Por Ilka Oliva Corado
Hubiera resultado tan fácil que Cristina al siguiente día de
terminado su mandato presidencial en Argentina, agarrara sus tiliches y se
largara al extranjero; total que había cumplido lo que le correspondía como
jefa de gobierno. Lo mismo hubiera hecho Dilma cuando le dieron el golpe de
Estado, lo más fácil: largarse y no voltear atrás. Pero se quedaron y no para
estar de brazos cruzados, lo mismo que Lula que no ha parado un día.
Ejemplos claros de
convicción y de la responsabilidad histórica como seres políticos en un tiempo
en el que la mayoría dobla las manos. Es medular, la conciencia política no se
aprende, nace la conciencia del día a día cuando uno se pone en los zapatos del
otro.
El ejemplo de Venezuela, en medio de una crisis política
constante, porque esto es de todos los días, desde que llegó Chávez al poder;
Maduro en lugar de renunciar y largarse, sorprendió con una Asamblea Nacional
Constituyente que a muchos los dejó desculados. Cosa que exigen los pueblos de
América Latina a los gobiernos neoliberales que los reprimen. Jamás se verá a
un presidente de corte neoliberal, llamar a una Asamblea Nacional
Constituyente. Y mucho menos obrera y feminista como lo dijo el mismo Maduro.
Palabras poderosas que abren una brecha
en materia de derechos de género.
Un ejemplo vital de resistencia es el pueblo ecuatoriano que
votó de nuevo en apoyo a la Revolución Ciudadana, respaldando con esto el
proceso iniciado por Rafael. Un ejemplo de lucidez, de agradecimiento y de
fuerza colectiva, porque esto lo que dice al mundo es que Ecuador está
dispuesto a defender lo que tanto trabajo le ha costado reconstruir. Recordemos
que somos pueblos mancillados milenariamente y que hablar de progresismo y
llevarlo a la acción es una obra titánica. Más difícil aún es lograr su
permanencia. Ecuador con esto nos dictó cátedra.
Bolivia con su presidente indígena sigue afrontando el
estigma milenario del racismo y abriendo paso al respeto y admiración por la
resistencia de los Pueblos Originarios. Mucho debemos aprender de este triunfo
histórico de la identidad sobre la exclusión. Nos han enseñado a avergonzarnos
de lo que somos milenariamente y con esto nos han debilitado como
latinoamericanos hermanos.
Cada vez que un pueblo elige a un presidente de corte
neoliberal, perdemos todos. Perdemos en materia de Derechos Humanos, justicia,
educación y salud, perdemos en identidad y progreso. Porque un sistema
neoliberal lo único que lleva a los pueblos es la destrucción total y con esto
la represión, el hambre y las migraciones forzadas.
Cada vez que los medios de comunicación nos digan que en
Venezuela hay dictadura y que Maduro es el opresor, pensemos en México, en
Guatemala, El Salvador y Honduras. Palpemos la realidad de Panamá, Chile y
Colombia, la tragedia de Perú y Paraguay. Países a los que las dictaduras
capitalistas han dejado en los puros huesos, sin moral, identidad y dignidad.
Entonces tengamos la capacidad y la responsabilidad de analizar las distintas
realidades para tomar nuestro lugar en la historia y lo que nos corresponde
políticamente desde nuestros lugares. Cuando nos digan que el progresismo es
populista, creámoslo porque lo es, el progresismo es pueblo.
Cuando nos digan que Venezuela necesita inmediatamente ayuda
extranjera y que por eso Estados Unidos invadirá para salvar a ese pueblo,
pensemos en lo que ha quedado en América Latina de esas invasiones
estadounidenses. Venezuela no necesita ser salvada, se vale por sí misma, cosa
que no han logrado la mayoría de países latinoamericanos.
Cuando nos bombardeen con noticias falsas sobre Venezuela,
olfateemos la urgencia por convencernos de lo que nos venden. ¿Quiénes saldrán
beneficiados con una invasión? ¿El pueblo o las oligarquías? No tenemos que ser
revolucionarios, ni de izquierda ni ser afines a Maduro para defender la
soberanía de Venezuela, solo hay que tener sentido común y dos dedos de frente.
Vayamos un poquito más allá y dejemos la pereza, busquemos
en el mapa a Argentina, realidad próxima de lo que es capaz de hacer el
neoliberalismo cuando el pueblo vota equivocadamente. Cuando no tiene una
ideología política bien definida y cuando es mal agradecido. Ahora busquemos a
Brasil y veamos el retroceso de 30 años que Temer ha hecho desde el golpe de
Estado a la fecha.
Veámonos ahora frente al espejo, nuestro país, ¿cómo está
nuestro país en materia de Derechos Humanos, educación, salud, infraestructura,
medio ambiente? ¿Quiénes nos gobiernan?
El progresismo no es la receta perfecta, no existe la receta
perfecta. El cambio lo hacemos todos, cuando creamos políticas de inclusión y
para eso debemos escoger muy bien a quién colocamos en el gobierno. No
esperemos que los presidentes progresistas borren más de 500 años de opresión,
desfalcos y genocidios. Ellos son parte de la reconstrucción de lo que nos
dejaron, pero no lo pueden hacer todo solo, curar herida llevará décadas y
algunas son incurables, forman parte de nuestra Memoria Histórica y colectiva
para que no se vuelvan a repetir.
Cosa contraria ofrecen los gobiernos neoliberales, la
continuidad de los genocidios, masacres, ecocidios, desapariciones forzadas y
pobreza extrema.
La resistencia es todos los días, en todos lados: leyendo,
cuestionando, observando, despertando, tomando acción. Porque no hay otra cosa
más que resistir, resistir y resistir, hasta que salga el sol.
contacto@cronicasdeunainquilina.com
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