Gabriel Boric y Giorgio Jackson deben aprender la lección:
Por Nico
Fuentes
Hay un principio esencial que debe regir la actitud de cualquier
dirigente político que aspire a representar al pueblo, en el justo anhelo de
realizar cambios al modelo de acumulación capitalista, que impera en Chile y en
el mundo. Éste principio, que para los revolucionarios debe ser ley, es que con
el imperialismo nada y contra el imperialismo todo. Aquellos que no comprenden
que el enemigo principal es el imperialismo yanqui, y que asumen posturas
ambiguas, conciliadoras o de complicidad con éste, no merecen la confianza del
pueblo. Si son débiles frente al imperialismo, significa que son vulgares
simuladores, que jamás tendrán la voluntad y las agallas para luchar contra el
origen y esencia de la crisis que enfrenta hoy la humanidad en todos los
planos, que es el capitalismo.
Gabriel Boric, alineado con las posturas de Piñera, la
derecha y la Nueva Mayoría, declaró que la “decisión del Tribunal Supremo de
Venezuela de atribuirse potestades de Asamblea Nacional atenta contra principio
básico democrático. Inaceptable”, dijo. Por su parte, Giorgio Jackson señaló
que “en Venezuela el oficialismo ha cruzado un límite inaceptable e
injustificable para la democracia. No se puede cerrar el Congreso por ser
minoría”. Con ello, reforzaron la artillería mediática de la derecha, que habló
de “golpe blanco” en Venezuela.
Cabe preguntarse si las declaraciones de Boric y Jackson son
fruto de la ignorancia, la mala fe o se trata de simple oportunismo. ¿Es
posible creer que ambos dirigentes desconozcan el macabro historial de
intervenciones norteamericanas en América Latina y el mundo? ¿Es posible pensar
que Boric y Jackson sean engañados por una campaña tan burda como la efectuada
por Estados Unidos en Venezuela,
considerando que se trata de una operación calcada a la realizada en Chile para
derrocar a Salvador Allende? Los actores en Venezuela son los mismos que en
Chile: una derecha golpista, que utiliza la violencia, el desabastecimiento, la
campaña del terror y la mentira, y un imperialismo que financia y desinforma a
nivel global, a través de la prensa. En Chile, se trató de recuperar el cobre.
En Venezuela es el petróleo.
¿Se puede creer que Boric y Jackson son tan ignorantes para
desconocer la historia reciente de su propio país, el contexto de la tragedia
de 1973, que costó la vida a más de 3 mil compatriotas, la tortura y el exilio
de 40 mil chilenos? ¿Es posible pensar que Boric y Jackson ignoren cómo actuó
la oligarquía nacional para –como dijera Salvador Allende - recuperar con mano
ajena sus privilegios y granjerías? ¿Es posible creer que desconozcan la
responsabilidad directa del imperialismo yanky en aquellos hechos?
También cabe preguntarse, si Boric y Jackson, alguna vez se
dieron el trabajo de leer o al menos hojear la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, antes de opinar. O tal vez haya que ir más atrás en
el tiempo, y preguntarse si saben que el 15 de diciembre de 1999 en referéndum constitucional impulsado por el
presidente Hugo Chávez, el 71,78 por ciento de los venezolanos aprobó la
constitución. Seguramente, también ignoran que el texto del proyecto de
constitución fue redactado previamente por una Asamblea Nacional Constituyente,
cuyos miembros fueron elegidos por sufragio universal, directo y secreto, y que
incluyó una representación de los pueblos indígenas.
Si conocieran la constitución venezolana o al menos la
hubieran hojeado, se hubiesen enterado que en el artículo 335 de la carta
fundamental – repito - aprobada por el 71,78 por ciento del pueblo venezolano,
se establece que el Tribunal Supremo de Justicia “será el máximo y último
intérprete de esta Constitución y velará por su uniforme interpretación y
aplicación”. En un contexto de desacato de la Asamblea Nacional, conformada
mayoritariamente por la oposición derechista, el TSJ ha actuado conforme a la
constitución vigente, en defensa del estado de derecho. Un estado de derecho,
que a diferencia de Chile, cautela los intereses de la mayoría del pueblo
venezolano y no los privilegios de una minoría explotadora como ocurre en
Chile.
Los hechos objetivos demuestran que a la oligarquía
venezolana, como ocurre con todos los capitalistas del mundo, no le interesa la
democracia. La democracia burguesa se ejerce como una dictadura de la burguesía
sobre el proletariado, y cuando en el contexto de procesos democráticos, el
pueblo logra avances, que ponen en peligro los intereses del capital, los
capitalistas usan la violencia para desmantelar la democracia. Sucedió en Chile
en 1973 y se repite la historia en Venezuela.
