Por Sergio Rodríguez Gelfenstein:
Para nadie es un secreto que Estados Unidos y Colombia
configuran el dúo dinámico fundamental a través del cual gira la ejecución de
la política intervencionista contra Venezuela. Más allá que ambos países son
administrados por gobiernos de la ultra derecha extremista que con
características propias, en lo interno, desarrollan políticas de apoyo de los
sectores minoritarios que se encuentran en el pináculo de la sociedad, y en lo
externo son rey y peón en la agresión a otros países. Algunos analistas se
preguntan si lo que acontece, no es más bien, expresión de las propias crisis
internas que atraviesan a su sociedad y su Estado.
En este sentido, el fin de semana pasado con pasmosa coincidencia fueron publicados dos artículos que muestran sin cortapisas las complicadas situaciones que se desprenden de la crisis institucional y el déficit democrático de dos naciones que se venden como ejemplos a seguir en esas materias.
El primero, un artículo titulado “Estados Unidos. Receta
para el caos: las elecciones de 2020 amenazan con romper a un país ya llevado
al límite”, escrito el pasado sábado 26 de septiembre por David Smith corresponsal del periódico
británico The Guardian en Washington, hace un largo análisis respecto de la
ostensible carencia de garantías electorales de cara a las próximas elecciones
en el país norteamericano. El periodista alerta que estas elecciones “podrían
quebrar a Estados Unidos”, un dilema que supera la definición de quien ocupará
la Casa Banca por los próximos cuatro años.
Smith opina que: “Existe una sensación generalizada de que
el destino de la democracia constitucional más antigua del mundo está en
juego”. Cree, que a los efectos de la pandemia de coronavirus, el colapso
económico y el remezón producido por el rechazo al racismo, se le suma ahora la
posibilidad de una elección que no ofrece garantías democráticas, todo lo cual
reúne “una receta para el caos”.
En todo esto, el elemento más perturbador es la actitud del
presidente Trump que ha estado creando condiciones para justificar lo que él
llama “la elección más manipulada de la historia”, ante la cual se ha negado a
confirmar si en caso de perder, permitirá una transferencia pacifica del poder.
En esta situación, el país podría ser conducido a una crisis constitucional de
inéditas consecuencias, que podría significar incluso el enfrentamiento armado
si las huestes de Trump salen a la calle a manifestarse a favor de su
“engañado” líder.
Los instrumentos de Trump para generar desconfianza respecto
del voto por correo que se supone será mayoritario a favor de los demócratas, ha
pasado por el nombramiento de Louis DeJoy, un donante republicano como nuevo
director general de correos. DeJoy se apresuró a tomar medidas para hacer que
el voto por correo sea más difícil, incluyendo “la eliminación de los buzones
de correo de las calles y la codificación de las máquinas clasificadoras”.
En este sentido, Smith cita a Neil Sroka, portavoz del grupo
progresista Democracy for America, quien afirmó que: “Donald Trump tiene los
dedos en las palancas del poder y claramente las está maniobrando de todas las
formas posibles, legales y posiblemente ilegales, para tratar de asegurar una
victoria estrecha en noviembre”, agregando que: “La amenaza de supresión de
votantes es muy real. Ya estamos viendo llamadas automáticas en lugares como
Pensilvania que disuaden a las personas de votar anticipadamente, votar en
ausencia o divulgar información errónea”.
Estas acciones están encaminadas a mostrar en primera
instancia a un Trump triunfante en las urnas cuyos resultados son obtenidos el
mismo día de las elecciones, de manera que cuando se comiencen a registrar la
mayoría de votos demócratas provenientes del correo, ya el presidente haya
declarado su victoria generando en la opinión pública la idea de que tal
modificación de las cifras son producto de un fraude.
El periodista británico avizora que este escenario podría
también ejercer una tremenda presión sobre los medios de comunicación, que
evitarán manifestarse como hicieran la noche de las elecciones de 2000 entre
George W. Bush y Al Gore.
