Por Sergio Rodríguez Gelfenstein:
Sin que aún se hayan cumplido dos meses de la toma de
posesión de Joe Biden como presidente de Estados Unidos se ha llegado al
consenso de que el connotado burócrata de Washington que ocupa hoy la Casa
Blanca es más de lo mismo. A pesar que todavía quedan crédulos o inocentes
(como se les quiera llamar) que piensan que el nuevo gobierno “se está
ajustando antes de tomar decisiones”, lo cierto es que ya Biden mostró su
talante imperialista, agresivo y asesino… uno más entre una larga “pléyade” de
presidentes demócratas y republicanos, ninguno de los cuales ha podido exhibir
condición alguna que los caracterice como personas civilizadas preocupadas por
los destinos de la humanidad.
Como el propio Biden y sus funcionarios se han encargado de afirmar en estos primeros 50 días, lo único que le importa es hacer que el mundo funcione bajo la égida de los valores estadounidenses que significan imposición, dolor y muerte. Su propio pueblo lo ha podido comprobar a través del manejo de la pandemia que ha hecho el gobierno y que ha significado más de medio millón de muertos, evidencia de que la salud de los ciudadanos tiene muy poca importancia y su sacrificio se entiende como una consecuencia de las acciones de China y de la OMS.
Ya se sabe que Biden ordenó bombardear Siria el pasado 25 de
febrero para supuestamente atacar a las milicias populares que enfrentan la
presencia ilegal de Estados Unidos en el país, equiparándose de esta manera
-muy rápidamente- con su antecesor de quien dijo diferenciarse.
Sobre China opinó que es el enemigo estratégico con la que
se establecerá una “extrema competencia”. Al hablar del presidente Xi Jinping
consideró que: “No tiene un solo hueso democrático en su cuerpo y no lo digo
como una crítica, sino que es una realidad".
A pesar de todo, si alguna posibilidad de acercamiento y/o
entendimiento podía esperarse en la relación entre las dos potencias, ella
quedó totalmente descartada después de las conversaciones de alto nivel
realizadas en Anchorage, Alaska, los días 18 y 19 de marzo pasados. El discurso
brutalmente agresivo y alejado de cualquier práctica diplomática del secretario
de Estado Anthony Blinken reclamando al gobierno de China por su actuación en
Xinjiang, Hong Kong y Taiwán, que son de absoluta incumbencia de Beijing,
despejaron del panorama la idea de un cambio de política respecto de la
administración Trump. En algunos aspectos, el nuevo secretario de Estado fue
incluso más provocador y belicoso que su antecesor Mike Pompeo, lo cual es
mucho decir.
Respecto de Rusia, Biden creó una “pantalla de humo” al
decir que su país ya no se someterá a sus acciones agresivas como si fuera
Rusia la que aplica una feroz política de sanciones a Estados Unidos y no lo
contrario. Siguió la diatriba afirmando que su administración se comprometía a
contrarrestar el “autoritarismo” tanto de Beijing como de Moscú, insistió en su
deseo de marcar distancia con Trump lo cual no deja de ser risible. En una
arenga propia de la guerra, aseguró que Estados Unidos debe “estar ahí frente
al avance del autoritarismo, en particular las crecientes ambiciones de China y
el deseo de Rusia de debilitar nuestra democracia”. Envalentonado aseveró que
le había dejado claro al Presidente Putin que “de una manera muy diferente a mi
antecesor, la época en que Estados Unidos se sometió a los actos agresivos de
Rusia se acabó”. Más recientemente, concluyó su “apreciación” sobre Rusia
diciendo que creía que el presidente Vladimir Putin era un asesino. Esta
opinión no merece mayores comentarios, solo se pueden explicar al observar que
Biden se cayó tres veces en la escalera que lo llevaba al avión presidencial.
Al opinar sobre Irán dijo que no levantará las sanciones
económicas en su contra a menos que Teherán reduzca primero su enriquecimiento
de uranio al nivel que acordó en el tratado internacional de 2015 destinado a
restringir el desarrollo de armas nucleares. Fue Estados Unidos quien se retiró
de ese tratado imponiendo fuertes sanciones y amenazas a la nación persa,
asesinando además a uno de sus principales líderes militares en total violación
del derecho internacional. Cuando se le preguntó directamente a Biden en una
entrevista si Estados Unidos levantaría las sanciones primero, para que Irán
volviera a las negociaciones, Biden respondió simplemente: "No".
Al referirse a Cuba la vocera de la Casa Blanca Jen Psaki
aseguró que un cambio de las políticas se su país hacia la isla antillana no está entre las prioridades del gobierno de
Joe Biden, apartándose de sus propias declaraciones en las que afirmaba que
revisaría las medidas de Trump para contrarrestar las que había generado el
presidente Obama.
En relación con Venezuela el portavoz del Departamento de
Estado, Ned Price, señaló que no esperaban ningún contacto con el gobierno del
presidente Maduro y que continuarían con la fallida y derrotada política de
Trump de reconocer al fracasado Juan Guaidó como presidente interino de
Venezuela.
Amiga que lee estas líneas, como dicen los abogados: “a las
pruebas me remito”. No se deje engañar por simples tinterillos, voceros grandilocuentes,
analistas mediocres, periodistas mercenarios y políticos de pacotilla que le
han vendido que los demócratas son la salvación.
Eso, además de ser falso, lleva a la desmoralización porque nunca ocurrirá, pero lo que es peor, conduce a la desmovilización y a bajar la guardia. Tenemos que saber que sea quien sea quien gobierne en Estados Unidos, el imperialismo no cambia un ápice su condición de pendenciera superioridad mundial. Debemos estar atentos y confiar en nuestra propia fuerza y en la inteligencia y las infinitas capacidades del pueblo.
sergioro07@hotmail.com
¿ESte escritor cree que descubrió la pólvora? Cualquier persona de izquierda en América Latina sabe a qué atenerse respecto de los yanquis. Pero de todos modos este Biden es mejor que Trump. ¿Por qué? Porque Trump era un desquiciado que el día qe amaneciera de malas porque peleó con la mujer, podía apretar el botón de la bomba. Biden también lo puede hacer, pero por razones más meditadas. ¿Y qué tiene que ver que se haya caído al subir al avión? Esa sí que es una afirmación discriminatoria contra los viejos. Los viejos nos caemos a menudo. Yo soy viejo y no me gustan las escaleras, pero todavía me funciona el coco. ¿O no?
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