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miércoles, 26 de septiembre de 2018

Colombia: Las trampas del sistema para impedir el combate a la corrupción


Por Tony López R.:
El pasado domingo 26 de agosto, se celebró en Colombia un plebiscito, con el fin de someter a la aprobación del soberano, siete proyectos de leyes contra la corrupción y que estas fuera más “democráticas” y sin vicios.  A favor del sí votaron 11 millones, 604 566 de electores, de un padrón  de 36, 783,940  millones según la registraduría  y perdieron porque no alcanzo los 12 millones 140 mil votos  que requerían para llegar al 33 por ciento del padrón electoral, esa propuesta del 33 por ciento fue la que aprobó el Congreso de la República, para validar la votación.

Tal como señalé en el párrafo anterior,  la metodología a implementar  fue propuesta y apoyada por el Congreso. Quiere decir que es allí  donde se organizó la trampa, o “mico” como suelen llamarle los colombianos cuando a un proyecto de ley, le introducen un párrafo,  o buscan una fórmula  para impedir que se apruebe cualquier medida,  ley o leyes  porque va en contra de sus intereses económicos o del sistema. 
Se aprobó y estableció, que para que  el SÍ ganara debía obtener 12 millones 140 mil votos, que representa el 33 por ciento del padrón electoral de los inscripto o en edad de votar, una muy difícil meta, los políticos, académicos, periodistas y pueblo en general saben que del 100 por ciento del padrón electoral no se cumple, siempre tendrá la segura  ausencia de un 46 a 53 por ciento a las urnas que históricamente se contabiliza en Colombia, por lo que  resulta prácticamente imposible lograr ese 33 por ciento que exigían  cumplir. 

Esto quiere decir que nunca más de  16 a 20 millones de electores acuden a las urnas  y ese, con absoluta honestidad debía ser el padrón sobre el cual debían haber fijado el por ciento que aprobara o no la propuesta anticorrupción o de lo contrario que ganará el plebiscito la opción que más voto recibiera entre  el SI y el NO, como se hizo cuando sometieron a plebiscito  el apoyo o no a los Acuerdos de Paz en octubre del 2016, pero en aquel momento las encuesta aseguraban que el No sería el ganador y era lo que le interesaba a la oligarquía enemiga de la paz.

El ejemplo más claro lo tienen en estas últimas elecciones, mientras que Duque logró  10,362,080  y la llamada oposición de izquierda obtuvo 8,034,080, sumado a los votos en blanco, y los nulos, alcanzaron más de 1 millón 200 mil sufragio, resultan 9,234,080 y  acudieron 19,493,497 electores y eso quiere decir que  17, 290,443 ciudadano no acudieron a las urnas, por las razones que estas sean, no le interesa o no cree en las elecciones, porque en el fondo  se siente frustrados, lo cual indica que a dos meses de dichas elecciones, es muy difícil que se modifique la conducta de los abstencionistas y ello quiere decir que el padrón real debió ser sobre los votantes reales, o sea los más, menos 20 millones de electores. Entonces sí el triunfo del voto por el SI hubiera sido arrollador, nunca en Colombia, una votación favorable alcanzó semejante aprobación. 

El primer elemento a tomar en cuenta, matemáticamente hablando, en estas elecciones quedó demostrado que de los 19,493,497 que emitieron su voto a favor de Duque 10,362,080  y la llamada oposición de izquierda obtuvo 8,034,080, sumado a los votos en blanco, y los nulos, alcanzaron más de 1 millón 200 mil sufragio, resultan 9,234,080 lo cual demuestra una polarización de la población colombiana que votó.

El segundo elemento,  si tomamos en cuenta que de los 36, 783,940 millones en edad de votar, lo hicieron 19, 493,497 electores, quiere decir que 17, 290,443 ciudadano, por las razones que estas sean, no le interesa o no cree en las elecciones, porque en el fondo no se sienten representados ni favorecidos. Ello sumado a los 9, 234,080 votantes, eleva la negatividad de estos electores con el elegido Duque a 26, 524,523. Aunque esto es frías matemáticas, también cuenta en la política y quiere decir que Duque preside un país con casi 27 millones de electores en contra y una importante división en el país.

¿Porque con 11 millones 604 566 votos a favor del SI contra la corrupción  el pueblo perdió?.  Cuando constituye una cifra record de votos a favor de un tema tan importante para la sociedad colombiana,  de todos es sabido que la oligarquía de este país andino está corrupta y vinculada a los más sucios y espurios negocios,  para muestra un botón, el actual ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, está bajo investigación por sus vínculos en el escándalo de  los Paper de Panamá y el ex presidente Juan Manuel Santos está sindicado de haber obtenido dinero ilícito de la empresa brasilera Odelbrech, por solo citar dos sobresalientes ejemplos. Lo más interesante, no pasa nada, la impunidad impera en Colombia bajo la sombrilla de autoproclamarse  un país democrático. 

