Por Diego Olivera Evia:
Aunque algunas cosas –como la enorme asimetría de poder– no
han cambiado, la relación entre Estados Unidos y América Latina y el Caribe ya
no es como antes. Washington ya no despliega una sola «política
latinoamericana», sino diferentes estrategias bilaterales o subregionales:
México, América Central y el Caribe conforman un área profundamente integrada,
a través de la migración y el comercio, a EEUU; la zona andina constituye el foco
de mayor preocupación norteamericano, debido a la inestabilidad política y el
narcotráfico; mientras que los países del Cono Sur cuentan con un margen de
maniobra que no existía en el pasado.
En general, la agenda estadounidense para América Latina está menos basada en la geopolítica, la seguridad nacional y la ideología y más centrada en la economía, en el marco de problemas compartidos como el narcotráfico, el ambiente y la migración.
Pero no solo EEUU sino también América Latina exige ser
desagregada. Los países de la región difieren enormemente entre sí. Argentina
es tan diferente de Haití, o Perú de Panamá, o República Dominicana de Chile,
como Suecia lo es de Turquía, o Australia de Indonesia. Es que, aunque en los
últimos treinta años casi todos los países latinoamericanos han coincidido en
adoptar elecciones democráticas y construyeron economías de mercado que
respetan el equilibrio macroeconómico, algunas diferencias clave se han
acrecentado.
Esas diferencias son particularmente notables en cinco dimensiones
distintas, aunque relacionadas: a) la naturaleza y la interdependencia
económica y demográfica con EEUU; b) el grado en que los países han
comprometido sus economías en la competencia internacional y las formas en que
se relacionan con la economía mundial; c) la fortaleza relativa de sus
instituciones, tanto estatales como no estatales; d) el grado de penetración de
las normas y prácticas democráticas, y e) los desafíos que plantea la
integración de las poblaciones indígenas.
La creciente diferenciación en torno de estas cinco
dimensiones hace discutible la utilidad del amplio concepto «América Latina»,
que oscurece en la misma medida en que ilumina. En verdad, hoy EEUU ya no
adopta ni implementa una «política latinoamericana» aplicable a toda la región.
La idea de un «hemisferio occidental» –según la cual los países de América
Latina y EEUU estarían unidos entre sí y se distinguirían del resto del mundo
por intereses, valores, percepciones y políticas comunes– ya no se ajusta a la
realidad, tanto desde el punto de vista de Washington como desde el de Buenos
Aires, Santiago, San Pablo o Brasilia.
Por lo tanto, para comprender las relaciones interamericanas
hoy es necesario distinguir, al menos, cinco regiones diferentes: a) México,
América Central y las islas del Caribe; b) Brasil; c) Chile; d) Argentina y el
resto de los países del Mercosur, y e) los países andinos, que seguramente
requieren una mayor desagregación.
La región que integran México, América Central y el Caribe
–que en muchos aspectos constituyen tres regiones separadas– suma en conjunto
apenas un tercio de la población total de América Latina y el Caribe, pero
concentra casi la mitad de la inversión estadounidense, más de 70% del comercio
interamericano y alrededor de 85% de la migración latinoamericana a EEUU. Las
tres subregiones están más integradas que nunca a EEUU en términos funcionales,
como se discute más adelante.
Los países del Mercosur, de los que Brasil es el más
extenso, suman 45% de la población, casi 60% del PIB latinoamericano, más de
40% (en proporción creciente) de la inversión estadounidense y bastante menos
de 10% de la migración latinoamericana a EEUU.
Entre ellos, pese a sus inmensos problemas y desafíos, Brasil es un país crecientemente exitoso e influyente. Ha abierto su economía a la competencia internacional; revolucionó su sector agrícola; desarrolló industrias con mercados continentales e incluso mundiales; fortaleció, lenta pero constantemente, sus instituciones estatales y no gubernamentales, y forjó un consenso centrista cada vez más firme en torno de las líneas generales de sus políticas macroeconómicas y sociales, incluida la necesidad urgente de reducir las desigualdades, aliviar la pobreza y mejorar la educación en todos los niveles. Brasil ocupa un lugar importante en el comercio internacional y en las negociaciones ambientales, de salud pública y de propiedad intelectual.
