Por Juan Hernández Zubizarret:
Las causas de los desplazamientos humanos
La denominada crisis de las personas refugiadas no es
espontánea, ni coyuntural, ya que está vinculada a múltiples motivos
estructurales que sustentan el modelo económico y social de dominación, lo que
implica abordarla desde su raíz o los dramas humanos que provocan los
desplazamientos forzados no se van a detener. Son millones de personas y
pueblos los que emigran por causas climatológicas y por el modelo y proyectos
de desarrollo capitalista y heteropatriarcal.
El neocolonialismo es la forma actualizada de dominación de
los países enriquecidos sobre los países del Sur Global. Conviene tener
presente que los mitos contra las personas refugiadas y migrantes en los que se
fundamenta -en parte- la xenofobia y el racismo, se sustentan en afirmaciones
falsas como las que siguen a continuación: “nos quitan el trabajo”, “son
delincuentes y terroristas”, “se aprovechan de nuestras ayudas sociales”, “nos
invaden”, etc. Son premisas que no tienen en cuenta, entre otras muchas
cuestiones, las formas actuales del neocolonialismo.
El Global Financial Integrity (GFI) 1/ ha calculado que
todos los recursos financieros que se transfieren entre países ricos y los
países empobrecidos cada año incluyendo los fondos de cooperación al
desarrollo, la inversión extranjera, los flujos comerciales, las transferencias
no financieras como la cancelación de la deuda, las transferencias unilaterales
como las remesas de las personas trabajadoras, y las fugas de capital no
declaradas, nos muestran una ecuación incontestable, el flujo de dinero de los
países ricos hacia los países pobres es infinitamente menor al establecido en
sentido inverso. Es decir, los países empobrecidos entregan dinero a los países
ricos, según datos de 2012, los países del Sur Global enviaron 2 billones de
dólares más al resto del mundo de lo que recibieron. Desde 1980 al 2012 el GFI
ha calculado que los países empobrecidos perdieron un total de 13.4 billones de
dólares a través de la fuga de capitales. Los 48 países del África subsahariana
recibieron en 2015, 161.600 millones de dólares del exterior y enviaron fuera
de sus fronteras 203.000 millones mediante la repatriación de beneficios de las
empresas transnacionales o evasión ilegal del dinero fuera del continente 2/.
Los desplazamientos forzados tienen una relación directa con
los datos enunciados. La asimetría económica tan expresa y tan evidente, ¿puede
ser respondida con fronteras que dividen a la “civilización” de la “barbarie”?
¿Quién es quién? ¿Quién le debe a quién?
Por otra parte, el capitalismo es estructuralmente muy
violento y pretende acaparar “mucho” en muy “poco tiempo”. Las personas se
convierten en una mercancía más, y por tanto, susceptibles de ser desechadas,
lo que implica situar a la mercantilización de la vida en el vértice de la
jerarquía normativa.
Existe, además, una gran acumulación de riqueza en muy pocas
manos, frente a un gran acopio de pobreza en muchas otras. Por eso, la idea de
estabilidad se vincula con la seguridad que necesitan los recursos mundiales
para que lleguen al Norte, pero no con los desplazamientos de las personas
migrantes pobres. Este es la idea fuerza que “justifica” los desplazamientos
forzados y que afecta al núcleo central del problema, son millones las personas
que huyen de la miseria generada por un sistema económico y político
objetivamente injusto.
Explotación
El mecanismo clásico del capital para apropiarse de la
plusvalía sigue siendo la explotación de la mano de obra que se produce en el
mercado formal y en el informal, y que mantiene la división sexual del trabajo,
las cadenas globales de cuidados y el trabajo reproductivo realizado
gratuitamente por las mujeres y que, ahora en gran medida, ejecutan las mujeres
inmigrantes. El desempleo, la pérdida del poder adquisitivo de los salarios, de
las pensiones, etc. son efectos permanentes del modelo neoliberal que sitúa la
precariedad en el centro de las relaciones laborales. Además, esta explotación
viene acompañada de fenómenos emergentes, como la trabajadora o trabajador
pobre, un fenómeno que es habitual en América Latina y en África, pero menos
conocido en Europa.
