Por Homar Garcés:
Declarado por el Presidente de la República Bolivariana de
Venezuela, Hugo Chávez Frías, en Día de la Resistencia Indígena, el 12 de
Octubre parte de un equívoco que pocos se han atrevido a refutar, aún a
sabiendas que ese día de 1492 no se produjo -al menos así lo registra la
historia legada, precisamente, por los primeros “visitantes” europeos que
arribaron a estas tierras hasta entonces desconocidas para ellos, no así para
sus pobladores originarios- un enfrentamiento de civilizaciones o, en el caso
que nos motiva, una resistencia indígena a la llegada de Cristóbal Colón y de
su avanzada mercantilista y conquistadora a la isla caribeña de Guanahaní.
Inicialmente se puede creer que este primer encuentro entre
los pobladores de la vieja Europa y los pobladores de Abya Yala, nuestra
América, produjo un asombro mutuo ante gentes de habla, fisonomía y costumbres
diametralmente diferentes. Aunque esto pase desapercibido para algunas personas
de buena fe que desean reivindicar románticamente la existencia, la dignidad y
las culturas de los pueblos precolombinos y de aquellos que han sobrevivido a
la vorágine capitalista, pasada y presente; es necesario puntualizar que la
resistencia indígena ante la invasión y el saqueo de los primeros europeos no
pudo producirse en tal fecha, sino posteriormente, siendo el primer combate
contra la guarnición dejada por el Almirante en la isla de Guanahaní, como lo
señaló alguna vez el historiador venezolano Wladimir Acosta, sin que ello
minimice la intención de revisar, en su verdadero contexto, lo ocurrido en este
continente a partir de ese momento.
Se ignora y se pasa por alto el hecho que la Corona española
les dio potestad a los conquistadores, mediante Real Cédula emitida el 23 de
agosto de 1503, para esclavizar a los indígenas caribes bajo el pretexto de ser
caníbales. Cosa semejante ocurre con el acto dictado por el Juez de Vara y
Justicia Mayor de la isla La Española, del 5 de noviembre de 1510, que declara
a la provincia de Uriapari (la Guayana) región de caribes, autorizando a sus
huestes a cazarlos y venderlos como esclavos. Bastaba entonces acusar a
cualquier indígena rebelde de ser caribe para aplicarle esta norma y, en caso
de persistir en su rebeldía, matarlo impunemente, dado que se les consideraba
carentes de alma, según lo dictaminara la arrogancia católica europea, aunque
posteriormente lo enmendara. A partir de esta realidad salvaje es cuando
podemos hablar propiamente de resistencia indígena frente al afán depredador
del incipiente capitalismo europeo en nuestra América, Abya Yala, y no como se
ha querido ver en el momento que tropiezan con estas tierras las tres naos
capitaneadas por Colón, ya descubiertas por sus habitantes originarios.
Por lo tanto, no podemos caer en el simplismo que a veces
marcan las fechas, sin profundizar realmente en la compresión y análisis
desprejuiciados de los acontecimientos históricos desarrollados en ellas y
creyendo en una linealidad que nos induce a creer en la fatalidad inexorable
del destino. Ocurriría entonces que, vengadores de nuestros ancestros
aborígenes, pretendamos ignorar y deslegitimar la herencia común de la cual
hacemos gala cotidianamente y que tiene su origen en la vieja Europa: idioma,
religión, leyes, nombres y apellidos, estructuras de poder, economía y
política, entre otros ingredientes o rasgos de la civilización europea que nos
distancia, pese al sentimiento que nos embargue, de nuestros congéneres
indígenas, manteniendo viva una polémica histórica y hasta racista que no nos
ayuda a explicarnos como continente, al hacerlo según los paradigmas heredados
de la vieja cultura euro centrista.-
mandingarebelde@gmail.com
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