Por Oscar Rotundo*. -
Antes del domingo 28 de febrero se sabía que el presidente Nayib Bukele obtendría una fuerza importante en la Asamblea Legislativa, pero el triunfo alcanzado por este, en los comicios pasados, marca un antes y un después en la política salvadoreña.
En diversas entrevistas y pronunciamientos, que recogimos
meses antes del evento electoral, la militancia popular denunciaba y advertía
la hábil maniobra con la cual el mandatario podría concretar un trabajo que
venía realizando desde hacía varios años, al principio como “aliado” del FMLN y
luego de consagrarse alcalde de San Salvador como denunciante “aséptico” de la
supuesta “corrupción” del gobierno del Frente Farabundo.
La izquierda salvadoreña, en su momento y en su fuero
interno, profundizará sobre los pormenores de este fenómeno que concluye con la
irrupción absoluta en la institucionalidad política, de este arribista que no
dejo nada librado al azar.
Este megalómano que desde el 2019 se erige como paladín de
la democracia y la justicia social, en corto tiempo ha desmontado
paulatinamente 13 de los 40 programas sociales; que desarrollaron los gobiernos
del FMLN.
Con la complicidad de importantes medios de comunicación,
emprendió una campaña de persecución y hostigamiento contra dirigentes del FMLN
basados en noticias falsas o acusaciones no comprobadas y con elementos afines
en la justicia, articuló el Lawfer que en tiempos de campaña electoral tiene un
efecto distorsionador sobre la realidad cotidiana de la población.
Al estilo de Lenin Moreno de Ecuador, atacó a la dirigencia
del frente con la que compartió gobierno, tratando de victimizar su gestión al
frente del ejecutivo, esgrimiendo qué, a causa de no poder contar con
Asambleístas propios, no tenía la fuerza que le permitiera tener el camino
libre para desarrollar sus planes políticos y económicos.
Manipuló a la opinión pública hasta convencer a mucha gente
de que la Asamblea Legislativa trababa su gestión presidencial, aunque, esa
Asamblea le aprobó el 95% de las iniciativas que envió desde el Ejecutivo y
9,500 millones de dólares del presupuesto y de préstamos para la Emergencia.
Ahora, con el poder absoluto en el congreso, controlará todo
el Estado y podrá articular un paraguas legal que le permita poner a su gente
en puestos claves para ejecutar un proceso económico y social acorde a los
requerimientos del Fondo Monetario Internacional.
El iceberg, en esta etapa ascenderá en total plenitud,
mostrando sus proporciones.
Nayib Bukele con el poder institucional pleno, intentará,
privatizar selectivamente a su antojo, flexibilizar y precarizar el trabajo de
los salvadoreños, importar desmedidamente sin tener en cuenta a la industria
nacional, fundamentalmente a las medianas y pequeñas empresas, acorralar a la
clase media y a los pequeños propietarios con impuestos expropiatorios y se
endeudarse para fugar capitales al mejor estilo Mauricio Macri en Argentina.
El pueblo salvadoreño, que tiene una historia de lucha
ejemplar, no permitirá ser sometido por un ambicioso encantador de serpientes,
que más allá de sus actuaciones mediáticas, tendrá que dar cuenta con prontitud
de la acuciante situación de los sectores más vulnerables de la sociedad.
¿Cuándo las luchas populares se incrementen, retrotraerá
este señor, la historia a los momentos más oscuros de la vida salvadoreña? Esos
momentos que él califica como una farsa.
¿Recurrirá a la guerra sucia y el paramilitarismo para
contener los justos reclamos de la población? O simplemente con sus arcas
rebosantes por la aplicación de su política neoliberal, ¿huira del país dejando
un Estado quebrado, como sus compinches golpistas de Bolivia?
No lo sabemos, pero de lo que estamos convencidos es de que
cuando su manipulación se diluya y la realidad transite las calles y los campos
salvadoreños, habrá un pueblo preparado para hacerlo rendir cuentas.
*Analista político del equipo de Periodismo Internacional Alternativo PIA Global
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