jueves, 25 de marzo de 2021

Biden insulta a Putin y ataca al pueblo ruso

 Por Rubén Ramos: 

Estos días ha dado la vuelta al mundo la noticia sobre la entrevista que el inquilino demócrata de la Casa Blanca del Terror, Joe Biden, concediera a la cadena ABC News de Estados Unidos. 

Esta cadena trasmite en simultáneo para los “cinco ojos” de la alianza de espionaje internacional que dirige Estados Unidos y que integran Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Desde aquí, la información sale al resto del mundo a través de los cables internacionales “occidentales”

La alianza de espionaje de estos países fue puesta en evidencia en 2013 por el ex-informante tecnológico de la CIA y de la Agencia de Seguridad Nacional estadounidenses, Edward Snowden. Tras su persecución, reside actualmente en Rusia. En Estados Unidos, su país de origen, está acusado de “espionaje y robo de propiedad gubernamental”. 

La entrevista fue hecha por el periodista y operador político estadounidense George Stephanopoulos del partido demócrata. 

Biden dice que Vladimir Putin, es un "asesino” y que le habría advertido:  “De comprobarse tu intento por socavar mi candidatura en las elecciones de 2020, prepárate porque pagarás las consecuencias”. 

Más allá de la bravata propia de todo baladrón, la acusación de Biden respecto al presidente Vladimir Putin, es un ataque al pueblo ruso. Obliga a una inevitable reflexión conducente a la comprensión de los tipos y grados de patologías presentes en quienes se auto titulan “excepcionales” defensores de la humanidad, la democracia, los derechos humanos. 

Sus patologías no sólo tienen que ver con la etapa senil de sus vidas. En la camarilla demócrata de Biden no todos atravesaron el umbral de la razón. Pero a todos los identifica la patología del servilismo a las dinastías y las élites del poder, a los “filántropos” de los magnicidios; a los CEOS de las grandes corporaciones transnacionales. Gracias a esta patología pudieron perpetuarse en el gobierno de su país pasando de gobernadores a representantes y de aquí a senadores y luego a presidentes en el caso de los sobrevivientes y más “proactivos”. 

Todos (incluyendo a las mujeres) son millonarios y ven en el actual gobierno una oportunidad más para seguir enriqueciéndose. Si alguno muere, la patología se hereda. Está en los genes. 

En esta realidad bienvenidas sean las bravuconadas de su presidente senil, de quienes se las soplan al oído o las dicen por su cuenta para hacer “la finta” que encandile a sus “electores” y los “convenza” de que son diferentes de los que les antecedieron. Nada más falso. 

La patología de la “excepcionalidad” les viene como un componente ontogénico a los estadounidenses descendientes de los “paria peregrinos” (y no padres peregrinos como los identifica la narrativa cristiana) y de las  demás “congregaciones” disidentes del anglicanismo. 

Este pesado lastre los inhabilita para cualquier posibilidad civilizatoria. Pero los habilita para engendrar individuos que se creen diferentes. Pertenecientes a un supuesto “pueblo elegido” y poseedores de un “destino manifiesto”. De hacer lo que les venga en gana sin dar cuenta de sus actos u omisiones a nadie. 

Desde su llegada a Patutex la tierra de los nativos Wampanoag a quienes despojaron de la caza, la pesca y la agricultura los “parias peregrinos” y demás “puritanos”, convertidos en estadounidense “excepcionales”, representan una amenaza para la convivencia civilizada entre las naciones y para la paz mundial. 

Las alianzas estratégicas -implícitas o explícitas- entre los pueblos y gobiernos soberanos y libres de Rusia, China, Irán, Siria, Corea del Norte, Cuba y Venezuela le han salido al paso. No para hacer la guerra sino para impedir que en nombre de una supuesta “excepcionalidad” Estado Unidos siga produciendo mayores desastres con su injerencia en la política interna de otros Estados, con sus invasiones a países y territorios que no les pertenecen, con sus golpes de Estado, con su terrorismo institucionalizado bélico y biológico, con sus “sanciones” de Leviathan Hobbiano enfermo y desesperado por su supervivencia. 

El odio, el desprecio por lo que no es blanco, la fijación destructiva, exterminadora, persecutoria, son otras tantas de las patologías que obnubilan a los gobernantes estadounidenses y a las autoridades de sus instituciones.  

Esto impide la democratización de los intercambios comerciales, financieros, industriales, pero hace que sus beneficios se extrapolen entre los que tienen todo y los que nada tienen. Entre los que incrementan sus riquezas exponencialmente y los que viven de un salario cada vez más exiguo. Entre los que se hacen cada vez más ricos por su posición en los gobiernos de turno y los que empobrecen en la calle. Entre las ciudades “inteligentes” y los barrios de analfabetos e ignorantes.  Entre naciones ricas y pobres; entre demócratas y “deplorables”. Entre lobistas y corruptos e ingenuos y honrados. 

Las emociones constituyen un componente natural de la personalidad humana. Pero éstas no son adecuadas para enfrentar las relaciones con nuestros semejantes y la realidad de cada día. 

Menos lo son, las decisiones emocionales condicionadas por patologías psicopáticas como las que identifican a quienes intermedian la gobernanza de Estados Unidos. Tanto, internamente; como con sus pares en un mundo que dejó hace rato de ser unipolar para erigirse multipolar y plural. 

ruby_7872@yahoo.es

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