Por Leandro Albani:
Los conatos de guerra que suenan desde el fin de semana
pasado entre Armenia y Azerbaiyán, desatados por el control de la región
autónoma de Nagorno Karabaj, se convirtieron en una nueva excusa para el
gobierno turco del presidente Recep Tayyip Erdogan para demostrar su capacidad
militarista y, al mismo tiempo, dar un paso más en sus políticas de expansión y
ocupación territorial.
El mandatario, que busca a toda costa “revivir” el esplendor del Imperio Otomano, es un estrecho aliado del presidente azerí Ilham Alíev. Sabe que esa relación es un puente perfecto para atacar a Armenia, uno de sus principales enemigos en la región. Erdogan, quien mantiene una postura férrea de negación del genocidio armenio, en los últimos meses dejó en claro que Turquía y Azerbaiyán se encuentran fundidos, con variaciones terminológicas, en el histórico lema del nacionalismo turco: del viejo “una nación, un Estado, una patria”, en estos días Erdogan utiliza el moderno “dos estados, una nación”, para justificar que turcos y azeríes son una “raza superior” que busca conquistar la región.
El presidente de Nagorno Karabaj, Arayik Harutyunyan,
resumió la actual situación: “No es Azerbaiyán sino Turquía quien está luchando
en Nagorno-Karabaj”. Sobre esta nueva guerra, el periodista colombiano y
especialista en Medio Oriente, Víctor de Currea-Lugo, escribió recientemente:
“El conflicto refleja el viejo problema de querer imponer estados-naciones,
homogéneamente culturales, negando la realidad del terreno, como sucede en el
caso kurdo. Los nacionalismos y las discriminaciones étnicas y culturales
aumentan la tensión, como sucedió en la antigua Yugoslavia. Un cese al fuego no
es garantía de paz”.
De forma concreta, Currea-Lugo sintetizó: “Mientras Rusia y
Turquía se alían para controlar a los kurdos en el norte de Siria, aquí son
enemigos. Por su parte, Rusia vende armas a los dos. Azerbaiyán suministra
hidrocarburos a Europa, lo que sería la principal preocupación europea en este
conflicto. Hoy día, ningún Estado reconoce a Alto Karabaj como Estado
independiente. Así, como en otras guerras, la agenda local termina absorbida
por intereses internacionales, los derechos de los civiles no cuentan y el
ajedrez internacional vuelve a los pueblos del Cáucaso simplemente peones”.
Alerta mercenarios
En medio de este conflicto bélico en puertas, el Estado turco echó mano a una de sus principales armas: el traslado de miles de mercenarios desde Siria hacia Azerbaiyán, para que respalden al ejército de ese país contra Armenia.
Esta política no es nueva: ya la viene aplicando en el
Kurdistán sirio (Rojava, norte de Siria) y en Libia. Mientras el gobierno utiliza
los “enjambres de drones” para bombardear de forma masiva en esos territorios,
los mercenarios –muchos de ellos ex combatientes de Al Qaeda y el Estado
Islámico (ISIS)- conforman la fuerza de choque en la regiones asediadas u
ocupadas ilegalmente.
A los pocos días de iniciados los enfrentamientos militares
entre los ejércitos de Ereván y Bakú, el embajador armenio en Rusia, Vardán
Toganián, aseveró que al menos 4 mil mercenarios estacionados en el norte de
Siria fueron enviados hacia Azerbaiyán. En declaraciones a la agencia de
noticias Sputnik, el diplomático aseguró que los mercenarios “ya están
combatiendo del otro lado (de Azerbaiyán). Los preparan en campamentos de
militantes y los trasladan allí”. Por su parte, la cancillería armenia denunció
que “según la información de las fuentes fiables, Turquía recluta a
combatientes terroristas extranjeros y los envía a Azerbaiyán. Al mismo tiempo,
las autoridades más altas de Turquía brindan apoyo político y propagandístico a
Azerbaiyán”.
