miércoles, 17 de mayo de 2017

EEUU. Trump y los poderes del presidente

Por: Dr. Néstor García Iturbe

Cuando analizamos la historia de Estados Unidos y la situación actual que existe con Donald Trump como presidente, no podemos olvidar que con anterioridad a Trump, otro millonario, nombrado Ross Perot, aspiró a la presidencia del país. Perot participó en las campañas presidenciales de 1992 y 1996, para lo cual fundó el Partido de la Reforma de Estados Unidos.  La plataforma programática que publicó Perot tenía  toda una serie de aspectos que fueron señalados por Trump en su campaña electoral como asuntos a resolver, entre ellos la solución del desempleo y la reducción de la delincuencia.



Ross Perot fundó un nuevo partido para aspirar a la presidencia, sin embargo, Trump utilizó uno de los dos tradicionales para sus aspiraciones, el partido republicano y aunque muchos, dentro del mismo, pensaron que nunca sería nominado como aspirante a la presidencia, lo fue, para posteriormente ganar las elecciones a pesar de la oposición demócrata, de parte de los miembros del propio partido republicano, la prensa y otros componentes del “establishment.”

Algunos miembros de la clase dominante de Estados Unidos, incluyendo a Trump, consideran que ya es hora de no darles más instrucciones a los políticos sobre lo que tiene que hacer en defensa de sus intereses económicos y hacerlo ellos mismos.

Consideran que los políticos son una desgracia para la nación, que han promovido el deterioro moral  en que se encuentra el país, con frecuencia se han visto involucrados en  escándalos dañinos para la imagen del sistema,  prácticamente todos se han enriquecido ilícitamente como resultado de la corrupción administrativa  aprovechando los cargos que ocupan en el gobierno, es bochornoso, que en su mayoría, han recibido grandes cantidades de dinero y prebendas por  el otorgamiento de  contratos y compras de  cosas inútiles a precios estratosféricos, dilapidando el dinero que los contribuyentes pagan como impuesto.

La llegada de Trump a la Casa Blanca y la de varios miembros del “establishment” que tienen su mismo criterio, ha provocado serias divisiones y contradicciones dentro de la clase dominante, pues las proyecciones del nuevo gobierno, en muchos casos, afectan los intereses económicos de un sector, que durante años, ha estado desarrollando actividades que no están comprendidas en las nuevas direcciones que se quieren implantar en la sociedad, la economía, la política exterior y la vida general de la nación.

Podemos decir que ambas tendencias están encaminadas a la defensa de los intereses económicos del “establishment”, pero algunos, que han comprendido la real situación en que se encuentra el país y los problemas económicos y sociales  que lo afectan, consideran que es una necesidad inmediata solucionar la mayor parte de estos, para evitar un estallido social, que pueda originar cambios verdaderamente revolucionarios, donde los miembros de la clase dominante pierdan el control del país, además de una parte sustancial, o toda su riqueza y el poder  pase a manos del pueblo. Eso es un gran peligro para el sistema.

Durante el gobierno de Obama, este asunto se consideró como una alternativa posible, por lo que  las fuerzas de la policía, la guardia nacional y parte de las fuerzas armadas regulares, realizaron ejercicios  que tenían como objetivo determinar las distintas situaciones que podían presentarse en contra del sistema y los medios y métodos que serían utilizados para reprimir al pueblo estadounidense, en caso de que se originaran  estallidos sociales.

Una de las operaciones realizadas con ese fin fue la denominada “Hade Helm”, que se desarrolló en marzo del 2015, en la que intervinieron 120,000 efectivos y cuyos objetivos eran controlar las manifestaciones fuera del orden establecido, en Texas, Nuevo México, Arizona, Colorado, Utah, Nevada y California. En esta operación también participaron los efectivos de la Base Aérea  Eglin en la Florida y los de Camp Shelby en Stennis Island.