Periodista, politólogo y analista internacional.
jorgarcia726@gmail.com

miércoles, 11 de julio de 2018

Velatòn por 311 líderes asesinados y el gobierno ahí..


Por Manuel Humberto Restrepo Domínguez:
Los asesinados no son cifras, son humanos y los que asesinan también tienen nombres, hay determinadores y operarios del crimen presuntamente al servicio de poderosos caballeros y señoras de bien, como se llaman a sí mismos, para arrogarse el derecho a decidir por la vida de otros. Ser líder social, defensor de derechos humanos o de víctimas, sea hombre o mujer, es una virtud en cualquier país, en el que la vida tenga más valor que la muerte y haya un real estado de derecho. Ser líder, lideresa o defensor de derechos implica asumir la representación legítima de una comunidad, tener sentido ético y actuar con responsabilidad y conciencia en favor de la verdad, la honestidad y el bien común. Los asesinos creen y defienden la deshonestidad, la mentira, el engaño, la trampa, el despojo y su pretendido derecho a decidir por la vida de los otros, los que no son como ellos.

El asesinato de líderes, por su sistematicidad, intencionalidad y modus operandi, es más que una suma de homicidios, que se pueda resolverse, buscando pruebas para detener al real o supuesto asesino material. Lo que ocurre es claramente un genocidio, que ocurre con anuencia, aquiescencia u omisión de del estado, lo que compromete directa y primeramente al gobierno como responsable, bien por exceder su competencia y convertirse en agenciado de la muerte o por la omisión de su deber de promover y proteger de manera efectiva la vida de sus ciudadanos, con mayor rigor y eficacia cuando se trata de personas protegidas, como lo son los líderes y lideresas. El papel de las autoridades del estado, no es en todo caso usar su capacidad para intervenir en los medios de comunicación, descalificando al asesinado y su entorno, si no corresponder a la función institucional de respeto y respuesta sensata y prudente como efecto del hecho mismo de la muerte provocada. Proteger no es necesariamente proveer de un escolta o planificar unas rondas de visita de uniformados cerca de la vivienda del líder, este amenazado o no.

311 asesinados es el número fatídico señalado por la defensoría del pueblo, mientras el gobierno, el presidente, los ministros y la fiscalía, en cambio de asumir responsabilidades, tratan de minimizar las contundentes cifras del desprecio por la vida y adelantan tareas para restar importancia al tema y controvertir, negar, ocultar y distorsionar esta vergüenza planetaria, que en algún lugar donde la vida tiene valor produciría inmediatas excusas y renuncias a cargos y competencias del poder, porque el estado y los gobernantes si saben qué, cómo y porqué asesinan líderes, entienden las rutas del crimen y tienen claro, quienes, cómo y cuándo se benefician por cada asesinato reportado.

Mientras asesinan lideres el presidente Santos debe estar preocupado por desmentir los audios que definitivamente lo comprometen de manera directa con la recepción de recursos ilícitos de Odebrecht para financiar su campaña presidencial y que hasta ahora hacían creer que había sido a sus espaldas. En mala hora se pone el descubierto esta verdad ocultada que no solo empañara la limpieza de su premio nobel de paz alcanzado, sino que lo pone en igualdad de condiciones al presidente electo, también implicado en asuntos similares. Estar en igualdad en tiempos de salida del poder, equivale a perder, porque el partido del electo lo considera un traidor. Mientras las cifras de muerte alcanzaban su mayor ascenso a partir del reconocimiento de la condición de presidente electo, este se reunía en Estados Unidos con la CIA y hablaba de la seguridad de Venezuela (y el gringo ahí).

Y a la misma hora, del mismo día 6 de julio, en tanto en más medio centenar de ciudades del mundo (Barcelona, Londres, Paris, Madrid o Buenos Aires) miles y miles de personas se movilizaban en una velaton por garantías para vivir en Colombia, pidiéndole al gobierno actual y al que viene respeto por la vida de sus líderes y juicio y castigo inmediato para los responsables, el electo cenaba en Madrid con José María Aznar, jefe del partido popular de la ultraderecha española destituida del poder por corrupción, se fotografiaba con el líder del partido ciudadanos de derecha y tangencialmente saludaba al socialista presidente del gobierno y al rey Felipe y en menos de dos segundos despachaba el tema del genocidio a líderes sociales indicando, que no puede ser posible que asesinen líderes. De  importarle el asunto, hubiera aprovechado para pedir apoyo, acompañamiento, veeduría o consejos para sacar adelante la paz en curso, defender la vida y prepararse para juzgar a los que seguramente el ya sabe o por lo menos intuye que están detrás de los crímenes, que en todo caso ya no son las farc.
mrestrepo33@hotmail.com