Por Manuel Humberto Restrepo Domínguez
No debe resultar fácil para un extranjero en plan de
negocios, turismo o asuntos de fin de semana, entender la complejidad del
entramado socio político de la sociedad colombiana y sus conflictos. Tampoco
debe resultar simple llevarse una idea clara sobre qué es eso de la paz
territorial, la defensa de los territorios o las mezclas culturales que tejen
sentidos de dignidad juntando memorias y olvidos. Cien grupos indígenas
victimas del abandono, la tercera parte en riesgo de extinción, comunidades
afro, raizales y palenqueras mencionadas en papeles y negadas en la práctica,
ciudades de dos caras, una moderna, de oportunidades, calles asfaltadas,
edificios inteligentes, pasarelas, boutiques, vitrinas de grandes marcas y
oficinas robotizadas y otra de miseria y violencias. Se puede estar presente
con solo cruzar una calle en el más avanzado debate sobre economía y en un
asesinato por un celular.
¿Cómo entender que un país que desde que llegó la
televisión, la industrialización, la creación de grandes ciudades, que
cambiaron la relación de 70 por ciento de población en el campo y 30 en la
ciudad a exactamente lo contrario, no ha modificado las estructuras de poder de
las elites y las familias que gobiernan se rotan los cargos y se mantienen
inamovibles?, ¿cómo entender que el país rural, popular y marginado que se
levantó en armas, es el mismo que se dedicó a buscar la paz, la agitó, enterró
a sus víctimas y ahora cuando ha conseguido firmarla en un pacto de clases
entre elites y una insurgencia popular, un influyente grupo de guerreristas se
alindere en la ultraderecha, heredera fiel del feudalismo en su apego a la
tierra y a la fe, para truncar su implementación?.
¿Cómo explicar que el acuerdo de paz entre el estado y la
insurgencia de las FARC, representa la mayor victoria política popular de los
últimos tiempos, pero que socialmente no parece posible cobrar esa victoria?.
¿Cómo explicar que a pesar del pacto de paz, no es preciso ni responsable
hablar de postconflicto, aunque se haya creado un ministerio de posconflicto?
¿Cómo contar que el fin completo del levantamiento armado no ha llegado y que
está en curso una negociación política con la insurgencia del ELN?.
¿Cómo indicarle al que está de paso que siguen intactos los
grandes conflictos sociales asociados a la inequitativa distribución de la
tierra, el trabajo y el capital y a la exclusión de sectores no tradicionales
de la política y que los grupos históricamente marginados continúan sin
reconocimiento? ¿Cómo explicar que el gobierno está conformado por una
coalición de grupos de derecha, pero que la oposición no es de izquierda, si no
que la usurpa un partido de ultraderecha que no representa a ningún sector
popular y al contrario es corresponsable de la tragedia de la guerra y
principal alentador del bloqueo a derechos humanos y garantías democráticas?.
Así es Colombia, compleja, polarizada, sometida a las reglas
del capital y diligente para cumplir las órdenes de la política internacional
trazada desde el pentágono. Es un amplio territorio verde y colorido, con un
poco de todo, criminales disfrazados de excelencias e inocentes señalados de
bandidos, elites persiguiendo a su pueblo para engañarlo y su pueblo
inmortalizándolas. Y para quienes no están de turistas, ni visitantes, si no de
habitantes, dueños de una conciencia colectiva en defensa del país libre y
soberano, cómo auto explicarse que es el momento de hacer la política sin
armas, para vencer el odio y los valores de la renovada inquisición y su enorme
capacidad tecno fascista de manipulación de medios y redes. ¿Cómo entender que
es la hora para que otro poder, adentrado, sin centros de mando dirigidos por
vanguardias, transversal, territorial y popular, construya el camino de la
victoria política de la paz, sin el concurso de las elites, para que los
cambios sean posibles y pronto.
¿Cómo auto entender que es en unidad y no con débiles
fragmentos y con una plataforma única de lucha desarmada que se puede atender
el reto de ser gobierno ahora y a la vez enfrentar la bandada de hienas y aves
rapaces del capitalismo salvaje trasnacional que caerán sin contratiempos sobre
la enorme riqueza de suelo, subsuelo y biodiversidad, ahora libre de ejércitos
rebeldes, pero en proceso de retoma por aparatos armados al servicio de los
despojadores.
Para propios y extraños, es complejo y difícil entender el
todo, porque no hay un país similar a Colombia entre los 193 que hacen parte de
la ONU. Como ningún otro ha firmado la totalidad de declaraciones, convenios,
protocolos y acuerdos de derechos humanos y del DIH, ratificado la convención
de Viena, que pone las reglas para todos los convenios internacionales,
suscrito los pactos globales de desarrollo, los protocolos contra la
discriminación, la desaparición forzada, la trata de personas, la esclavitud y
el reclutamiento de niños para el trabajo o la guerra.
Pide a otros cumplir al pie de la letra la carta de derechos
del hombre de la OEA, para garantizar la democracia, hace rigurosas y costosas
elecciones para legitimar niños representantes en el preescolar, elegir
presidente de la república y autoridades de juntas de comunales, sindicatos, universidades,
partidos y alcaldías. Se presta para realizar elecciones de vecinos contra el
gobierno legítimo en abierta injerencia a la libre determinación de su hermana
república, como ocurrió el día 16 de julio. Colombia no es un país sui generis,
simplemente es así, un país complejo, cuyo gobierno en contra de la mayoría de
población firmó y exalta el TLC que lo empobrece, abomina el comunismo y
persigue a sus militantes pero envía a sus congresistas a vacacionar en China,
un país forzado a entrar a la OCDE, aunque siguen los asesinatos de líderes
sociales, los derechos de los trabajadores son vulnerados, la educación en
cifras ocupa los últimos lugares y la sanidad pública, las vías, la
desnutrición y la violencia son una repetida y trágica noticia cotidiana. Un
país que a voluntad de sus elites se niegan a desmontar sus tropas de guerra y
hace cola para insertarse en la OTAN e intervenir en las guerras del capital
del lado de los invasores o prestarle servicios al ejército americano que
comanda Mr. Trump bien sea para asesinar humanos y destruir en Venezuela, Corea
o Nicaragua.
mrestrepo33@hotmail.com
0 comentarios:
Publicar un comentario