El índice global de los derechos sociales de la
Confederación Sindical Internacional de 2016 3/, ratifica la nefasta situación
por la que pasan los derechos de los trabajadores y trabajadoras. Veamos
algunos datos: en lo que respecta a los derechos fundamentales en el trabajo,
la región de Oriente Medio y el Norte de África sigue siendo la peor del mundo.
En los países del Golfo, la gran mayoría de los trabajadores y trabajadoras,
concretamente los migrantes, están excluidos de las protecciones básicas que
aporta la legislación laboral, señala el informe.
De acuerdo con el índice, los trabajadores y trabajadoras
quedan excluidos del derecho a la libertad sindical en el 58% de los países y
las personas trabajadoras no pueden ejercer el derecho de huelga en el 68% de
ellos. Un mero ejemplo, 3.000 trabajadores y trabajadoras han sido despedidos
en Indonesia hace unas semanas por la compañía estadounidense Freeport-McMoRan
en la mina de cobre y oro Grasberg en Papúa Occidental; la razón, ejercer su
derecho a la huelga.
En la Unión Europea más de 122,3 millones de personas, un
24,4% de la población se encuentran en riesgo de pobreza y las migraciones
internas entre los países europeos se sustentan en el dumping social y laboral.
Es decir, las bajas condiciones laborales se convierten en un elemento
fundamental de la competitividad entre empresas y países del continente
europeo. Por ejemplo, el último informe de Labour Behin The Label alerta de las
condiciones laborales de personas trabajadoras del calzado en Albania, Bosnia,
Macedonia, Polonia, Rumania y Eslovaquia. Más de 120.000 personas se ven
afectadas por condiciones laborales muy precarias, donde los bajos salarios, la
discriminación sexual, las horas extraordinarias no remuneradas y los riesgos
para la salud forman parte de las relaciones laborales cotidianas.
El informe mencionado analiza, en relación al Salario Mínimo
Interprofesional (SMI), que “un albano cobra una quinta parte del SMI alemán:
apenas 0,80 euros por hora trabajada. Según la investigación, uno de cada tres
trabajadores de este sector cobra menos de 121 euros al mes. Esta cifra
asciende a 163 euros en Macedonia, aunque los empleados del calzado apenas
alcanzan los 145 euros. La situación en Bosnia (0,92 euros por hora trabajada),
Rumania (0,88), Polonia (1,81) y Eslovenia (2,01) tampoco es mucho mejor”.
Esta práctica se encuentra generalizada en sectores como la
construcción, transporte, industria cárnica, asistencia social y trabajo
doméstico. Y todo ello está avalado en el seno de la Unión Europea, al menos,
por la directiva comunitaria sobre el desplazamiento de trabajadores efectuado
en el marco de la prestación de servicios, que legaliza la explotación de las
migraciones internas entre trabajadores y trabajadoras de la UE. Sus derechos
se encuentran subordinados a la libertad de las empresas para prestar
servicios.
La multinacional IKEA subcontrata empresas de transporte
para la distribución de sus productos a lo largo de toda Europa y estas
empresas están ubicadas en la mayoría de los casos en países del Este que, a su
vez, contratan los servicios de trabajadores de Rumanía, Moldavia, Bulgaria,
etc. Estos trabajadores comen, duermen y viven en los camiones por salarios
cercanos a los 150 euros al mes.
Por otra parte, la Asociación de Trabajadoras de Hogar de
Bizkaia del Estado Español ha confirmado que del total de trabajadoras de
Hogar, “un 41,77% son extranjeras no comunitarias, un 30,49% autóctonas, un
26,61% personas con doble nacionalidad y un 2,13% extranjeras comunitarias.
