Por Manuel Humberto Restrepo Domínguez
Juguemos a la guerra
mientras el lobo no está.... pero quizá pronto vendrá, podría ser parte de la
escena de dolor que crece en las calles calientes de la hermana Venezuela, que
ante la desesperanza, la polarización política y el fanatismo creados por el
imaginario ideologizado de la salvación que pueden ofrecer un grupo de
opositores que azuzan al odio y al fratricidio, fácilmente puede ser convertida
en la Siria de Sur América y Colombia cumplir el papel de la Israel de la misma
Sur América, para estallar la región y facilitar el rediseño geopolítico, en
medio del discurso que anuncia el fin de la lucha de clases y la vida feliz en
un paraíso al que se llega por virtud del gobernante.
Los elementos retóricos y prácticos para incitar a jugar a
la guerra están completos, primero Un enemigo comunista en el gobierno, y un
pueblo en las calles -mitad del lado del gobierno, mitad del lado de los
opositores-; segundo un libreto de recuperación de la democracia, alentado por
la mitad de representaciones en la OEA, la Casa Blanca y algunos presidentes
del sur del continente, cuestionados internamente por su asalto al poder y
corrupción (Brasil con Temer); por venta del patrimonio, reducción de salarios,
elevada inflación y multimillonarios negocios propios (Argentina con Macri);
por baja aceptación popular, continuidad de violaciones a derechos, asesinato
de líderes sociales y entrada de dineros de corrupción a su campaña (Colombia
con Santos); por recientes maniobras dictatoriales que provocaron el incendio
del edificio del parlamento (Paraguay con Cartes), en común todos padecen a
diario multitudinarias movilizaciones sociales en su contra reclamando
democracia, derechos, salud, educación, agua, comida, empleo y son dispersados
con violencia por las fuerzas policiales y militares; y tercero, hay una
asociación de medios de comunicación alineada como los astros que instala una
matriz informativa que alimenta el odio, insensibiliza y fija el imaginario de
los buenos (opositores) y de los malos (gobernantes), orientada a tocar al
individuo para que cada uno identifique a su enemigo y se aliste a actuar como
cree que le corresponde.
En el juego de la
guerra mientras el lobo no está, se han ensayado escenas de reproducción de la
primavera árabe, de una contrarrevolución triunfante y de la caída de un
régimen. Tras bambalinas las transnacionales y financistas globales alistan la
reconstrucción y reconquista del bienestar perdido, hacen cuentas preparadas
para ocupar y desocupar no solo los pozos petroleros de la hermana república,
si no por extensión la amazonia entera, el inmenso oro verde inexpugnable,
libre de guerrillas en Colombia y con debilitados Mapuches y Aymaras hacia
abajo. La enorme biodiversidad, es el botín codiciado durante y después de la
guerra e incluye pueblos indígenas aún desconocidos y ya puestos prueba como esclavos
en minas de oro y de coltan. En poco tiempo la Suramérica, de realidad y
ficción, de caucheras de esclavitud y rebeldías cimarronas, de indígenas
indómitos y campesinos de altas cordilleras, de curas revolucionarios, de
grandes montañas del color de todos los minerales, de mafias y de magias,
todavía soñada por los nuevos conquistadores y neo colonos de la era digital
que suman en trillones y pagan en centavos, podrá ser la realidad esperada para
el mundo del comercio sin límites y las finanzas sin medida, que en menos de
dos décadas ha recolonizado buena parte de lo que tenían aplazado por luchas de
independencia y guerras de guerrillas.
Las empresas americanas (petróleos, seguros, autos, banca) y
europeas, especialmente españolas (banca, comunicaciones, energía, agua),
inundan con vallas la joven Suramérica, Repsol, Gas Natural, Proyecto Isabel
II, Fenosa, Aguas de Barcelona, Movistar, BBVA, Santander; Alemanas
(automóviles y partes, química, semillas) Daimler, Wolsvagen, Audi, BMW, Bayer,
Basf y otras que saben de los beneficios de una guerra. De conjunto grandes
consorcios que fingen ser asépticos, neutrales a todo conflicto e
incontaminados de política, definen la imagen visual de la prosperidad y
alientan a tomar partido por la parte útil a sus negocios en la hermana
Venezuela dividida entre chavistas y antichavistas. Las elites del poder en
Suramérica, saben cómo promover disputas entre hermanos y calcular el mejor
momento para que en un descuido el pueblo acuda al duelo de las calles a
matarse, sea a piedra, a bala o a machete como los hermanos y vecinos Tutsis y
Hutus de Ruanda envenenados por el odio planificado para destruir un pueblo,
bajo la mirada perdida de la comunidad internacional, que responde
mecánicamente a la muerte ajena con una débil comisión de verificación de
derechos que cuente víctimas y haga el balance de la desgracia anunciada.