Durante el período que Hugo Chávez gobernó Venezuela se
realizaron 14 elecciones (presidenciales, regionales, referéndum revocatorios,
comicios legislativos, etc.). No hay otro país en América Latina donde se hayan
hecho tantas elecciones. Sin embargo, el imperialismo, a través del control
mediático, ha impuesto la idea que Chávez fue un dictador y que Nicolás Maduro
también lo es. No obstante, Boric y Jackson, prefirieron obviar el peso de los hechos
objetivos y se sumaron a la campaña mentirosa impuesta por el imperio, con la
complicidad de individuos tan serviles como el Secretario General de la
OEA.
La apuesta de la derecha venezolana no es la democracia,
sino recuperar sus privilegios de clase, a cualquier precio. Para ello, apuesta
incluso a una intervención militar norteamericana en el país. Paralelamente,
también hace denodados esfuerzos para convencer a sectores de las fuerzas
armadas para que den un golpe de estado. Frente a estos hechos, sólo cabe
asumir una actitud clara de apoyo y
defensa irrestricta del pueblo hermano de Venezuela, y rechazar las
posiciones vergonzantes de Boric y
Jackson, que han demostrado que - sea por ignorancia, mala fe u oportunismo -,
no están a la altura de liderar la lucha contra un sistema, que consciente o
inconscientemente defienden, producto de
la estrechez y mezquindad de su mentalidad pequeño burguesa.
Mención aparte merece la presidenta Michelle Bachelet, cuya
actitud claudicante e inconsecuente, a estas alturas no debiera sorprender a
nadie. Ya sabemos que cuando Bachelet dice que no aplicará la Ley
Antiterrorista en el territorio mapuche, significa justamente lo contrario. Que
cuando señala que impulsará reformas para disminuir la inequidad existente en
Chile, nombra de ministro de hacienda a Rodrigo Valdés, un tecnócrata
fondomonetarista al servicio del empresariado. El resultado es elocuente: entre
2016 y 2017, la fortuna de los ocho principales millonarios chilenos, rankeados
en Forbes, entre ellos, el candidato Sebastián Piñera y Julio Ponce Lerou,
yerno de Pinochet, se incrementó en forma significativa. Tampoco ha hecho nada
en el ámbito de derechos humanos, a pesar de que su padre fue asesinado por la
dictadura, y que ella y su madre fueron torturadas por la DINA.
Sin embargo, lo que más molesta de Bachelet es su
ambigüedad, la incapacidad de asumir posiciones claras, ese esfuerzo permanente
por quedar bien con todos. La situación de Venezuela, no fue la excepción. Su
declaración fue para el bronce: "La situación en Venezuela es muy
preocupante. En América Latina, debemos defender la convivencia democrática en
nuestras sociedades”, señaló. Si bien, estamos acostumbrados al vació de sus
palabras y su vaguedad ramplona, la declaración es una verdadera oda al
oportunismo, que demuestra una vez más cómo le cuesta “mojarse el potito”.
Finalmente, seguramente presionada y azuzada por sus
ministros neoliberales, por la cáfila de dirigentes corruptos de la Nueva
Mayoría y sus amigos de Washington, llamó al embajador chileno en Venezuela a
informar. Una puñalada artera a Venezuela y a los pueblos de América Latina,
que luchan por su autodeterminación e
independencia. Con ello, logró el beneplácito del gobierno norteamericano, y
aseguró de paso su futuro. La espera la ONU, el Banco Mundial, el FMI o cualquiera
de las instituciones de fachada del imperialismo norteamericano, donde van a
para los sirvientes del poder imperial.
No obstante, y por todo ello, será recordado en la historia
de América Latina, como la definió la
feminista boliviana, María Galindo, quien se refirió a ella como la "mujer
disciplinada que recibe premios, que recibe aplausos por no incomodar a nadie.
Representa a las que no tienen desesperación ni pasión por el cambio de nada.
No nacionalizó la educación privada, ni
frenó la usura bancaria contra los y las estudiantes. Ella no dialogó con los y
las mapuches, ni les preguntó sus nombres. Ella no devolvió el mar a Bolivia.
No tomó ni una sola medida histórica. No tomó ni un solo riesgo, no representó
ni una sola amenaza para el Chile de las élites y las transnacionales. Su
collar de perlas parece representar mejor su ideología, que el nombre de su
partido, que es la izquierda que parece derecha”.
Portal Rodriguista
coigue2@hotmail.com
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