Entre las trabajadoras internas, el porcentaje de extranjeras no comunitarias
se eleva al 72,02%. Siete de cada 10 internas (71,56%) trabajan más de las 60
horas semanales que estipula la ley y casi un tercio (29,36%) no tiene ningún
descanso diario, entendido como la libertad de salir de la vivienda para
dedicarse a sus propios asuntos. Un 21,56% no disfruta de ningún descanso
semanal 4/." La esclavitud del siglo XXI también se institucionaliza en
las migraciones internas en el seno de la UE.
Las personas migrantes son muy funcionales al sistema
capitalista, convirtiéndose en una de sus reglas de oro, ya que es mano de obra
formal o informal, barata y precaria, que formaliza la carrera hacia abajo de
los derechos de las personas trabajadoras. Además, es un símbolo que expresa y
profundiza en la guerra entre pobres.
Acumulación por desposesión y expulsión
El capitalismo utiliza la expulsión como forma de mantener
la tasa de ganancia del capital. Es lo que Harvey llama la desposesión o la
acumulación por desposesión. Las empresas transnacionales usurpan los recursos
naturales y la tierra como objeto de negocio y de mercantilización, es otra
forma de obtener la plusvalía y mantener la acumulación de capital 5/. Los
pueblos y las personas son expulsados de sus casas y de sus tierras para
generar beneficios en la agroindustria, en la minería, en las petroleras, en
las eléctricas, en el turismo, etc. La adquisición de tierras a gran escala por
parte de las corporaciones transnacionales destruye las economías locales y
redefine vastas extensiones de tierra como lugares para la extracción y el
negocio, lo que provoca espacios desnacionalizados que expulsan a sus
habitantes 6/.
Achille Mbembe 7/ considera que “la extracción y el pillaje
de recursos naturales por las máquinas de guerra van parejos a las tentativas
brutales de inmovilizar y neutralizar espacialmente categorías completas de
personas o, paradójicamente, liberarlas para forzarlas a diseminarse en amplias
zonas que rebasan los límites de un Estado territorial”.
Esta realidad no afecta por igual a hombres y mujeres. La
mayoría de ellas no tienen la titularidad legal de la tierra y aunque sean
quienes la trabajan, quedan en muchas ocasiones excluidas de los espacios de
toma de decisiones y de las compensaciones económicas que, en su caso, obtienen
por las indemnizaciones recibidas por las expulsiones de sus tierras 8/.
Además, la expulsión suscita la ruptura con sus modos de vida y el
desplazamiento trunca los saberes sobre la tierra y el territorio. Como afirma
Vandana Shiva “hay 800 millones de hambrientos por dos razones: la primera es
que los productores de alimentos han sido expulsados de la tierra, los pequeños
productores, que eran los más productivos. Veo a los agricultores donde crece
el arroz en India, campos llenos de arroz, que están muertos de hambre porque
compraron las semillas, compraron los químicos y los precios no han dejado de
subir. El precio al que el agricultor compra y el precio al que el agricultor
vende es muy desigual. El sistema está haciendo que la mitad de los hambrientos
del mundo sean agricultores. Por otro lado, el sistema económico ha expulsado a
cada vez más personas y las personas excluidas no tienen alimento o comida. Es
una combinación de un sistema que está destrozando la producción de alimentos,
destrozando a los agricultores y destrozando nuestro papel económico en la
sociedad” 9/.
La raíz colonial de las políticas europeas promueve el
extractivismo y la acumulación de tierras, y fomenta, también, -en suelo
europeo- la mercantilización de la vida que provoca la expulsión del mercado de
trabajo, la pobreza y exclusión social, los desahucios y la pobreza energética.
La expulsión por desposesión también tiene rostro europeo; es una lógica
corporativa global que se expande a lo largo del planeta con diferentes
intensidades y efectos.
