Por Emilio Marín:
Despidos masivos y justificaciones mentirosas
El martes 26 comenzó el paro de trabajadores de la agencia
Télam, buscando impedir los 354 despidos. El ajuste en Télam es la prueba del
amor entre Macri y el FMI.
En la agencia nacional Télam trabajaban 878 personas. La
mitad fue cesanteada. El 26 de junio cuando iban entrando a Bolívar 531
quedaban con la ñata contra el vidrio porque se les rechazaba su huella
digital. Los telegramas de despidos fueron llegando después a sus domicilios.
Primero el ajuste y la carnicería, después las formas y cuestiones legales,
leguleyas bah.
Esa falta de comunicación añadió más dolor a las víctimas.
No les hablaron de frente ni les dieron las gracias por 20 o 30 años de
servicio, informando al país. Los despidos son un golpe de nockout para los 354
periodistas, fotógrafos y empleados que se quedan sin su ingreso, algo muy duro
en las condiciones de recesión con inflación y pérdida de miles de empleos
hasta admitidos por el Indec macrista.
Esa es una tragedia. También implica un golpe severo a los
2.800 abonados, entre ellos medios pequeños y medianos de Capital e interior
que no tienen la espalda de Clarinete. Esas Pymes y cooperativas recibían los
despachos, fotos y videos de Télam (el sector audiovisual nació con Cristina
Fernández de Kirchner). Ahora esos envíos seguirán, pero en menor cantidad y
apego a la verdad pues estarán guiados por el miedo de los sobrevivientes o el
libreto de gerentes.
Los despedidos son 354. Uno de los delegados, ayer en “Nada
del otro mundo”, FM 102.3 de Córdoba, dijo que había 3 más: dos lo habían sido
por escribir contra las LEBAC. Fueron casos de censura, deleznable método que
los ingenuos creen que no existe en democracia. Seguro que muchos otros nombres
entraron al círculo infernal por haber escrito despachos similares a esos
contra las LEBAC. Es una revancha patronal y gubernamental.
La excusa del presidente de la agencia, Rodolfo Pousá, fue
que había una plantilla sobredimensionada. Y que se despidieron a quienes
habían tomado una actitud “muy ideológica”, crítica del gobierno. Él estaba
ahorrando “plata de todos”. Conceptos similares utilizó su jefe en el sistema
de medios, Hernán Lombardi, para quien los despidos significaban una victoria
del verdadero periodismo.
Esa última afirmación debería pagar el copyright a Alfonso
Prat-Gay y su tristemente célebre justificación de que los despidos sacaban “la
grasa militante”. Confirmado. El oficio de estos funcionarios es la carnicería.
Socios Macri y Lagarde
Entre los 878 empleados de Télam podía haber gente al pedo,
para hablar mal y pronto. Por ejemplo los 120 que hizo entrar Macri, en su
mayoría gerentes de altos sueldos y poca disposición al trabajo.
Aun así, no era una planta sobredimensionada. Pousá ya había
echado a 300 trabajadores en su anterior gestión delarruísta. Ahora lo hizo de
nuevo, a pesar que en esta segunda etapa había manifestado en un reportaje a
Pablo Sirven que su sueño era hacer de Télam una nueva BBC (esta agencia
británica tiene 21.000 empleados).
En su gestión 2000-2002 Pousá entró como funcionario
político, sin concurso, pero al irse hizo juicio al Estado y cobró una
indemnización de 229.476 pesos-dólares. ¿Este tipo habla de cuidar “la plata de
todos”?
Las personas pueden cambiar para bien y merecen otra
oportunidad. Pero Pousá entrevistaba al general Roberto Eduardo Viola en 1978 y
bromeaba con él, tirando “centros a la olla” para que cabeceara el genocida.
Entre 1983 y 1992 fue gerente de noticias de Canal 13, el tentáculo de Héctor
Magnetto. De allí fue a Télam con el presidente de la Alianza que se ufanaba de
dar buenas noticias. Con Macri volvió para destrozar la agencia oficial.
La culpa no se agota en ese mediocre. Sube por la escalera
del poder hacia Lombardi y escala hasta Marcos Peña y Macri, deteniéndose en
Christine Lagarde, del FMI, que cogobierna en Argentina junto a los monopolios
y banqueros.
Para quienes guarden alguna duda sobre el acuerdo anunciado
el 20 de junio, los 354 despidos en Télam menos de una semana después la deben
haber aclarado.
La maniobra tiene tres objetivos.
Uno, “bajar el gasto público”, achicando la plantilla y
operaciones de Télam, cumpliendo con la letra macri-fondomonetarista.
Dos, desmoralizar e infundir el miedo en el periodismo y
medios de comunicación, para que no cundan las críticas al modelo. Este viene
fracasando como mezcolanza de recesión, inflación, tarifazos, corrupción,
endeudamiento, represión y dólar a 30 pesos que puede subir aún más.
Tres, achicar Télam para que crezcan más Clarín, La Nación,
Infobae, Canal 9, La Cornisa y demás medios y periodistas serviles del poder,
con sus respectivas pautas oficiales millonarias que Télam ya no auditará. No
es casual que en junio del año pasado Nicolás Wiñazky (TN) reclamara la cabeza
de “200 trabajadores kirchneristas que aún se desempeñan en la agencia”.
Dentro de lo malísimo de esta situación, lo bueno es que
está uniendo más a los comunicadores. El 3 de enero pasado hubo por primera vez
una asamblea y movilización conjunta de los trabajadores de Radio Nacional, la
Televisión Pública y Télam, ante el ajuste inminente.
Sipreba y sus delegados vienen estando a la altura de las
duras circunstancias, movilizando como gremio el miércoles 27 ante las oficinas
de Lombardi en el CCK, custodiadas por centenares de agentes policiales.
Los periodistas de Télam fueron a Plaza de Mayo y se unieron
a las Madres de Plaza de Mayo el jueves 28. Y también estuvieron con los
encadenados familiares de los 44 marinos del ARA San Juan.
Esta vez no fueron a buscar la noticia ni hacer sus fotos y
crónicas. Fueron a dar fuerzas a las víctimas del macrismo y el FMI, y a darse
fuerzas ellos mismos, que también lo son.
ortizserg@gmail.com
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