Por Katherine Castrillo
El 5 de agosto de 1999, Hugo Chávez lideró la primera sesión
de la Asamblea Nacional Constituyente, en una Venezuela que, dijo, “se levantaba
sobre sus cenizas”. El llamado a una Asamblea Nacional Constituyente entonces
se dio bajo la premisa de “una verdadera emergencia nacional”, y se activó para
evaluar y reimpulsar todos los poderes constituidos y las instituciones
“dispersas, maniatadas, sin vida propia”, como la Fiscalía y el Ministerio
Público, crear una República democrática y libre, soberana y contra toda
injerencia de poderes extranjeros, económicos y políticos.
Chávez dio el salto, aquella evaluación, las propuestas, la
invención de modelos económicos propios, la instalación del bolivarianismo y la
idea robinsoniana como hegemonía contra el dogma neoliberal, se daría por
primera vez de mano del pueblo: “La vuelta al pueblo es el único combustible de
la máquina de la historia”, dijo.
¿Qué significó? La activación de todos los mecanismos
democráticos fundamentales: dar la discusión en asambleas populares, en los
barrios, en el campo, en las fábricas. El pueblo ante la posibilidad de
iniciativas de leyes, consultas populares, “un instrumento de construcción, de
protagonismo y de democracia verdadera, de participación efectiva, vital para
construir un país, un rumbo, un proyecto”.
Casi dieciocho años después, el presidente Nicolás Maduro
vuelve a hacer el mismo llamado, después de dieciséis semanas en las que
insistió en llamar a la oposición a un espacio de diálogo. Dieciséis semanas en
las que los líderes de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) se negaron o dejaron
el debate a la mitad, y desde finales del mes de abril convocaron a protestas
que dejaron como resultado el ataque a un hospital materno infantil, incendios
de unidades de transporte público, ataques a urbanismos de la Gran Misión
Vivienda Venezuela, y casi una treintena de personas asesinadas por grupos
desconocidos mientras culpaban a organizaciones chavistas, creando una matriz
mediática de que el Gobierno está masacrando a opositores pacíficos.
El 1 de mayo del 2017 la historia de Venezuela da un nuevo
giro: la convocatoria a la conformación de la Asamblea Nacional Constituyente
(contemplada en el artículo 347 de la Constitución) de parte del propio
presidente Nicolás Maduro. La Constituyente como figura que da poder al pueblo
para “transformar el Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y redactar
una nueva Constitución”.
“¡Hoy, 1 de mayo, anuncio que en mis atribuciones
presidenciales como Jefe de Estado convoco al poder constituyente originario
para que la clase obrera y el pueblo en un proceso nacional constituyente
convoque a una Asamblea Nacional Constituyente (…) ¿Quieren diálogo? Poder
Constituyente, ¿quieren paz? Poder Constituyente, ¿quieren elecciones? Poder
Constituyente”. Un poder profundamente obrero, comunal, misionero, campesino,
feminista, de la juventud, de los estudiantes, indígena, y sin partidos
políticos, sin élites. Así lo caracterizó el Presidente.
Maduro recoge la esencia del proceso Constituyente de 1999:
crear, como la llamó Chávez, una “Asamblea originaria” que permita “recoger la
expresión del momento nacional”, uno de los momentos de coyuntura más difíciles
que ha atravesado el país desde que se inició la construcción de un modelo
emancipa torio y de protagonismo popular.
Entre las primeras propuestas que ya fueron anunciadas por
el presidente Maduro, está dar carácter constitucional a las misiones y grandes
misiones sociales que han garantizado, por ejemplo, acceso a la vivienda (Gran
Misión Vivienda Venezuela), la transformación y dignificación integral del hábitat
en los barrios (Misión Barrio Nuevo, Barrio Tricolor), atención médica pública
y primaria en las zonas populares (Misión Barrio Adentro Salud), acceso a
productos alimenticios a bajos costos, especialmente para la población de
escasos recursos económicos (Misión Alimentación), para evitar las tentativas
de su eliminación a través de la actual Asamblea Nacional, constituida por
mayoría opositora. También está la propuesta de crear un capítulo que resguarde
a la juventud contra la privatización de su derecho al trabajo, la vivienda, la
educación, la cultura, la tecnología.
Una Asamblea originaria, sí, para conducir un nuevo proceso
de transición, para llevar adelante la inmensa tarea de profundizar el
protagonismo de las bases en la construcción del Estado Comunal, para dar la
batuta a la fuerza obrera para el empoderamiento de las fábricas, para asumir
este como el instante significativo para dar más y mejores alternativas ante el
modelo rentista petrolero y lograr la estabilidad política y económica. “Para
ganar la paz, para vencer el Golpe de Estado”.
Se elegirán quinientos constituyentes: 250 vendrán
propuestos por la base obrera, misiones y movimientos sociales, y los otros 250
serán electos a través de voto directo y secreto.
Mientras la oposición sigue acusando que Venezuela vive una
dictadura, y más llamados opositores que terminan en movilizaciones vandálicas
y violentas, de este lado se siguen activando espacios de demostración del
protagonismo del poder popular.
Como dijo Chávez en el 1999, parafraseando a Shakespeare,
tras ser acusado de tirano mientras convocaba a la Asamblea Constituyente
Nacional: “Sopla viento fuerte, sopla tempestad, que tengo Asamblea para
maniobrarte”.
alemur47@yahoo.com.ar
Necesito y quiero ser optimista, me complace saber que la verdad verdadera no solo la tiene el pueblo venezolano que ama la paz y la democracia sino también hombres y mujeres de otros países que no se dejan llevar por las mentiras de la oposición venezolana que está al servicio y bien pagada por el imperio. Mil gracias por su excelente comentario.
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