Por Norma Estela Ferreyra:
Dijo Yorgos Mitralias (periodista griego) “Cuando los de
arriba declaran la guerra social a los de abajo, la democracia se convierte en
un lujo reservado a la oligarquía… pero también en un grito de guerra de los
oprimidos”
Más allá de esta frase tan bien formulada debo agregar que,
para que se produzca tal conversión, primero se requiere que haya democracia,
como tampoco puede hablarse de su decadencia cuando no existe, cuando ni
siquiera ha sido escrita esa palabra, en ningún precepto constitucional. Y
entonces, sólo constituye un engaño, a voces. Nuestra Carta Magna, así como
tantas otras copiadas de otros países dominantes, hablan de república
representativa y no de democracia, de manera que no nos confundamos. Muy
diferente fue el sistema griego que, precisamente, fue el que se pretendía
combatir con estas Constituciones, que rezan “ el pueblo no delibera ni
gobierna sino a través de sus representantes” Una verdadera falacia, porque
Grecia pudo demostrar por más de 200 años, que el pueblo deliberaba y
gobernaba, con representantes que debían hacer lo que ellos decidían.
Tenemos una Constitución, cuya parte dogmática preserva los
derechos oligárquicos, o sea, de desigualdades incomprensibles, que consagró el
poder del Ejército, la influencia de la Iglesia Católica, el poder de la
propiedad privada para asegurar las
grandes extensiones de tierras que fueron arrebatadas a los pueblos
originarios, por los piratas empresarios
y capitalistas de la época, que también llegan hasta nuestros días a través de
sus descendientes. Todo ello explica la inserción de las fuerzas políticas que
nos han gobernado desde entonces, materializadas en el clásico bipartidismo, es
decir, una derecha retrógrada, autoritaria, trasnochada y una
"izquierda" timorata, que bajo el pretexto de la crisis económica, no
han hecho más que caminar en la misma dirección. Hay que decir que, en el desmontaje del Estado del Bienestar, se
produce la privatización de los grandes sectores económicos estratégicos y las
limitaciones en los derechos fundamentales y
las libertades públicas. Todos somos, sin duda, mercancías de políticos y banqueros.
Así comienza el funcionamiento de los 3 Poderes, supuestamente,
establecidos como independientes y soberanos, pero que se van transformando en
otra cosa. El Poder Judicial, se convierte en una Dinastía Superior, ya que sus
decisiones son libres y su actuación se hace perpetua en el tiempo, cuasi como
una Monarquía. Sin embargo, pueden ser
presionadas por los otros poderes. El
Legislativo que amenaza con el Juicio Político y el Ejecutivo que presiona a
los dos anteriores. Ninguno puede ser independiente. El derecho al veto del
Ejecutivo, es otro engendro inconcebible. Además, los poderes republicanos no
responden al pueblo sino a los partidos políticos, a que pertenecen. Otra cosa
increíble: ¿No deberíamos votar a los ministros? Claro, así no nos pasaría, lo
que nos sucede en la Argentina de Mauricio Macri, donde el presidente vacaciona
mientras sus Ministros nos hunden en un pantano, sin resurrección.
Como dije, nuestro sistema es una república representativa,
palabrita en donde radica la trampa,
porque no ha sido ni república ni representativa del pueblo que vota,
sino de los partidos que se ubican entre los representantes y representados.
Las grandes formaciones políticas desconocen
los verdaderos anclajes de una democracia real, tales como la democracia
participativa, la democracia decisoria, la democracia revocatoria, o la
democracia económica, por citar sólo algo. Cuando las fuerzas políticas emergentes plantean cambios
constitucionales profundos, en seguida son subliminalmente ignorados por las
grandes fuerzas políticas, ancladas en el búnker y la dependencia hacia los
poderes económicos que las mantienen.
De la Constitución se hace hoy una sola lectura, interesada,
parcial, limitada y unidimensional, conservadora y con partes rígidas, que no
permiten que podamos disfrutar de un marco constitucional que avance en la
consecución y el desarrollo de muchos buenos principios que se contienen en
ella. Sin ir más lejos, habría que desarrollar no sólo las características para
un marco de convivencia federal, o de respecto a la plurinacionalidad del
Estado, sino también recoger todos los derechos humanos emergentes, y
desarrollarlos mediante normativas que los consagraran y protegieran.
Ya no disfrutamos de una educación pública con prestigio, ni
de una sanidad universal y gratuita, porque pretenden aniquilar el sistema
público, ya que primero lo degradan, premeditadamente, no hay peor cosa, dicen, que la salud y la educación
pública, luego aparece el negociado de la educación y la salud privada, que
aparte de ser muy costosas, son de inferior calidad que las públicas, pero
nadie lo sabe, ya que creerán en la publicidad del desprestigio, y pensarán que
el dinero es para hacerlas mejor, de todo aquello que es gratis. Aniquilan el
sistema de pensiones, empobreciendo gradualmente a los presentes y futuros
pensionistas. Si a ello le sumamos la ausencia de redes públicas de protección
social, los despidos, el paro galopante, la precarización laboral, el
endurecimiento de las prestaciones por desempleo, y los índices crecientes de
pobreza, llegamos a la conclusión de que "lo social" es una ilusión
en nuestros países. Por otra parte, la corrupción política e institucional
acampa a sus anchas, constituyendo nuestra decadente realidad cotidiana.
Asimismo, el Estado de Derecho deja mucho que desear, habiéndose instalado la
percepción ciudadana de que la Justicia no es igual para todos, de que cada vez
está más politizada, y de que las estructuras del Poder Judicial favorecen de
forma descarada a los más poderosos. El Estado de Derecho se ha convertido más
bien en un Estado policial y represivo, recordándonos los viejos
comportamientos de épocas anteriores de nuestra historia. La criminalización de
las movilizaciones ciudadanas, así como de las legítimas protestas de los
sectores más desfavorecidos, están poniendo de manifiesto que la lucha de
clases se ha vuelto más cruenta que nunca. Evidentemente, los moldes
democráticos se resienten con todos estos factores en su contra, que son los
que precisamente determinan la potencia y autenticidad de una democracia real.
Necesitamos por tanto desarrollar un nuevo Proceso
Constituyente que deje atrás esta "democracia, que no lo es", que
reconozca la legitimidad constituyente del pueblo. Una nueva Constitución para
un nuevo proyecto de país, para una democracia verdadera, amplia, total y completa,
comprometida con los intereses de la inmensa mayoría social, hoy día
secuestrados por un Estado condicionado por los espurios intereses de las
grandes empresas transnacionales y de los poderes financieros.
Y es que hoy, seguimos incumpliendo con total descaro leyes,
convenios, tratados y normas internacionales (sobre derechos humanos, sobre
torturas, sobre memoria histórica, etc., y sin embargo, aquí no pasa nada.
Vivimos en una sociedad que aún no ha llegado a comprender que no podemos tener
democracia verdadera, si aún tenemos gente enterrada en fosas comunes, o a ciudadanos que aún siguen buscando su
identidad o si la gente es torturada en
dependencias policiales o detenida, procesada y encarcelada por defender las
luchas y conquistas obreras, los derechos humanos, la paz o la justicia, o si
no se les garantiza a las personas la satisfacción de sus necesidades básicas.
No podrá existir democracia mientras las fuentes de trabajo y de vida sigan
siendo potestad y propiedad de una minoría. En definitiva, no podemos afirmar
que disfrutamos de un sistema democrático si aún poseemos todas estas carencias
sociales. Por eso , señores: ¿De qué democracia me hablan?
normaef10@hotmail.com
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