Es un líder activo e influyente del Sur global, y trabaja en
estrecha colaboración con la India y Sudáfrica. Es probable que, con el tiempo,
juegue un papel creciente en las Naciones Unidas y otros foros multilaterales.
El perfil mejorado de Brasil, tanto en este hemisferio como en el resto del
mundo, genera un respeto creciente por parte de EEUU.
Chile es el país latinoamericano más comprometido con la
economía mundial; cuenta con las instituciones más fuertes y las normas y las
prácticas democráticas más afianzadas de la región. No enfrenta problemas
serios de integración indígena, expulsa pocos ciudadanos hacia EEUU u otras
regiones y hoy está tan ligado a las economías de Asia, Europa y América Latina
como a la norteamericana. Chile ha construido un amplio consenso en torno de
muchas políticas públicas clave, con un alto grado de previsibilidad que
facilita la inversión, tanto nacional como extranjera, y promueve el
planeamiento estratégico gubernamental y del sector privado. La influencia
internacional de Chile y su prioridad para EEUU son considerablemente mayores
de lo que sus dimensiones, su poder militar o su peso económico podrían
sugerir. Su «poder suave» atrae la atención y las inversiones y es la clave de
su liderazgo y de su influencia.
Argentina, por contraste, ha tenido grandes dificultades
para construir un consenso, fortalecer las instituciones, abrir toda su
economía y alcanzar la previsibilidad que resulta tan importante para superar
el cortoplacismo y facilitar el desarrollo sostenible. Aunque el país ha
participado activamente en asuntos internacionales –y ha sido un aliado
incondicional y útil de EEUU en la lucha contra el terrorismo y el tráfico de
drogas y en la no proliferación de armamento nuclear–, es mucho menos
importante desde el punto de vista estadounidense de lo que su pomposa
designación como «aliado extra-OTAN» podría sugerir. Probablemente no pueda contar
con una empatía significativa o un apoyo concreto de EEUU, no importa quién
gobierne en Washington. Es posible que el fracaso del gobierno de Bush en
rescatar a Argentina durante su profunda crisis económica de 2001-2002 no haya
sido una aberración ni una decisión personal arbitraria del presidente o de su
secretario del Tesoro, sino una consecuencia previsible de la importancia
marginal que el país tiene para Washington.
El último grupo está integrado por las agitadas naciones
andinas, que suman casi 22% de la población de América Latina, solo 13% de su
PIB, cerca de 10% de la inversión de EEUU y menos de 15% del comercio legal con
ese país, pero producen casi la totalidad de la cocaína y la heroína que llegan
allí (a menudo a través de México o las islas del Caribe). Todos los países
andinos, en grados diversos pero importantes, son asolados por severos
problemas de gobernabilidad y cuentan con instituciones políticas débiles.
A esto hay que añadir la integración irresuelta de amplias
poblaciones indígenas que se hacen oír cada vez más, y de los muchos –no solo
indígenas– que viven en la pobreza o la indigencia. En estas circunstancias, el
mantra de Washington –según el cual el libre mercado y la política democrática
se fortalecen y sostienen mutuamente en un poderoso círculo virtuoso–
sencillamente no funciona. La combinación de exclusión masiva, pobreza
extendida y flagrante desigualdad, junto con una conciencia creciente en un
contexto democrático de economía de mercado, es extremadamente volátil, con escasas
probabilidades de coexistir en el mediano plazo.
Periodista, Historiador y Analista Internacional
diegojolivera@gmail.com
Pero Diego Olivera se olvido de la República Bolivariana de Venezuela, Cuba, Bolivia y Nicaragua en su análisis geopolítico. También con relación a Chile se quedo corto pero muy corto
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