Por Eduardo Contreras
Puede entenderse que aquellas chilenas o chilenos que no
habían nacido todavía en 1973 o era muy
pequeños a esa fecha, no relacionen con exactitud la situación que se vivía en
nuestro país con la que ahora en el 2017 se vive en Venezuela. Pero las
similitudes son más que evidentes y tienen lógica pues los actores en ambos casos,
desde el punto de vista político y de clases, son los mismos y por tanto sus
conductas son demasiado parecidas.
De consiguiente quienes conocieron y vivieron ese tiempo en
Chile y hoy se sitúen en contra del legítimo gobierno venezolano y no rechacen
la evidente maniobra golpista en su contra son esencialmente ultra
reaccionario, partidario del golpismo o simplemente pobre de espíritu y de
cerebro, sin remedio.
Porque la estrategia y táctica de la CIA y demás aparatos
del gobierno norteamericano son los mismos que ayer en Chile y hoy en
Venezuela. De consiguiente la conducta de los grandes empresarios, de los
políticos de derecha y de los medios de comunicación al servicio de Washington,
son también idénticos. Y así como en 1973 los golpistas chilenos asesinaron a
extranjeros, los golpistas venezolanos asesinan también a extranjeros y entre
ellos chilenas y chilenos como los casos de Guisella Rubilar Figueroa el 2014
en la ciudad de Mérida mientras participaba en una actividad contra los
golpistas y el de José Rodrigo Muñoz Alcoholado, también
conocido por su posición de apoyo al gobierno de Maduro cuando este año cenaba
tranquilamente en el restaurante Rugantino de Caracas.
Al igual que la derecha chilena en su tiempo, la derecha
venezolana hoy y sus apoyos del poder trasnacional despliegan las más variadas
estrategias. Como en Chile durante el gobierno de la Unidad Popular del
presidente Salvador Allende, hoy en Venezuela su plan de sabotaje económico ha
provocado una altísima inflación y un grave desabastecimiento, ambos procesos
inducidos y que – sumado al desplome de
los precios del petróleo– viene golpeando con fuerza al pueblo venezolano.
Los golpistas tienen claro que deben copar aquellos centros
de poder gubernamental que les sea posible lograr, tal como lo hicieran los
golpistas en Chile. En nuestro país fue por una parte la Corte Suprema la que
de modo antijurídico, ilegal, emitió un
pronunciamiento declarando ilegítimo al gobierno constitucional del presidente
Salvador Allende. Lo fue también por otra parte la mayoría reaccionaria de la
Cámara de Diputados cuando aprobó la declaración de agosto del 73 declarando
igualmente ilegal al gobierno de Allende careciendo esa Cámara de facultades
jurídicas para hacerlo. En Venezuela ese es el papel que juega el poder
legislativo, el Parlamento.
Al igual que en Chile en 1973 al esfuerzo actual en Venezuela por desestabilizar al
gobierno democrático de Maduro le falta a los golpistas conseguir el apoyo real
y efectivo de las masas que más bien y pese a las dificultades económicas
creadas por el boicot, siguen apoyando al gobierno bolivariano.
Cabe recordar a propósito que en Chile el 4 de septiembre de
1973 cerca de un millón de personas desfiló durante horas y horas frente al
Palacio Presidencial de La Moneda en respaldo al gobierno popular ; pocos días
despues la Fuerza Aérea bombardeaba y destruía La Moneda. Pero no era
precisamente apoyo de masas lo que faltaba a la Unidad Popular.
La singular semejanza entre lo ocurrido en nuestro país con
lo que hoy sucede en Venezuela se expresa en los más diversos planos.
Recordemos desde luego que ambas naciones fundan su economía en la extracción y
comercialización de sus recursos naturales, básicamente mineros lo que les hace
dependientes del precio internacional de tales productos. El manejo de la
economía mundial por parte del imperialismo precipitó la baja del precio del
Cobre chileno en la época de Allende y del Petróleo venezolano bajo el gobierno
de Maduro con las consecuencias conocidas.
Otra semejanza es que los proyectos políticos tanto de
Allende como el de Chávez ayer y Maduro hoy,
se han encaminado abiertamente en dirección a un cambio radical y por
vía pacífica de las estructuras socio económicas y en la perspectiva del Socialismo. Un desafío
enorme al que hasta hoy no ha sido posible dar término pero que deja su huella
en cada reforma tanto las realizadas por la Unidad Popular como por las que ha
llevado a cabo el proceso bolivariano.
La desclasificación de los documentos secretos de la CIA
comprueban todo lo dicho : cada golpe contra los proyectos populares fue
gestado en la Casa Blanca e implementado por los serviles políticos
conservadores y los grandes empresarios y grandes medios de comunicación de los
países del continente. En nuestro país uno de los casos extremos es el del recientemente fallecido Agustin Edwards
que corrió en 1970 a los brazos de Nixon, así como a los de Kissinger y Richard
Helms. Estos antecedentes constan incluso judicialmente en la causa 12 – 2013.
Lo que ocurre en Venezuela en nuestro tiempo es conocido por
todos. Son las mismas manos que mueven los mismos hilos y a las que desespera
que tanto en el Chile de ayer como en la Venezuela de hoy los gobiernos
populares lograran relacionar crecimiento económico con más capacidad de consumo y protección de
los derechos humanos fundamentales del pueblo. Son los mismos que provocaron en
Chile y provocan hoy en Venezuela desabastecimiento, acaparamiento, mercado
negro, colas eternas para comprar algo. En Chile, por ejemplo, tras el golpe al
día siguiente los acaparadores abrieron sus puertas y se acabaron las colas.
