Por: Iván Oliver Rugeles:
Las bolsas mortuorias
colocadas frente la Casa Rosada en Buenos Aires, que simulan contener cadáveres
maniatados con nombres de funcionarios, incluyendo al presidente Alberto
Fernández y la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, además de la
dirigente de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto
Por Jorge Alemán
No es necesario
explicar que la derecha neoliberal argentina ya se ha constituido como tal. No
es verdad que sea necesario tener en frente a un gobierno progresista o
democrático-popular para que despliegue su fuerza. Ni siquiera un gobierno
eventualmente inhibido en sus posibilidades. Son representantes políticos de un
Poder fuera del gobierno que ya ha decidido que es la misma Democracia la que
debe ser destruida. Porque la Democracia siempre puede deparar alguna sorpresa,
un movimiento imprevisto que afecte los intereses de un Poder que en tiempos
del neoliberalismo desea ser ilimitado, reproducirse sin obstáculos.
En el proyecto de ese
Poder ya está programado que los gobiernos democráticos-populares sean sólo un
mero paréntesis, un interregno reparador, hasta que la derecha neoliberal
retorne. Y ni siquiera la feroz pandemia ha apaciguado el deseo del Poder de
perseverar en su ser. Por ello ya nunca más habrá oposición, ni pactos de
Estado frente a las urgencias de la Nación, ni ninguna dialéctica posible entre
adversarios.
Es una derecha ultraderechista de cuño goebbeliano que
perfecciona su artillería mediática, corporativa y judicial día a día. Cuenta
con un dato histórico clave: la progresiva disolución de los llamados intereses
objetivos por parte de los sectores populares que ya se mueven subjetiva y
políticamente por identificaciones que, por confusas que sean, los reafirman. Y
luego la lenta extinción de la denominada batalla por el sentido.
La derecha ultraderechista actúa fuera del sentido,
performativa mente transforma cualquier signo separado de la verdad en un
juicio de existencia. En el tiempo histórico donde las noticias son órdenes
encubiertas. Por todo ello los gobiernos democráticos y populares deben reunir
sus legados históricos sin nostalgia, pero sí como fuente de inspiración, para
diseñar una actualización ética de las experiencias populares.
Las bolsas fueron colgadas de la cerca que rodea la Casa de
Gobierno del hermano país de Argentina
Nunca como ahora se ha vuelto una exigencia de primer orden
anudar la Ética a la Política.
No me refiero a una ética normativa sino a una que comience
por uno mismo. Por el examen de la propia vida en relación a la causa que
defendemos No se trata de la mentada función crítica del intelectual sino de
ser capaz de incluso pensar contra uno mismo. Porque cuando se trata de la
igualdad y la justicia nunca estamos a su altura, siempre estamos en las vísperas.
Sin embargo, esa fragilidad donde la Ética y la Política se encuentran, es
nuestra verdadera alternativa, nuestra razón y orden, frente a la locura de esa
ultraderecha para la que la vida no vale nada.
ioliverrugeles@gmail.com
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