Los estados seleccionados para ejecutar esta operación tenían un alto por ciento de desempleo, bajos salarios, malas condiciones en lo relacionado con la educación y los cuidados médicos, un alto número de inmigrantes ilegales y la población de los mismos, en ocasiones, había originado protestas locales por distintos motivos, entre ellos, por discriminación a ciudadanos de la raza negra.  El enemigo del sistema  no vendría de otro país, estaba en el país.

Todo esto nos ofrece una explicación de cómo las fuerzas contrarias a Trump, tanto demócratas como republicanas, al igual que otras fuerzas de la superestructura,  cerraron filas en su contra, pues lo que estaban defendiendo no eran sus ideas políticas, era su dinero y la supervivencia del procedimiento que estaba aplicando el sistema.

A esas fuerzas no les interesaba la cantidad de desempleados, que a finales del 2016 eran 94 millones de personas, lo importante era continuar invirtiendo capitales en el exterior en países donde se podía explotar la mano de obra barata, se recibía excepción de impuestos por un  término de años y se podían enviar las ganancias a los paraísos fiscales, sin que el gobierno del país tuviera objeción alguna. Tampoco le interesaban otros problemas económicos y sociales que sufría el pueblo estadounidense, lo realmente importante para ellos era obtener ganancias sin calcular las consecuencias que esta política podía tener para la nación.

En esta guerra es difícil ganar todas las batallas y ya Trump se ha dado cuenta de esto, de ahí que muchas de sus promesas y declaraciones realizadas en la campaña electoral han tenido un cambio sustancial.   Ahora su forma de actuar complace en un grado mayor los intereses económicos de los que se oponían sistemáticamente a todo lo que trataba de realizar.
 
También ha cambiado la fuerza de la oposición que enfrentó en los primeros días de su mandato, pues aunque aún quedan remanentes de esta, las “grandes manifestaciones” que se reflejaban en la prensa ya no se realizan, se realizan con una fuerza menor, o la prensa establecida las refleja de forma menos crítica hacia sus acciones o promesas.

Ya Trump se está poniendo de acuerdo con los grandes intereses económicos que dominan el país y aunque todavía no es un gobierno  totalmente entregado y bajo la dirección del “establishment”, al estilo de Obama, o lo que hubiera hecho Hillary Clinton  de llegar a la Casa Blanca, sus acciones son más aceptables, por no llegar a deteriorar significativamente lo establecido por el sistema.

En relación con la OTAN, después de haber dicho que era una organización obsoleta y que todos los miembros de la misma debían pagar sus gastos de operaciones, con posterioridad a su entrevista  con el Secretario General de la organización, declaró que ya no era obsoleta, sin explicar el motivo del cambio de opinión.  No obstante, mantuvo  que todos los miembros debían pagar los costos de sus operaciones.

Al parecer, ya le explicaron a Trump el verdadero papel  que juega  la OTAN como testaferro de Estados Unidos y el papel que esta ha jugado, juega y jugará en todas las aventuras militares del imperio, es por eso que ahora dijo no es obsoleta.

En relación con China también modificó sustancialmente sus opiniones. La reunión con el presidente chino  Xi Jimpin influenció  en gran medida para  que no los continuara denominando  “manipuladores de divisas” y modificar su posición hacia el país asiático.

En la preparación para dicha reunión Trump recibió explicaciones sobre el papel de aliado que juega China para los intereses económicos estadounidenses en Asia, la influencia que dicho país tiene sobre Corea del Norte y la posibilidad de control que puede ejercer en caso de un conflicto armado, las inversiones estadounidenses en China y  hasta el verdadero origen de los miles de millonarios chinos, inexistentes en la etapa de Mao, que murió en septiembre de 1976. Un verdadero aliado en Asia, con el que deben tenerse las mejores relaciones.

Otro asunto en el que Trump ha cambiado en algo sus criterios es  el relacionado con los tratados comerciales con Canadá y México.  Ya no plantea anularlos por completo, sino analizarlos bien y modificarlos. Este cambio de opinión puede tener ramificaciones hacia otros pronunciamientos de Trump, incluyendo el famoso muro y todo lo que implica.