Todo como por arte de magia.
Nadie de esa generación tiene pues derecho a ignorar lo
ocurrido o mirar hacia otro lado. Son demasiado parecidas ambas experiencias
así como el papel de los partidos de derecha y de esos que llaman de “centro
derecha” (que igual podrían ser de “centro izquierda”) y que históricamente han
variado posiciones a condición de no poner en jaque lo esencial del modelo
capitalista.
Si no lo sabremos nosotros cuando uno de los detonantes fue
la diferencia que produjo el tema de las 3 áreas de la Economía chilena entre
los sectores políticos de ideología popular que respaldábamos al gobierno de
Allende y aquellos abiertamente burgueses que clamaban al cielo para que no se
tocara el poder de los grandes intereses económicos nacionales y extranjeros ni
con el pétalo de una rosa.
Las maniobras de grupos terroristas, los paros de los
camioneros, los asesinatos, los atentados, fueron parte importante de las maniobras
golpistas en Chile. Grupos como “Patria y Libertad” cuyo líder de entonces, es
hoy ¡¡Decano de Derecho!! De una universidad privada, cometieron diversos
crímenes; otro tanto el grupo “Rolando Matus”.
Contrataban también mercenarios. Tal cual sucede hoy en
Caracas con esos enmascarados “voluntarios” que disparan y lanzan bombas en las
calles tratando de hacer aparecer a “un pueblo alzado”. Con lo que además ganan
apoyo en las sedicentes clases medias.
¿Y qué decir del robo del helicóptero recién estos días
desde el que se atacó a los ministerios de Justicia e Interior y al Tribunal
Supremo de Venezuela? Evidentemente, como lo hacían en el Chile del 73 los
golpistas venezolanos pretender crear una imagen de ingobernabilidad para justificar la intervención internacional
o el quiebre interno. Eso se llama simplemente terrorismo fascista.
Si todo es así, como lo es, entonces ¿cómo entender a muchos
que han condenado el golpe en Chile y que sin embargo hoy apoyan a la oposición
en Venezuela? No hablo de los que, desde uno u otro partido chileno impulsaron
el golpe o de aquellos cuyos parlamentarios aprobaron la declaración golpista
de agosto del 73 o de aquellos partidos que tuvieron ministros cuando gobernaba
el dictador Pinochet. Esos ya son conocidos. Ni hablo de aquellos cuyos máximos
dirigentes salieron por el mundo a defender a los golpistas, acusando a Allende
de los peores desastres, o que escribieron cartas públicas a políticos
destacados de otras naciones.
Hablo de los que condenan el golpe en Chile y en cambio hoy
apoyan a los golpistas en Venezuela.
Párrafo aparte es lo que sucede desde el punto de vista
internacional. Desde luego la contradicción flagrante entre las consideraciones
de Naciones Unidas y varias de sus instancias, en general todas favorables al
gobierno venezolano y destacando sus índices sociales, y por otra parte los
empeños abiertamente golpistas de
instituciones y gobiernos al impulso de un personaje tan deplorable y
servil como es el actual secretario de la OEA y ex canciller uruguayo Luis
Almagro.
Hasta los representantes nacionales del MERCOSUR intentaron
discutir el tema venezolano hace pocos días. Llamó la atención que en esa
posición estuviera incluso el gobierno uruguayo…
Son las mismas instancias
o gobiernos de la región que en cambio nada dicen de los sucesos
terribles que acontecen en otros países de la zona, ni de sus crisis políticas
ni de hechos y crímenes terribles.
En ese sentido no nos puede resultar indiferente la posición
de la Cancillería chilena que de modo cada vez más abierto se ha plegado a la
ofensiva contra el gobierno de Caracas. No les vaya a suceder como cuando en un
anterior gobierno chileno la Canciller de la época se sumó a los golpistas que
duraron menos de 24 horas en el poder.
Hace pocos días en una reunión de la OEA en México el
ministro Heraldo Muñoz hizo de portavoz de aquellos países que pretendían de
nuevo inmiscuirse en los asuntos internos de Venezuela y en donde, refiriéndose
a los golpistas procesados legalmente, hablaban de “presos políticos” y en que
además se llamaba a no proseguir por el camino legal de la Asamblea
Constituyente.
La respuesta del canciller venezolana, Delcy Rodríguez, fue
justa e inmediata y llamó al funcionario chileno a preocuparse más bien de impulsar
en nuestro país la iniciativa de Asamblea Constituyente para no seguir
sometidos a la actual Constitución de Pinochet.
Digamos finalmente que la diferencia esencial entre Chile y
Venezuela es la actitud de las Fuerzas Armadas de los respectivos países: en el caso de los mandos golpistas de
las Fuerzas Armadas chilenas en 1973 fueron serviles al imperialismo y a la
gran burguesía y en cambio las Fuerzas
Armadas venezolanas han sido leales a su pueblo y al proyecto progresista que
impulsa ese gobierno.
En aras del respeto a la historia de los pueblos de América
Latina lo digno hoy es cerrar filas contra los sediciosos de siempre y defender
intransigentemente al gobierno legítimo
de Venezuela. Lo contrario es una vergüenza mayúscula.
eduardocontreras2@gmail.com
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