La gente huye, se mueve, y se desplaza dentro de sus
estados, entre estados y continentes, porque la lógica corporativa, la
mercantilización de la vida exige desplazamientos y expulsiones, y eso
configura nuevas formas de esclavitud (por ejemplo en Libia y en plantaciones
de México), de trabajo infantil en las cadenas de valor, de trata de personas y
de un largo etcétera de sujetos sin derechos.
Las personas se trasladan contra su voluntad y algunas
llegan a nuestros países buscando dónde vivir. Ojalá las migraciones fuesen
movimientos libres, pero lo cierto es que solo una excepción de gente puede
viajar en libertad.
El deterioro del medio ambiente está provocando
desplazamientos forzados por la ausencia de tierras de cultivo, de agua
potable, por sequías e inundaciones, por la intrusión del agua salada y la
consiguiente destrucción del modo de vida habitual al subir el nivel del mar,
por la destrucción de hogares al erosionar el mar el cinturón costero, por ríos
y zonas oceánicas “moribundas” por falta de oxígeno producidas por el vertido
de abonos químicos, por tierras vacías y muertas, sin aire, sin agua, etc.
generadas todas ellas por el cambio climático.
La organización Internacional de las Migraciones constata
que en los últimos treinta años se ha triplicado el número de inundaciones y
sequías en todo el mundo, generando más desplazamientos de población que todos
los conflictos armados juntos. Norman Myers, catedrático de la Universidad de
Oxford pronostica que “cuando el calentamiento global cobre fuerza, podría
haber hasta 200 millones de personas [desplazadas] por alteraciones de los
sistemas monzónicos y otros sistemas de lluvias, por sequías de una gravedad y
duración inusitadas, así como por la subida del nivel del mar y la inundación
de los litorales”. De los 50 países más afectados por el cambio climático, 36
están en África.
El modelo económico capitalista está generando millones de
personas que tienen que huir de sus casas y tierras por la imposibilidad física
de subsistir. Son personas pobres y no tienen dónde ir. El cambio climático
afecta especialmente a las mujeres porque, por lo general, son ellas quienes se
ocupan de cultivar la tierra. De acuerdo a datos de Naciones Unidas (2008) las
mujeres y los niños y niñas tienen 14 veces más posibilidades de morir durante
una emergencia o desastre que los hombres.
Es decir, nos encontramos con personas y pueblos que sufren
desplazamientos forzados que en ocasiones son de carácter temporal y provocados
por terremotos, inundaciones, ciclones, etc.; aquellos otros que emigran porque
el deterioro ambiental destruye sus modos de vida cotidianos y los desplazados
y desplazadas por la destrucción total de su “hábitat tradicional” por la
degradación progresiva de los recursos naturales.
No obstante, en relación a las personas desplazadas por
causas generadas por el cambio climático, se corre el riesgo de diluir la
responsabilidad de las mismas, -“son problemas del clima”- por eso conviene
tener muy claro que resulta muy difícil separar las diferentes causas -guerras,
cambio climático, modelo de desarrollo extractivista y agroindustrial,
prácticas de empresas transnacionales y gobiernos cómplices, acaparamientos de
tierras, especulación alimentaria, etc.- que provocan los desplazamientos
medioambientales. Las modificaciones climáticas no son ajenas a un capitalismo
que extrema la presión sobre los ecosistemas, el agua, la tierra y la
apropiación de recursos naturales, energía, minerales… lo que provoca daños
irreparables sobre las personas.
El cambio climático también se vincula con la seguridad y
los ejércitos y no con las personas. Se priorizan las bases militares, las
zonas de alta actividad económica y las vías marítimas, pero como afirma Buxton
10/, “Se habla poco de la necesidad de proteger a la gente vulnerable y no se
habla de la justicia climática o de reestructurar nuestra economía para
prevenir el cambio climático”.
alemur47@yahoo.com.ar
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