Uno entiende que en tiempo de precandidaturas cualquier
rendija en la radio y la televisión sirven para auto promoverse
Por Rafael A. Ugalde
Uno entiende que en tiempo de precandidaturas cualquier
rendija en la radio y la televisión sirve para auto promoverse, aunque muchos
de los promovidos, sepan, de antemano, que es más fácil sacar con las uñas
astillas a un riel de ferrocarril que llegar a la casa de gobierno, si no
tienen la bendición de las cúpulas del partido. ¡,
según la entienden algunos!
Y puedo decir con la propiedad de periodista con más de 40
años en esta profesión, que el legislador y precandidato presidencial
liberacionista Rolando González le sacó el “juego”, electoralmente hablando,
junto con otros colegas suyos, como Mario Arredondo, de la Alianza Demócrata
Cristiana (ADC), al mentado cierre de CNN en Venezuela.
Sobre este canal de noticias no voy a referirme. Estamos
claros que sus causas no son las mías. Punto. Sobre todo después que, en 2009,
cuando los militares hondureños mandaron a Costa Rica medio chingo a Manuel
Zelaya no hubo ningún golpe de estado, sino una decisión constitucional de los
legisladores catrachos. Pero en fin, acá lo importante es la ardiente defensa a
la libertad de prensa que hicieron González y sus seguidores a favor de CNN,
del periodismo independiente y la libertad de prensa. Maravilloso, me dije,
ahora sí tenemos diputados y al carajo politiquillos de encargo; y esperé dos semanas
para verlos, igualmente protestando, contra Donald Trump por los calificativos
de mentirosos y criminales lanzados contra CNN, el New York Time, el Washington
Post, etc., que entiendo, hacen, según algunos de nuestros diputados, un
“periodismo ejemplar”.
Ya viene este debate, y con una taza de café negro y mi
nieta Camila al lado, esperaba en el sofá, los sesudos argumentos de los
defensores de la libertad de prensa y el periodismo independiente. ¡Solo usted
sabe, abuelo, que se le van a meter a Trump, decía con sacarnos la nieta,
muerta de risa!
Efectivamente, no ocurrió tal debate legislativo contra los
ataques de Trump a la “prensa independiente”, seguramente, me supuse, esto se
debe a prudencia política.
Si Trump se “cabrea”, pensé, nos puede imponer un impuesto
por cargamento de droga decomisado en Costa Rica, cuando debería ser al revés:
en vista que el mercado estadounidense es el más grande del mundo, deberíamos
ser nosotros quienes exijamos una indemnización por kilo de droga decomisado
aquí, a fin de que los distintos cuerpos armados dedicados a cortar el flujo de
droga hacia el norte vayan dedicándose más a darnos seguridad ciudadana.
Seguramente después de la amplia difusión que dieron a los
pronunciamientos diputadillos, dije a Camila ( para entonces ella ni lerda ni
perezosa ya había apostado conmigo una entrada al teatro), el debate se
orientaría a respaldar a los periodistas “de a pie” ( no a los que tienen
acciones en la Bolsa de Valores ni llegan en Mercedes Benz a planear con cámaras
empresariales y gobiernos de la región la llamada “pauta informativa” semanal),
que son aquellos muertos en la cruz de la libertad de prensa.
Solo en 2016 un total de 39 periodistas, fotógrafos y otros
comunicadores fueron asesinados en siete países de América Latina y el Caribe,
donde no existe ninguna guerra, informó la Federación Latinoamericana de
Periodistas (Felap).
México, Guatemala, Brasil y Honduras encabezan el listado,
donde la edad promedio de las víctimas fue de 40 años, aunque en América Central
mataron incluso a un radio comunicador en lengua indígena de solo 17 años. Solo
en el lapso 2006-2016, en la región han asesinado 304 periodistas y
comunicadores.
Los datos de Felap indican que 16 asesinatos ocurrieron en
México (43 % del total), incluyendo una fotógrafa canadiense y un reportero
mexicano asesinado en Texas; 10 en Guatemala; 5 en Brasil; 4 en Honduras; 2 en
El Salvador; 1 en Perú; y 1 en Venezuela.
En México, el número de periodistas asesinados posiblemente
aumentará si el gobierno de Peña Nieto logra militarizar la lucha contra el
narcotráfico mediante una ley que someterá al Congreso y que no es otra cosa
que un intento por tapar legalmente las violaciones de los Derechos Humanos.
De estos modestos periodistas, fotógrafos, locutores, productores
de noticieros, comunicadores y pequeños propietarios de medios de provincias no
se dijo nada en nuestra Asamblea Legislativa. Aunque el instigador y autor
intelectual de los asesinatos son la corrupción política presentes en nuestros
estados, asociada estrechamente a grupos económicos y políticos vinculados a la
emergente actividad de las drogas, el tráfico humano, recursos naturales y
otros “rubros” lucrativos.
Perdí la apuesta. Ahora, por ingenuo, pague la entrada al
teatro
rafaelangelu@yahoo.com
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