Si el juego no se acaba y llega el lobo, mambrú tendrá que
ir a la guerra y regresará sin piernas, sin brazos, con heridas en su pecho,
mutilado, triste y maloliente y ya no habrá nada, ni siquiera una causa por la
que volver a luchar. Ese es el juego de la guerra y quien lo juega sufre y es
olvidado. Pero si llega a haber guerra, los pueblos de América podrán verla de
cerca y entenderla sin meterse en ella, porque en todo caso es una guerra
ajena, se justificará como merecida y se hará responsable al enemigo acusado de
haberla iniciado, la historia como siempre la contará el vencedor y esa será la
verdad oficial. Al final el capital le enseñó a esta sociedad que los otros no
importan por humanos, si no por su ideologizada posición que resulta lógica si
es como la nuestra y condenable si es contraria.
Colombia entera parece saber más de Venezuela que de sí
misma y de su dolorosa tragedia difícil de esconder, después de 50 años de
guerra, exclusión, miseria, despojo y abandono de las elites a su pueblo
empobrecido. Aunque el presidente diga que conduce la democracia mas solida de
américa la tragedia propia lo inhabilitaría por razones éticas, políticas y humanas
a pretender indicarle a otro gobernante el camino a seguir. La estela de muerte
de Colombia es indecible, inhumana, en línea sus cadáveres ocuparían más de 225
kilómetros, sus desparecidos otros 50 kilómetros y sumadas las víctimas no
alcanzaría la ruta de Venezuela al mar pacifico para observar la crueldad de lo
inhumano.
Si la guerra ajena viene, de este lado del rio, se podrá
mirar, oír sus estruendos entre las fronteras porosas ocupadas por mafias y
contrabandistas, oler el olor de desconocidas armas químicas y biológicas en
prueba e, intuir la luz que los drones disparan puerta a puerta. Pero ese no
puede ser el destino deparado a estas dos hermanas de sangre Bolivariana. Quizá
no se llegue hasta allá, no haya guerra y todo sea ficción, malas conductas y
pésima diplomacia. Eso pensaron antes de empezar a morir las gentes de Siria,
Libia, Ruanda, Burundi y lo que parecía un juego de odio verbal, un ajuste de
cuentas por micrófonos terminó en nuevos Holocaustos Made in USA, en su gesta
global de eliminación del socialismo del siglo XXI. Sin guerra fría, por fuera
de toda ley y derecho común, sin el menor trato digno al ser humano y sin una
verdad que alcance para explicarlo todo.
Hasta ahora las apuestas del consenso mediático en favor del
desmonte del chavismo parecen estar ganando la batalla, las gentes agrupadas y
dispersas por miles en las calles claman por la caída de Maduro el gobernante,
mientras de su lado otros tantos cientos de miles defienden su proyecto. Queda
claro en todo caso, que la llamada oposición, -que en otros ámbitos, con menos
alteración y apasionamiento y con mayor raciocinio político y legal, serían
señaladas como bandas terroristas promotoras de la violencia contra el estado
legítimo que el chavismo se ha ganado por 17 veces en elecciones-, lo que busca
no es un simple cambio de gobierno, si no el control del país para
higienizarlo, limpiarlo de socialismo chavista, homogeneizarlo del lado
contrario al que está y devolverle la riqueza confiscada a los antiguos
inversionistas que se habían tomado por asalto el patrimonio público y que
hicieron del petróleo y la riqueza su propia riqueza.
Algunas predicciones
hablan del pronto desplazamiento de no menos de un millón de venezolanos hacia
Colombia, que en condición de refugiados se sumarían a las 8 millones de
víctimas propias del país, que deambulan sobre el desprecio y la indolencia en
busca de seguridad personal, alimentos, agua, sanidad, educación, empleo y
trato digno como seres humanos en condición de indefensión. Si fueran agrupadas
en un solo campamento de refugiados habría para poner un presidente de este
lado y tomar el control del país por cuenta propia y ensayar una democracia
Made in Suramérica.
P-D. Ojala Mambrú no
tenga que ir a la guerra, ni Colombia se convierta en un extenso campo de
refugiados que habitan encima del gran camposanto de fosas comunes de nuestra
propia guerra.
mrestrepo33@hotmail.com
Y qué harían los 6 millones de colombianos en Venezuela ? Se regresarían a Colombia o actuarían como quinta columna ? o formarían parte de ese "millón de venezolanos" que buscaría refugio en Colombia ,,?
ResponderEliminar