El imperio seguirá diciendo que es la mayor democracia del
mundo. Gane Trump o gane Biden, esa propaganda tan falsa seguirá difundiéndose.
Parece la capital del “gatillo fácil”.
EE UU confirma que su racismo y la discriminación, con más
la represión y el “gatillo fácil”, son de los más ominosos del mundo. Esto
contradice su fama de ser la primera democracia, una mentira alta como las
Torres Trump, que las agencias de prensa internacional distribuyen como verdad.
La fase más reciente de esa represión comenzó el 25 de mayo,
cuando policías de Minneapolis, Minnesota, golpearon a un afroamericano, George
Floyd, de 47 años. Uno de ellos lo asesinó tras apretarle el cuello con su
rodilla durante varios minutos. La víctima estaba indefensa y decía “no puedo
respirar”.
Ese asesinato desató una oleada de protestas en esa ciudad y
decenas de otras ciudades y estados, duramente reprimidas por las policías
locales y fuerzas federales enviadas por el discriminador número 1 y gran
protector de la policía, Donald Trump. Ya en marzo tres policías blancos habían
asesinado en Louisville, Kentucky, a una técnica médica de emergencia, Breonna
Taylor, afroamericana de 26 años.
Cuando el nivel de las protestas llegó a su cima, el magnate
decidió sacar las Fuerzas Armadas a la calle a reprimir a la población, algo
inédito en la seudo democracia del Norte. Al final no lo hizo porque los jefes
castrenses estuvieron en desacuerdo. Eso sí, las fuerzas federales de varias
agencias fueron enviadas a reprimir en algunos estados, incluso contra la
opinión de sus gobernadores.
Al calor de esas movilizaciones combativas y multirraciales,
que en muchos casos se enfrentaron cara a cara con la policía, volvió a
aparecer con más fuerza el movimiento “Black Lives Matter” (Las vidas negras
importan). El vigor de esta etapa fue hasta ahora el mayor de su historia,
abarcando a políticos, intelectuales, atletas, músicos, activistas, artistas y
muchísima gente común.
La bandera principal cuestiona la represión a la población
afroamericana y tuvo la activa participación de muchas personas blancas. La
solidaridad fue pariendo un frente amplio multirracial contra el neonazi de la
Casa Blanca.
Aquel nombre del movimiento indica que es una lucha que
viene de lejos pues esa denominación nació en 2014, cuando el policía blanco
Darren Wilson asesinó en Ferguson, Missouri, a Michael Brown, afroamericano.
Después murieron Trayvon Martin y Eric Garner y allí surgió el “Black Lives
Matter” que seis años más tarde se hizo tan conocido a nivel internacional.
Otra vez
Lo detonado el 25 de mayo pasado en Minneapolis sigue
expresándose en las calles. Ni siquiera lo frenó el riesgo de contagio en una
pandemia que, en buena medida por las políticas laxas y anticientíficas de
Trump, ya lleva infectados a 6 millones de personas en EE UU con algo menos de
200.000 muertos.
Este aspecto es digno de reflexión: tiene que haber mucha
conciencia y mucha bronca acumulada para que miles de personas salgan a la
calle a manifestar, con ese alto riesgo de contagio. Esas personas saben que la
policía de Trump y los siglos de discriminación racial son quizás más
peligrosos que el COVID-19. Pero salen lo mismo y arriesgan sus vidas
doblemente: ante el virus y frente a los patrulleros que asfixian con gases o
con rodillas en tu cuello o te disparan por la espalda invocando de hecho la
doctrina de un colega sudamericano, Chocobar, patentada “made in USA”.
Confirmando que ese “gatillo fácil” es doctrina oficial y no
un disparo casual, el 23/8 otro afroamericano, Jacob Blake, de 29 años, fue
baleado de atrás por dos policías, cuando entraba a su auto, donde estaban tres
hijos menores. Si bien la víctima no murió ha quedado con su mitad inferior del
cuerpo inmovilizado por 7 tiros. Sucedió en Kenosha, Wisconsin, y fue como
arrojar otra vez nafta al incendio no apagado de Minneapolis. Lejos de
apaciguarse un poco, un joven racista en Kenosha mató a otras dos personas y un
tercero fue gravemente herido.
Por eso hubo una vuelta masiva a las calles en esa ciudad y
en varias más, con críticas renovadas a la brutalidad policial y la
administración Trump, que le hace de paraguas.
Enlazando más una historia dramática con otras, la familia
de Blake tendrá el abogado de derechos civiles Benjamin Crump, el mismo que las
familias de George Floyd y Breonna Taylor.
Hablando de historia. Muchos creen que el gesto de la
rodilla en tierra, en homenaje a Floyd, nació ahora. No. En 2016 Colin
Kaepernick, un hijo de afroamericano y jugador profesional de fútbol americano,
en conexión con “Black Lives Matter”, tuvo ese gesto en un partido oficial
mientras sonaba el himno estadounidense. Lo dejaron libre y nunca más pudo
jugar en la Liga.
Nuevas técnicas represivas
En los meses transcurridos entre el crimen de Floyd y la
balacera a traición contra Blake vienen siendo denunciadas nuevas técnicas
represivas. A los estadounidenses les resultan novedosas, pero en muchos países
latinoamericanos son moneda corriente. Los manifestantes alertan contra
operativos federales que operan con vehículos en muchos casos no identificados,
con agentes que tampoco se identifican. Y sin ninguna orden de aprehensión
apresan en la calle a personas, las reducen con amenazas de muerte, las golpean
y se las llevan secuestradas. Luego de tenerlas detenidas e incomunicadas
varias horas, las dejan en libertad. ¿Y el Estado de Derecho?
Estos procedimientos se denunciaron en Resumen
Latinoamericano y el periódico Mundo Obrero, sobre sucesos ocurridos en
Portland (Oregon), Seattle (Washington), Austin (Texas) y Louisville
(Kentucky), las más activas en las protestas en julio pasado. Ahí se volvieron
a escuchar consignas como “no hay justicia, no hay paz”, “¡No puedo respirar!”
“¡Así es como luce la democracia!”, que denotan una creciente politización del
movimiento. No sólo insultos volaron hacia los agentes armados; también algunas
botellas y botellas que no son del calibre criminal que usa esa yuta.
Frente a los sucesos de Kenosha, al menos el candidato
presidencial demócrata ungido el 19 de agosto, Joe Biden, reclamó una
investigación. En cambio, Trump, en la convención virtual republicana que lo
proclamará como aspirante a la reelección, guardó silencio. Su opinión sobre
los negros es de total desprecio. Hace unos días se filtró un audio donde se
alegraba de que en los comicios de 2016 la participación de la comunidad negra
había sido sido baja. “Fue casi tan bueno como si votaran por mí. Fue genial”,
decía la bestia platinada. Así opinaba de los afroamericanos, que son el 13 por
ciento de la población total.
El 3 de noviembre se vota en EE UU. Ahí se verá si los
votantes tienen memoria y si sienten el mal de bolsillo, pues 42.6 millones ya
tuvieron que pedir el subsidio de desempleo.
ortizserg@gmail.com
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