Por Homar Garcés:
Cuando se trata de analizar lo que ocurre en muchos países
frente a la vigencia (para algunos, moribunda) del sistema capitalista se debe
tener presente que este genera a lo interno de cada país una multiplicidad de
resistencias populares que no encajan (ni debieran encajar, como generalmente
se acostumbra) en una clasificación única o universal. Esta heterogeneidad de
resistencias, vale afirmar, se ajusta a la realidad creada bajo el influjo del
capitalismo neoliberal durante las últimas tres décadas, una realidad que, por
otra parte, ha influido notablemente en el desplazamiento masivo de migrantes
hacia las naciones más desarrolladas en búsqueda de oportunidades de una vida
mejor, sin obviar el agotamiento acelerado de recursos naturales y el estallido
de frecuentes protestas callejeras en muchos países frente a la sumisión y la
complicidad mostrada por sus gobiernos respecto a los grupos hegemónicos
capitalistas.
Esto ha desembocado en la generación y debate de diversas propuestas con que se pudieran resolver los problemas que agobian a un grueso porcentaje de la población mundial. Así, en la perspectiva de Noam Chomsky, «la única esperanza del ser humano de escapar de su extinción es a través de la construcción de una democracia real, en la que una ciudadanía bien informada participe plenamente en el debate del rumbo que han de mantener las políticas que se apliquen, y la acción directa». Este apremio comienza a ser entendido por los sectores populares, algunas veces sin disponer de una base teórica única y detallada con qué crear un nuevo modelo de lo que debiera ser la sociedad. No obstante, sus reclamos y sus iniciativas organizativas, tanto en lo económico como en lo social, definen su objetivo de cambiar de una manera radical el orden vigente, asumiendo al mismo tiempo una posición de mayor beligerancia en el ámbito político tradicional, como ocurre en varias partes de nuestra América desde algún tiempo atrás.
Por eso visto el neoliberalismo económico como modo de
poder, de dominación y desposesión se hace necesario oponer la conformación de
redes económicas informales que, de algún modo, siendo gestadas desde abajo por
los productores y consumidores, sean ajenas a la lógica y a las relaciones de
producción capitalistas. Éstas suponen dar un paso importante en la dirección
de acabar con la depredación de la naturaleza (vista equivocadamente como una
fuente inagotable de recursos) y la explotación de quienes solo cuentan con su
fuerza de trabajo para vivir, habitualmente sumidos en condiciones de sobrevivencia,
sin los elementos materiales básicos que requieren; además de permitir crear
espacios organizativos populares en los cuales prevalezca la práctica de una
democracia participativa, protagónica y directa.
Con esto último se impone la transformación estructural del Estado, orientada a lograr una mayor soberanía del pueblo en lugar de privilegiar los intereses de una minoría dominante, cuestión que sólo se plantea, superficialmente, para garantizar las inversiones e intereses de las grandes corporaciones transnacionales y de sus asociados locales.
Aunque no se crea posible, la humanidad estará obligada a
construir alternativas que profundicen la práctica democrática. Junto con esta,
es imperativo transformar de raíz las relaciones de producción, manteniendo el
cuidado de no repetir la historia de explotación que hasta ahora ha
caracterizado al sistema capitalista. La meta principal de todas estas
alternativas no podría ser otro que la emancipación integral de todos. -
mandingarebelde@gmail.com
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