Por Sergio Ortiz
A raíz del anuncio del presidente Raúl Castro en el sentido
de que por pedido de Fidel no habrá monumentos ni escuelas ni otros edificios
que lleven su nombre, quiero dar una opinión respetuosa pero diferente.
Parto de tres coincidencias con aquella decisión de los
camaradas cubanos. Una, que salvo circunstancias excepcionales históricas que
podrían darle cierta justificación, como línea general no es correcto el
llamado “culto a la personalidad”. En ese sentido el pedido de Fidel tiene su
razón de ser, lo reconozco. La segunda, que por supuesto los grandes hombres y
sus grandes legados no dependen de ponerle su nombre a un edificio. Y la
tercera, que al bautizar con el nombre de líderes fallecidos a ciertas obras o
monumentos hay que guardar el decoro y no ponerlo mil veces, abrumando, como
pasó en cierta forma reciente en la Argentina.
Hechas esas tres aclaraciones indispensables, paso a
explicar mi postura favorable a poner ciertos nombres de Fidel en Cuba y en
otros países, incluida la Argentina, que es lo que importa más y donde nuestra
opinión tiene que ser tenida en cuenta (no así en Cuba, donde tienen todo el
derecho del mundo de cumplir con lo que Raúl enunció en su discurso de ayer en
Santiago de Cuba, sin injerencia de nadie; el mismo derecho exijo para los
solidarios con Cuba en Argentina, que debemos resolver nuestros asuntos sin
ninguna injerencia de ningún tipo).
Fidel ha sido el gran conductor de la revolución cubana. Y
quedó demostrado con la masiva y sentida manifestación del 99 por ciento del
pueblo cubano, que no fue tenida en cuenta por Fidel al pedir que no haya
monumentos con su nombre. Fue una decisión suya. Quizás si el pueblo cubano
fuera consultado, o hubiera sido consultado, podría haber votado u opinado en
un sentido contrario, de que sí se debían bautizar con su nombre a determinados
sitios de la isla. Es solo una suposición mía, viendo el dolor y la emoción de
millones de fidelistas.
Ese conductor histórico y concreto se merece un lugar con su
nombre en su país, que fue conocido en el mundo en buena medida gracias a él,
su lucha, la de sus compañeros y el pueblo. Por caso, manteniendo el monumento
a José Martí, quizás la plaza de la Revolución de La Habana, pudiera llevar el
nombre de Fidel. Así quedarían enlazados Martí, Revolución y Fidel.
Y en el mismo sentido, Santiago de Cuba, la ciudad héroe,
pudiera llamarse Fidel Castro, por todo lo que Fidel dio a ese oriente y lo que
la zona la dio a él y la revolución, desde el Moncada en adelante y antes con
Martí. Otra vez la trilogía, Martí, Revolución y Fidel.
Esta es mi humilde opinión. Reitero que los cubanos, su
pueblo, su gobierno y su partido son los únicos que tienen capacidad de
resolver el asunto. Uno opina desde afuera y seguramente se equivoca.
Se me ha dicho que como ya fue anunciado públicamente por
Raúl, ahora no puede haber vuelta atrás. Y que como lo dijo Fidel, tampoco.
Disiento respetuosamente con esas opiniones. A veces hay que
saber corregir algo, aún si el máximo líder o el máximo congreso del PCC decide
algo, que puede mejorarse.
Doy un par de ejemplos rápidos. El VI y el VII Congreso del
PCC aprobaron los Lineamientos Políticos y Económicos, que fueron parcialmente
cumplidos, modificados y enriquecidos. Y nadie dijo: no, no se puede modificar
porque lo aprobó un Congreso partidario. En base a eso el Comité Central del
PCC decidió un plan según el cual en un año debía salir de la órbita estatal
determinada cantidad de empleados, no recuerdo si medio millón o un millón, pero
luego debió rever y anular ese objetivo y ese plazo porque había críticas y los
tiempos no daban. Sí se pueden modificar determinados anuncios o metas, según
discusiones, consultas y evaluaciones populares y partidarias posteriores. Me
gustaría que la dirección cubana consultara a la población sobre si está de
acuerdo en no poner el nombre de Fidel a determinados monumentos, paseos,
escuelas o edificios.
Otro ejemplo para debatir. El Che había escrito y dicho que
cuando un guerrillero cae en combate, allí queda. Sin embargo Fidel no le hizo
caso. Lo buscó incansablemente por treinta años después de asesinado en
Bolivia, y cuando lo encontraron e identificaron los especialistas, lo llevó de
vuelta a Cuba igual que a otros guerrilleros caídos. No respetó aquella
voluntad del Che. E hizo muy bien, porque esa decisión de Fidel era la correcta
y correspondía con la opinión mayoritaria del pueblo cubano. ¿Y adónde fue el
Che? A un mausoleo y monumento en Santa Clara, muy merecido por cierto. ¿Por
qué el Che va a tener su lugar de culto ateo y revolucionario y Fidel no? Yo no
me lo puedo explicar.
Creo que en las duras batallas políticas e ideológicas que
se vienen para el pueblo cubano y su dirección, por sostener y profundizar el
socialismo, cuando la vieja generación revolucionaria está muriendo -como
Fidel- y otros retirándose como Raúl, es importante -como un complemento, no
más que eso- tener monumentos, escuelas, fábricas, bibliotecas, estadios y
campamentos que lleven el nombre de Fidel. Les recordará a los cubanos con su
sola presencia a la vista el compromiso con la revolución que han suscripto
desde que aquél falleció el 25 de noviembre pasado.
Un último argumento, argentino. En el acto de homenaje a
Fidel en la plazoleta Agustín Tosco, de Córdoba, el pasado martes 29, planteé
que vamos a hacer un monumento a Fidel, pequeño, en el campus de la Universidad
Nacional donde habló en julio de 2006 junto a Hugo Chávez. Ahora, si Cuba no
hace monumentos, eso nos descoloca a los argentinos. El rector derechos Hugo Juri,
que nos negó el honoris causa para Fidel al cumplir éste los 90 años, podrá
decirnos: no ha lugar al monumento porque en Cuba el propio Fidel y Raúl Castro
dijeron que no debe haber tales lugares.
Que en Cuba los hermanos cubanos hagan lo mejor para ellos.
Los respeto y quiero entrañablemente. Pero en Argentina los solidarios con Cuba
que quieran hacer pequeños monumentos por Fidel, creo que los vamos a hacer
igual, como ese que propusimos antes de saber que Fidel había dispuesto otra
cosa.
Ya sabemos que las luchas de clases y las revoluciones son
algo superior, y no dependen de cosas secundarias, que son detalles en última
instancia. Pero los líderes no son poca cosa, aleatoria, coyuntural. Son un
factor decisivo y Fidel lo fue. Sería bueno tener lugares físicos, por modestos
que sean, donde poder recordarlo cotidianamente, junto con sus libros,
discursos, fotos, reportajes anécdotas, victorias y tropiezos, críticas y
autocríticas, explicándonos cómo era este mundo capitalista e injusto, cómo era
el mundo del futuro y cómo debíamos luchar en éste para conseguirlo.
Su modestia innata no quiso monumentos. La revolución
cubana, latinoamericana y mundial sí los necesita y los quiere, como motivo de
inspiración y juramento de seguir la lucha revolucionaria que él lideró por la
liberación y el socialismo.
ortizserg@gmail.com
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