miércoles, 7 de abril de 2021

EL REGRESO DEL HIJO AUSENTE

Por Dr. Carlos Pérez Morales: 

Juan Ernesto, un amigo de la infancia, le decía a Francisco en sus cartas que brincara el charco, que todo le iba a ir mejor. Como muchos ciento de miles de puertorriqueños, el joven Francisco emigró a Estados Unidos en busca de un mejor porvenir. Eran muchas las historias que escuchaba que decían que allá le iba mejor. Por tal razón abandonó su trabajo en la tienda, donde sólo ganaba unos 30 dólares diarios, los que apenas cubrían lo necesario para mantener a sus padres.

Era un hombre tímido, pero muy amistoso. Se preocupaba por los demás, y se encargaba de sus padres. Desde que estudiaba la Escuela Superior jugaba Baloncesto, deporte cuya estatura le ayudaba. Ésto le ayudó a desarrollar disciplina y de ser un joven correcto. Sus sentimientos por los demás eran muy genuinos. En otras palabras, era un joven bueno de verdad que se había ganado la admiración de sus vecinos.

Su Madre Juanita era una mujer muy sencilla, muy comedida, amorosa y muy franca. Nunca trabajó fuera de su casa pues se dedicó a criar a Francisco infundiéndole buenos valores. Por su edad ya comenzaba a encorvarse, pero aún conservaba la belleza de su cara juvenil. Era una mujer de profundos sentimientos muy querida en toda la vecindad. Su Padre, Juan Domingo conservaba las huellas de haber trabajado duro durante su vida.

Era un hombre alto, con arrugas, pero con buena presencia. Juan Domingo sólo chiveaba pues sus mejores años de trabajo habían pasado. Todos los sábados y Domingo salía a beber y encontrarse con sus amigos. Como para beber no se necesita mucho dinero porque los amigos invitaban, Juan Domingo sólo llevaba lo poquito de dinero que ganaba chiveando y lo que su mujer le daba que le había entregado su hijo. Era todo lo contrario a Juanita. Era un fanfarrón que hablaba de sus triunfos pasados, alabándose el mismo. En el pasado su estatura y su físico causaban admiración en las mujeres de su juventud.

Juan Francisco se fue a la Florida donde sus amigos le consiguieron trabajo en una fábrica. Por su apreciada labor trabajó en ella 7 años hasta que regresó a Puerto Rico.

Su madre le escribía constantemente y le rogaba que regresara a la Isla pues quería verlo antes de morir. Mientras tanto Juan Domingo seguía de juerga con sus amigos y poco le importaba la ausencia de su hijo. Un día luego de leer una carta de su madre en que le pedía con fervor que regresara, tomó la decisión de volver a su terruño. 

Ese mismo día Francisco compró los pasajes del avión para volar el próximo sábado. Le telegrafió a su madre de su regreso, solicitándole que ese día lo fueran a buscar al aeropuerto. Juanita, después de recibir el telegrama fue a casa de Julio, vecino que tenía carro para solicitarle que los llevara al aeropuerto. El costo del viaje al aeropuerto lo cubriría Francisco al llegar. Conociendo la seriedad del muchacho, Julio no dudó en aceptar.

Por fin llegó el sábado y Francisco y sus padres se pudieron abrazar. Una vez en su casa su madre no cesaba de abrazarlo y besarlo y darle gracias a Dios porque al fin pudo ver a su hijo. Su padre huraño al fin, lo había abrazado en el aeropuerto nada más.

El joven pronto se reunió con sus amigos y un día hasta se fueron de juerga. Francisco añoraba aquellos tiempos cuando jugaban Baloncesto. Sus amigos del "corillo" eran como hermanos. Con ellos Francisco se sintió muy feliz.

Desgraciadamente su estadía en Puerto Rico fue de muy poco tiempo, de apenas una semana. Al llegar el día de regresar a la Florida, su madre lloró como nunca. Al verla en ese estado, el joven le prometió que regresaría todos los años, que ahorraría dinero para poder regresar.

Poco después sus padres se enfermaron con una condición que casi no podían que casi no podía respirar, tenían una fiebre mu ardiente y misteriosamente perdieron el olfato. La intranquilidad fue tanta, que sus vecinos los llevaron al hospital donde los médicos le dijeron que se tenían que hospitalizar.

Semanas después, Francisco llorando profundamente, regresó a la Isla para enterrarlos.

Universidad de Puerto Rico Docente Jubilado

carlosperezmorales@hotmail.com

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