya se vio en los meses precedentes, se pretendió envolver al país en unas
circunstancias semejantes a las padecidas durante el genocidio de Ruanda en
1994, devolviéndose golpe por golpe, en una guerra fratricida, cuyo final sería
difícil de profetizar. Ahora que se realizara la elección de la Asamblea
Nacional Constituyente, pareciera disipado este eventual panorama. Sin embargo,
la intransigencia de Trump ha devuelto al chavismo a la realidad, una que
podría repetir la amarga experiencia padecida por más de cincuenta años por el
pueblo de Cuba, con reducción de insumos diversos que, eventualmente, causarían
más penurias a la población venezolana, avasallada como está por el
desabastecimiento y la especulación desbocados de todo tipo de productos,
especialmente alimenticios.
Más allá del aspecto ideológico, el imperialismo gringo -al
plantearse eliminar al chavismo y, junto con él, toda perspectiva de índole
revolucionaria en Venezuela- busca recuperar, de manera definitiva y sin
barreras, su habitual hegemonía en nuestra Abya Yala. Por ello, se propone
sitiar a sus habitantes con una intención muy clara: destruir -a gran escala,
como lo logró en otros países- los diferentes avances obtenidos en materia
política, cultural, económica y social, de manera que se resignen a cumplir el
dócil papel de masa trabajadora y consumidora que incremente las arcas de sus
explotadores capitalistas; sin mayor aspiración que la de poder
sobrevivir.-
mandingarebelde@gmail.com
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