En otro ámbito de este conflictivo escenario se inscribe el
reemplazo de la fallecida jueza liberal de la Corte Suprema Ruth Bader
Ginsburg, porque si como todo indica va a ser sustituida por la ultra
conservadora Amy Coney Barrett romperá el equilibrio en la correlación de
fuerzas dentro de la máxima instancia judicial del país que sería el ente
encargado de definir una eventual controversia en relación al resultado
electoral.
Smith recuerda que en el año 2000, fue la Corte Suprema la
que decidió a favor de Bush y en contra de Gore en una votación 5-4 “siguiendo
líneas ideológicas”. Si las elecciones de 2020 se disputan de manera similar,
el tribunal podría volver a ser el árbitro final, en una contienda mucho menos
reñida si se confirma el nombramiento de Coney Barret que configurará una
correlación 6-3 a favor de los republicanos. De ahí la prisa de Trump por
nominar a la nueva jueza, lo cual según Smith “ha alimentado un sentido más
profundo de déficit democrático, un abismo creciente entre el gobierno de la minoría
blanca de derecha y los valores de la mayoría diversa. Trump perdió el voto
popular ante Hillary Clinton por casi 3 millones de boletas, y su último
nombramiento en la Corte Suprema significará que la mayoría de los jueces
fueron nominados por un presidente que inicialmente no ganó el voto popular”.
Además, la matemática electoral en el sistema político
estadounidense expone una falsa mayoría en el Congreso si se parte de la base
de que todos los estados eligen dos senadores independientemente de su
población. Por ejemplo, Montana con un millón de votos tiene la misma
representación que California con cuarenta millones, eso hace que los 53
senadores republicanos representen 15 millones menos de votos que los 47
demócratas.
Finalmente, el artículo exterioriza el peligro que significa
que Trump se niegue a abandonar el cargo ante una probable derrota. El
presidente ha dicho que: “La única forma en que vamos a perder esta elección es
si está amañada”, lo cual es entendido como que hará uso de todos los
instrumentos legales o ilegales para no abandonar el poder. Al respecto, el
autor del escrito cita a Rashad Robinson, presidente de Color of Change, una
organización de justicia racial quien al referirse a Trump dice que: “Lo que sí
tiene de su lado es que controla la infraestructura federal y entonces la pregunta
será, ¿usa esa infraestructura federal para hacer trampa? Y lo que sabemos
sobre Donald Trump es que no ha hecho nada en su vida sin hacer trampa”
Esta situación obliga a los demócratas a una amplia victoria
si quieren volver a la Casa Blanca. Es la única manera de anular los
instrumentos ilegales que el presidente utilizará para sostenerse en el poder.
La incerteza de que se produzca esa dilatada diferencia es lo que está
generando incertidumbres, dudas y angustias respecto del futuro inmediato en la
que se ha autodenominado la más perfecta democracia del planeta.
En tono similar pero no referido de manera directa a una
dinámica electoral inmediata, el domingo 27 de septiembre el senador colombiano
Gustavo Petro escribió un artículo en el portal Cuarto de Hora al que tituló
“Un Congreso de la República de pacotilla”
en el que advierte respecto al peligroso rumbo que ha tomado su país,
sustentando su punto de vista en: “La debilidad manifiesta de Duque, tanto para
gobernar como para ganarse el apoyo popular; la debacle política de Uribe y del
uribismo que ya no tienen propuestas serias para solventar la crisis que vive
la sociedad colombiana, como no sea
entregar más y más recursos a las grandes corporaciones privadas del país sin
importar la ruina de la economía o del pueblo hambriento”.
Tan atrevida aseveración se fundamenta en que el país está
siendo conducido hacia la extrema derecha que se propone “construir una
dictadura violenta” a partir de la “destrucción física de sus oponentes”.
El senador de la Colombia Humana señala en su artículo que
el ministro de defensa Carlos Holmes se ha dedicado a proyectar su candidatura
presidencial ante el fracaso de Duque y el desprestigio crecente de Uribe. Sin
embargo, opina que lo está haciendo “simplemente dejando matar gente por la
fuerza pública, que sin estrategia alguna, termina en manos de la corrupción,
la violencia y el asesinato” y asevera en forma determinante que: “La campaña
política de Holmes Trujillo le ha costado muchos muertos al país”.