El 28 de septiembre, la agencia Reuters publicó los
testimonios de dos mercenarios trasladados a Azerbaiyán. Ambas personas
contaron que su traslado fue coordinado por Ankara. Uno de ellos, que según
Reuters integra el grupo terrorista Ahrar Al Sham, afirmó: “No quería ir, pero
no tengo dinero. La vida es muy dura y pobre”. Los dos mercenarios coincidieron
en que sus comandantes, integrantes del Ejército Nacional Sirio (ENS,
respaldado por Turquía) les prometieron un salario mensual de 1.500 dólares. El
otro de los mercenarios, que forma parte de la milicia Jaish Al Nukhba,
afiliada al ENS, dijo a la agencia que al menos mil combatientes serían
enviados a Azerbaiyán.
Otras confirmaciones
El mismo día que Reuters difundía estos testimonios, el
diario británico The Guardian publicó un extenso artículo firmado por su
corresponsal en Estambul Bethan McKernan, en el que denunció el traslado de
mercenarios por parte de Turquía. “El potencial despliegue es una señal del
creciente apetito de Turquía por proyectar poder en el exterior y abre un
tercer escenario en su rivalidad regional con Moscú”, estimó el periodista.
The Guardian habló con tres hombres que se encuentran en Siria que se sumaron a grupos y milicias irregulares, “que prometieron trabajar con una empresa de seguridad privada turca en el extranjero”. Dos de estas personas fueron convocadas por un comandante de la división Sultán Murat a un campamento militar en Afrin, una de las regiones kurdas de Rojava, ocupada ilegalmente por Turquía. Según sus testimonios, el comandante les explicó que su “trabajo” consistiría en “proteger los puestos de observación y las instalaciones de petróleo y gas en Azerbaiyán, con contratos de tres o seis meses a 7.000 o 10.000 liras turcas por mes (entre 800 y 1.200 dólares)”.
Tres días antes de que se desataran los ataques cruzados
entre Armenia y Azerbaiyán, la agencia de noticia ANHA denunció que “los
mercenarios del Estado Islámico (ISIS), Al Qaeda y otros grupos terroristas,
utilizados por el Estado turco contra los kurdos en Siria, y responsables de
graves crímenes de guerra y de lesa humanidad, primero fueron enviados a Libia
y ahora a Azerbaiyán, en medio del tenso conflicto que tiene el gobierno de ese
país con Armenia”.
En ese momento, el medio de comunicación kurdo reveló que al
menos 50 miembros de la división Sultán Murat, que opera en Afrin, fueron
enviados a Azerbaiyán. Además, publicó el nombre de 41 de los mercenarios. A su
vez, se indicó que el plan contemplaba enviar 150 combatientes a sueldo a
Azerbaiyán y que, en agosto pasado, Turquía ya había trasladado 275 mercenarios
de diferentes organizaciones terrorista. En julio, ANHA había denunciado que el
gobierno se encontraba organizando el envío de mercenarios que operaban en la
provincia siria de Idlib, donde Turquía tiene una presencia importante con
decenas de puestos militares y relaciones fluidas con buena parte de los grupos
terrorista que controlan la zona.
El 30 de septiembre, quien confirmó la presencia de
mercenarios fue el gobierno ruso. En un comunicado, el Kremlin señaló: “Según
informaciones recibidas, a la zona del conflicto de Nagorno Karabaj están
llegando integrantes de grupos armados ilegales procedentes, en particular, de
Siria y Libia, con el objetivo de participar directamente en los combates”. La
cancillería de Rusia manifestó su preocupación por este hecho, ya que
“conducirá no solo a una escalada mayor de las tensiones en la zona del
conflicto, sino que creará amenazas de largo plazo para todos los países de la
región”. Moscú llamó “a los dirigentes de todos los países interesados a tomar
medidas efectivas para evitar el uso de terroristas extranjeros y mercenarios
en este conflicto y garantizar su retirada inmediatamente de la región”.
Cuando se traza una línea de la política turca entre Rojava,
Libia y ahora Azerbaiyán, se observa con claridad cuáles son las intenciones
del gobierno de Erdogan. Sin respetar las leyes y convenciones internacionales,
generando el desplazamiento forzado de miles de personas, aplicando un sistema
de cambio demográfico para partir territorios, tanto en lo material como en lo
humano, y cometiendo o avalando un sinfín de crímenes de guerra, como lo
denunció en varias oportunidades Naciones Unidas, Turquía avanza como una
mancha oscura en Medio Oriente y el Cáucaso. Un avance peligrosamente similar
al que hace apenas unos años atrás soñaba los yihadistas del Estado Islámico.
leandroalbani@gmail.com
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