Seguramente que ahora Trump recibió una buena explicación sobre el plan de integración denominado UAN, Unión de América del Norte, que incluye a  Canadá, Estados Unidos y México, los que inicialmente formarán una alianza tipo Unión Europea, con el propósito futuro de convertirse en un solo país.

Todos los tratados entre los tres países, el ASPAN (Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte) que en el 2005 sustituyó al TLCAN (Tratado de libre Comercio de Améica del Norte) benefician a Estados Unidos, que ahora decide sobre lo que debe hacer la Unión y en el futuro decidirá sobre las actividades del nuevo país.

¿De acuerdo con todo esto, dónde debe edificarse el muro? 

El lugar más adecuado es en la frontera de México con Guatemala, pues en el propio tratado, aprobado y discutido en SECRETO por los tres países, se plantea tender un perímetro de seguridad alrededor de toda la América del Norte y no solo en las fronteras de Estados Unidos con México y Canadá. Pueden apreciar que no se habla de muro, se menciona un perímetro de seguridad, que puede estar compuesto por varias medidas, donde quizás no se edifique un muro, ni se llegue a completar el ya existente en varias partes de la frontera entre Estados Unidos y México.

Ante otras situaciones tanto de la política interna, como de la externa, también el pensamiento de Trump ha tenido modificaciones, algunas como experiencia de lo que puede y no puede hacer el presidente, la importancia de ponerse de acuerdo con el Congreso y otros intereses que se reflejan en la vida del país, como con el asunto de la liquidación del Obamacare, donde  su posición radical ha tenido que modificarse, esperando por mejores tiempos.

Donde ha existido consistencia en el pensamiento de Trump, es precisamente en la necesidad de crear empleos en Estados Unidos. Esto ha originado que varias empresas, no solamente estadounidenses, sino también de otros países, se decidan a realizar inversiones que implicarán miles de nuevos empleos para  los estadounidenses.

Los nuevos empleos deberán incrementar la demanda del mercado, de ahí que como resultado de los mismos, será necesario aumentar la producción, lo que requerirá emplear más personas para garantizar esto.  En caso de que los nuevos empleos creados no resuelvan el problema, ya Trump anunció que el gobierno se encargaría de fabricar carreteras, puentes, túneles, parques y otras obras sociales que darían empleo a una buena parte de la población, sin que esto implique mayor disponibilidad de mercancías en el mercado, otra forma de aumentar la demanda.

Quedan aún un buen número de situaciones sobre las que Trump no ha tenido tiempo de estudiar adecuadamente y lo que sabemos de su posición al respecto, es lo que planteó durante la campaña electoral. Dentro de esas situaciones se encuentra la conducción de la política exterior en relación con Cuba.

Conocemos lo que dijo en relación a las negociaciones con nuestro país,  la única novedad a  señalar, es el nombramiento de Jason  Greenblatt como negociador para Cuba.   En cuanto al resto de los asuntos, podemos decir que, hasta ahora, los mismos continúan marchando según los “arreglos” que se acordaron con la administración Obama, a pesar de que con frecuencia, los abanderados de la hostilidad hacia Cuba, tratan de provocar declaraciones de Trump, o de algunos de sus funcionarios sobre las medidas que se tomarán.

De acuerdo con mi criterio, lo mejor que podemos hacer, es continuar avanzando por el sendero que tenemos abierto, aprovechar todas las oportunidades que se presenten y promover otras, si es posible.  Eso será uno de los aspectos que la administración Trump deberá tomar en consideración, cuando se decida a efectuar el análisis de esta situación. Él no está apurado y nosotros tampoco debemos estarlo.

Los empleos creados en Estados Unidos como consecuencia de los negocios con Cuba, el nivel e importancia y seriedad que tengan dichos negocios, los criterios de aquellos que gracias a las licencias viajan a Cuba y no solamente hablan de nuestra hospitalidad sino también de las oportunidades en el turismo, el comercio y otras actividades, serán determinantes cuando Trump tenga tiempo de analizar su política hacia Cuba.

sarahnes@cubarte.cult.cu


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