miércoles, 7 de diciembre de 2016

Sobre Fidel y los monumentos

Por Sergio Ortiz

A raíz del anuncio del presidente Raúl Castro en el sentido de que por pedido de Fidel no habrá monumentos ni escuelas ni otros edificios que lleven su nombre, quiero dar una opinión respetuosa pero diferente.

Parto de tres coincidencias con aquella decisión de los camaradas cubanos. Una, que salvo circunstancias excepcionales históricas que podrían darle cierta justificación, como línea general no es correcto el llamado “culto a la personalidad”. En ese sentido el pedido de Fidel tiene su razón de ser, lo reconozco. La segunda, que por supuesto los grandes hombres y sus grandes legados no dependen de ponerle su nombre a un edificio. Y la tercera, que al bautizar con el nombre de líderes fallecidos a ciertas obras o monumentos hay que guardar el decoro y no ponerlo mil veces, abrumando, como pasó en cierta forma reciente en la Argentina.



Hechas esas tres aclaraciones indispensables, paso a explicar mi postura favorable a poner ciertos nombres de Fidel en Cuba y en otros países, incluida la Argentina, que es lo que importa más y donde nuestra opinión tiene que ser tenida en cuenta (no así en Cuba, donde tienen todo el derecho del mundo de cumplir con lo que Raúl enunció en su discurso de ayer en Santiago de Cuba, sin injerencia de nadie; el mismo derecho exijo para los solidarios con Cuba en Argentina, que debemos resolver nuestros asuntos sin ninguna injerencia de ningún tipo).

Fidel ha sido el gran conductor de la revolución cubana. Y quedó demostrado con la masiva y sentida manifestación del 99 por ciento del pueblo cubano, que no fue tenida en cuenta por Fidel al pedir que no haya monumentos con su nombre. Fue una decisión suya. Quizás si el pueblo cubano fuera consultado, o hubiera sido consultado, podría haber votado u opinado en un sentido contrario, de que sí se debían bautizar con su nombre a determinados sitios de la isla. Es solo una suposición mía, viendo el dolor y la emoción de millones de fidelistas.

Ese conductor histórico y concreto se merece un lugar con su nombre en su país, que fue conocido en el mundo en buena medida gracias a él, su lucha, la de sus compañeros y el pueblo. Por caso, manteniendo el monumento a José Martí, quizás la plaza de la Revolución de La Habana, pudiera llevar el nombre de Fidel. Así quedarían enlazados Martí, Revolución y Fidel.

Y en el mismo sentido, Santiago de Cuba, la ciudad héroe, pudiera llamarse Fidel Castro, por todo lo que Fidel dio a ese oriente y lo que la zona la dio a él y la revolución, desde el Moncada en adelante y antes con Martí. Otra vez la trilogía, Martí, Revolución y Fidel.

Esta es mi humilde opinión. Reitero que los cubanos, su pueblo, su gobierno y su partido son los únicos que tienen capacidad de resolver el asunto. Uno opina desde afuera y seguramente se equivoca.

Se me ha dicho que como ya fue anunciado públicamente por Raúl, ahora no puede haber vuelta atrás. Y que como lo dijo Fidel, tampoco.

Disiento respetuosamente con esas opiniones. A veces hay que saber corregir algo, aún si el máximo líder o el máximo congreso del PCC decide algo, que puede mejorarse.

Doy un par de ejemplos rápidos. El VI y el VII Congreso del PCC aprobaron los Lineamientos Políticos y Económicos, que fueron parcialmente cumplidos, modificados y enriquecidos. Y nadie dijo: no, no se puede modificar porque lo aprobó un Congreso partidario. En base a eso el Comité Central del PCC decidió un plan según el cual en un año debía salir de la órbita estatal determinada cantidad de empleados, no recuerdo si medio millón o un millón, pero luego debió rever y anular ese objetivo y ese plazo porque había críticas y los tiempos no daban. Sí se pueden modificar determinados anuncios o metas, según discusiones, consultas y evaluaciones populares y partidarias posteriores. Me gustaría que la dirección cubana consultara a la población sobre si está de acuerdo en no poner el nombre de Fidel a determinados monumentos, paseos, escuelas o edificios.

Otro ejemplo para debatir. El Che había escrito y dicho que cuando un guerrillero cae en combate, allí queda. Sin embargo Fidel no le hizo caso. Lo buscó incansablemente por treinta años después de asesinado en Bolivia, y cuando lo encontraron e identificaron los especialistas, lo llevó de vuelta a Cuba igual que a otros guerrilleros caídos. No respetó aquella voluntad del Che. E hizo muy bien, porque esa decisión de Fidel era la correcta y correspondía con la opinión mayoritaria del pueblo cubano. ¿Y adónde fue el Che? A un mausoleo y monumento en Santa Clara, muy merecido por cierto. ¿Por qué el Che va a tener su lugar de culto ateo y revolucionario y Fidel no? Yo no me lo puedo explicar.

Creo que en las duras batallas políticas e ideológicas que se vienen para el pueblo cubano y su dirección, por sostener y profundizar el socialismo, cuando la vieja generación revolucionaria está muriendo -como Fidel- y otros retirándose como Raúl, es importante -como un complemento, no más que eso- tener monumentos, escuelas, fábricas, bibliotecas, estadios y campamentos que lleven el nombre de Fidel. Les recordará a los cubanos con su sola presencia a la vista el compromiso con la revolución que han suscripto desde que aquél falleció el 25 de noviembre pasado.

Un último argumento, argentino. En el acto de homenaje a Fidel en la plazoleta Agustín Tosco, de Córdoba, el pasado martes 29, planteé que vamos a hacer un monumento a Fidel, pequeño, en el campus de la Universidad Nacional donde habló en julio de 2006 junto a Hugo Chávez. Ahora, si Cuba no hace monumentos, eso nos descoloca a los argentinos. El rector derechos Hugo Juri, que nos negó el honoris causa para Fidel al cumplir éste los 90 años, podrá decirnos: no ha lugar al monumento porque en Cuba el propio Fidel y Raúl Castro dijeron que no debe haber tales lugares.

Que en Cuba los hermanos cubanos hagan lo mejor para ellos. Los respeto y quiero entrañablemente. Pero en Argentina los solidarios con Cuba que quieran hacer pequeños monumentos por Fidel, creo que los vamos a hacer igual, como ese que propusimos antes de saber que Fidel había dispuesto otra cosa.

Ya sabemos que las luchas de clases y las revoluciones son algo superior, y no dependen de cosas secundarias, que son detalles en última instancia. Pero los líderes no son poca cosa, aleatoria, coyuntural. Son un factor decisivo y Fidel lo fue. Sería bueno tener lugares físicos, por modestos que sean, donde poder recordarlo cotidianamente, junto con sus libros, discursos, fotos, reportajes anécdotas, victorias y tropiezos, críticas y autocríticas, explicándonos cómo era este mundo capitalista e injusto, cómo era el mundo del futuro y cómo debíamos luchar en éste para conseguirlo.

Su modestia innata no quiso monumentos. La revolución cubana, latinoamericana y mundial sí los necesita y los quiere, como motivo de inspiración y juramento de seguir la lucha revolucionaria que él lideró por la liberación y el socialismo.

ortizserg@gmail.com


0 comentarios:

Publicar un comentario