Pero lo que resulta más peligroso es que según Petro la
crisis del gobierno y del uribismo se pretende resolver en primer lugar,
concentrando todo el poder público y en segundo, a través de un quiebre
constitucional que se manifiesta aen “la masacre de Bogotá, la muerte de
Juliana [Giraldo, por un miembro del ejército], y el desacato repetido del
ministro de defensa a la Corte Suprema de Justicia”, señalando que todo esto es
producto de la desmoralización de la fuerzas de seguridad a partir de la
formación que reciben, enmarcada en una doctrina sustentada en el ensañamiento
contra el pueblo a partir de su definición como enemigo, heredada de la guerra
fría que aún se mantiene en Colombia.
Señala que la exaltación de esta doctrina por parte de los
políticos conduce a que se militarice la lucha contra el delito y se comience a
considerar a los luchadores sociales como criminales. De la misma manera, se
necesita revivir enemigos externos para ser usados como “chivos expiatorios”
que le permitan sostener su política, entre ellos reseña “al comunismo
soviético, a Castro, a Chávez…”
Considera que la mayor causa de debilidad de la democracia
es la desigualdad social que en el caso de Colombia “es la tercera más alta del
mundo”, concluyendo que: “La articulación de doctrinas de extrema derecha,
enemigo interno, violencia, militarización del narcotráfico, régimen de
privilegios, genera el ambiente propicio para la dictadura” que se comienza a
expresar como un quiebre constitucional, el cual a su vez se manifiesta como
desacato a la justicia, masacres y burla de los asesinados por los gobernantes.
En otra arista del problema apunta que la prensa renunció a
jugar su papel de freno a los desmanes del poder, transformándose en
propagandista del mismo, “defensora a ultranza de Uribe, destructora de la
independencia judicial y macartizadora de la juventud que se rebela”.
Finalmente, en lo que parecer ser el aspecto más importante
de su desesperado análisis, el Senador le atribuye al Congreso el papel más
triste en este contexto al renunciar a ser contrapeso del gobierno. En este aspecto denuncia que el parlamento se
sometió a un auto silencio que ha permitido el desacato del ministro de defensa
ante la paralización que se ha impuesto el máximo ente legislativo para lo
cual inventan “cuanta excusa sea
posible para evitar que los parlamentarios se reúnan en su sede”. Considera que
este silencio “es el símbolo de la dictadura”.
Denuncia que la alianza entre Duque y el presidente del
congreso Arturo Char, ha logrado paralizar ese ente, haciéndolo inexistente e
imposibilitándolo de hacer cambios en la situación porque sus mayorías están
acostumbradas a “ordeñar” al Estado “a partir de cupos de contratación [y] de
la entrega de sectores estatales a sus bolsillos…”
Petro concluye afirmando que la crisis de Colombia se ve
reflejada en la crisis del Congreso que caracteriza como “de pacotilla” y de
“hazmerreir permanente” al mantener un silencio cómplice ante lo que ocurre en
el país.
El Senador opositor cree que el presidente del Congreso es cómplice
de la muerte de esa instancia parlamentaria y en general de la democracia,
instando a su defensa y a la derrota de la dictadura para permitir que Colombia
se transforme en “un país pacífico, productivo y libre”.
Venezuela, un país que como todos, tiene muchos problemas
por resolver, debería meditar ante la posibilidad que estos dos países que se
han asumido como nuestros principales enemigos, nos quieran imponer a través de
la violencia y la fuerza estos modelos de “democracia” que a todas luces adolecen
de algunos de los más elementales sustentos que la pueden hacer acreedora de
tal condición.
sergioro07@hotmail.com
En el "diálogo" entre Biden y Trump quedó de manifiesto, que un país tan grande, EEUU, con tantos y tan graves problemas, nunca ha estado de manos de gentes tan pequeñas.
ResponderEliminarMe parece importante la introducción de la fecha de elaboración de los artículos presentados. La memoria histórica debe tener un correlativo que ayude a las personas a hacer análisis correctos para asumir posiciones correctas y actuar en consecuencia, si fuera el caso.
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