Por Rubén Alexis Hernández:
Aclaratoria preliminar: De ninguna manera se vincula en el
presente artículo al pueblo colombiano en general, con la nefasta política
exterior-guerrerista de Colombia y la porquería en que se desenvuelven sus
élites política, económica y militar. Todo ciudadano común en ese país es
hermano de los venezolanos.
Muy pocos pueden tener dudas a estas alturas de que el Estado colombiano ha sido una entidad político-administrativo-territorial identificada claramente con el narcotráfico y la violencia extrema, ejecutada ésta por paramilitares y otros mercenarios-sicarios, por lo general en contra de los pobres. Típico Estado terrorista burgués, en el que una minoría ha concentrado la propiedad de los medios de producción y el capital, este último gracias en buena medida al negocio de las drogas ilícitas (en especial por el comercio de la cocaína), y ha sometido a sangre y fuego a las masas, cada vez más empobrecidas y desarraigadas, obligadas en las últimas décadas a desplazarse masivamente dentro y fuera del país suramericano, aterrorizadas por los asesinos al servicio de las élites.
Para colmo, dicho Estado ha sido un aliado casi incondicional de Estados Unidos en América Latina, y por tanto siempre dispuesto a hacer lo posible para ayudar a sus amos del norte a mantener su poder en la región, en riesgo ahora por la progresiva influencia de China y Rusia. Por desgracia la dirigencia colombiana, desde los mismos inicios de la República en el siglo XIX, ha estado de rodillas ante Estados Unidos, y un claro ejemplo de ello se manifestó en la política exterior del Gobierno de Francisco de Paula Santander, ferviente admirador del liberalismo estadounidense y de la “democracia” con presencia de esclavitud de la joven nación norteamericana. Aunque en realidad nada bueno podía esperarse de uno de los “políticos” más hipócritas, traidores y arrastrados en la historia de América Latina, autor intelectual de varios intentos de homicidio contra Simón Bolívar.
Y hoy día, en el marco de las amenazas militares contra
Venezuela por parte de Estados Unidos y otras potencias globales, no podía
faltar la presencia importante de Colombia, tanto por los intereses económicos
que manejan los delincuentes comunes y
de élite colombianos en su relación con la nación venezolana y su pueblo, como
por el hecho de que Colombia, hermana histórica de Venezuela, tristemente está
dispuesta a asumir el papel de punta de lanza para una arremetida violenta
contra el país vecino, liderada obviamente por el Imperio estadounidense, en
franca decadencia pero aún con necesidad de dominio y con un importante
potencial militar.
Es más que evidente que el ejército colombiano o cualquier
grupo armado al servicio de las élites colombianas y de Estados Unidos, está
listo para disparar la primera bala y así desatar el infierno no solo en
territorio venezolano y colombiano, sino en el resto de América del Sur y más
allá. Terroristas sobran en Colombia, vinculados en su mayoría con el
narcotráfico, con unas ganas tremendas de continuar la infiltración en
Venezuela y seguir perjudicándola en diversos ámbitos, cumpliendo a cabalidad
su papel como debilitadores del tejido social venezolano y en general de la
patria de Bolívar.
De hecho, Iván Duque acaba de crear una fuerza de élite
compuesta por miles de individuos (Comando Contra el Narcotráfico y Amenazas
Transnacionales), en teoría para combatir a narcotraficantes y terroristas,
pero que en realidad es para otras cosas, considerando, por ejemplo, que el
Estado colombiano jamás ha hecho nada concreto por acabar con el narcotráfico y
el paramilitarismo, aliado en las sombras de las élites colombianas. Es
evidente que para el Estado colombiano Venezuela es una amenaza transnacional,
y en este sentido uno de los objetivos de dicha fuerza sería la participación
en una agresión armada contra la nación vecina.
En pocas palabras, el narcoterrorista Estado colombiano representa una seria amenaza para Venezuela en la actualidad, y cuenta con numerosos individuos capaces de hacer de todo tanto para satisfacer sus propios intereses, como los de las élites colombianas e internacionales.
Lacras dispuestas a
terminar de sumir en el caos a Venezuela, a generar más destrucción, miseria y
derramamiento de sangre en nombre de principios y valores que lejos están de
entender y menos aún de practicar. Es más, el Estado colombiano no solo es una
amenaza de gran magnitud para Venezuela, sino para el resto de América Latina;
solo por ser un aliado casi incondicional de Estados Unidos en diversos
ámbitos, y uno de los principales proveedores de drogas en el mundo, ya se
reconoce como un peligro para la paz y la estabilidad globales.
ruhergeohist@yahoo.com
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