Por Jorge Aniceto Molinari:
Comprendo que hay una gran mayoría de seres humanos en los
cuales los enfrentamientos sociales han influido en su forma de pensar
confrontativa, su lógica es que para que haya ganadores debe necesariamente
haber perdedores.
No faltaran los que me señalen que he abandonado las
enseñanzas de los maestros, por ejemplo, sobre la lucha de clases, con lo cual
confirmarán mi tesis de que no han entendido nada – disculpen la soberbia-.
La lucha de clases como la ley de gravedad se desprenden,
esta del análisis del desarrollo social y la otra de la física, pero negarlas
hace que el enfoque científico quede de lado.
Conocemos gran parte de nuestra historia contemporánea, la
economía movida en su esencia por la necesidad de rentabilidad en las
inversiones. De aquella humilde primera plusvalía manejada por alguien que
suponemos jefe de taller organizando con ella la expansión de su actividad
económica, hasta esto de hoy en que a través de la organización financiera se
invierte no solo en lo necesario sino en rubros que estimulan todas las lacras
sociales, buscando esa rentabilidad cada vez más esquiva, lo que Marx analizaba
como el permanente agostamiento de la tasa general de ganancias.
Las metas en la economía logrados por la inversión
capitalista han sido imponentes, como han sido imponentes también las lesiones
en una enorme cantidad de seres humanos que han ido quedando fuera del
sistema. La acumulación primitiva que ya
la humanidad ha venido cerrando ha sido también sobre la base de tragedias, de
sangre, sudor y lágrimas. No excluyo de esto al capitalismo de Estado aún con
el rótulo de “socialismo real”, si bien las revoluciones que les precedieron
abrieron el mundo a inmensas mayorías excluidas, como lo reafirmaba José Batlle
y Ordoñez a la muerte de Lenin y un ejemplo imponente actual es China, haciendo
punta en el libre comercio y el desarrollo capitalista gobernada por el Partido
Comunista.
Reconozco la existencia de una mayoría en la sociedad que
sigue viendo la salida por el lado de la confrontación que llaman de clase.
Tampoco ignoro que existen al frente de algunos Estados, intereses de la
industria de la guerra que ven a través de ella el desahogo de sus vicisitudes
económicas coyunturales, sistémicas, las estimulan y las provocan, a través de
agentes y agencias muy bien pagas.
Es esa tendencia la que la sociedad organizada en partidos,
en sindicatos, en religiones, en organizaciones sociales debe superar, derrotar
para abrir a la humanidad una nueva era de progreso en que la necesidad de
rentabilidad deje paso a la necesidad del accionar eficiente de la economía en
beneficio de todos.
En algún momento abordaremos: “La observación de Keynes de
que la eutanasia del rentista “no necesitará revolución alguna” es a la vez un
reconocimiento y un desafío al marxismo. Si el capitalismo en cualquier caso
está condenado por su propio éxito, la revolución es innecesaria, escribía. Y
si es que solo se puede llamar revolución el hecho de un enfrentamiento de
facciones, cosa que no compartimos y argumentamos en esta nota”.
John Maynard Keynes (5 de junio de 1883 – 21 de abril de
1946).
En diciembre del 2008 envié a través de la Dirección del
Instituto Uruguay-EE. UU una carta al Presidente Electo Barack Obama, de la que
nunca recibí respuesta. Posteriormente y para mi sorpresa, el presidente de mi
país, Uruguay, José Mujica, hizo una exposición en la ONU en el mismo sentido,
si bien posteriormente no ha vuelto a hablar del tema.
Insisto y ese es mi convencimiento en que este es el camino
que la humanidad debe tomar, más aún cuando el corona virus ha puesto al rojo
vivo la intensidad de la crisis ya existente.
Para ello es necesario el pronunciamiento de todos, y para
mí el convencimiento de la vuelta a la enseñanza de los maestros, que la
derrota de Lenin en 1924 hizo que atravesáramos una profunda noche ideológica
de la que necesitamos imperiosamente salir.
El texto de la intervención del Presidente Mujica está en
Internet, y la carta a Obama es lo que sigue:
Montevideo, 11 de diciembre de 2008.
Señor Presidente Electo
de los Estados Unidos de
Norte América.
Don Barack Obama
Presente.
Con mi mayor estima:
En mi condición de ciudadano de Uruguay, nacido en Paysandú
hace 69 años, con 38 años de trabajo bancario ahora jubilado, y desempeñándome
actualmente como Consejero Secretario Adjunto del Consejo Honorario de la Caja
de Jubilaciones y Pensiones Bancarias, con una extensa actividad militante,
política y sindical en el ámbito de mi país, hijo mayor de un humilde
carpintero, me tomo el atrevimiento que espero sepa disculpar, de dirigirme a
Ud.
En primer lugar, para desearle el mejor gobierno posible,
por su pueblo y por todos los pueblos del mundo.
No es mi deseo reclamar ni reivindicar nada. Todo lo que ha
vivido la humanidad es importante; seguramente estudiosos de todas las ramas
del saber científico encontrarán en ellas material para ayudarnos a transitar
el futuro y harán justicia con cada uno de los hechos ocurridos y
transcurridos.
Pero mi intención es llegar a Ud. para señalarle algunos
aspectos que considero fundamentales para que la humanidad supere esta crisis
que sin duda es la mayor de la historia.
Hay gentes que lo tienen todo claro; de un lado están los
buenos y del otro los malos. - No es mi
caso. Pero sí creo que las circunstancias nos ponen a cada uno en situaciones
de decidir, como en su caso, la suerte de millones de seres humanos.
Así como un médico debe decidir la suerte de su paciente, el
presidente de los EE.UU., decide con sus acciones la suerte de millones de
seres humanos en el planeta.
Mi preocupación es qué debe y qué puede hacer Ud. para
cambiar en beneficio de la gente una situación tremendamente crítica de un
avance prodigioso en materia científica en medio de la mayor crisis de la
historia.
Permítame pues en medio de la incredulidad de la inmensa
mayoría de la inteligencia moderna, proponerle dos medidas que para mí son
sustanciales para un giro en la historia humana.
Una, la necesidad de un signo monetario único universal,
aspiración de Lord Keynes a la salida de la segunda guerra mundial. - Así como
existe universalmente el metro, el kilo, el litro, debe existir una unidad
monetaria única.
Sé que lograr esto es una dura batalla, pero vale la pena
encararla, sobre todo para los pobres del mundo, que son en última instancia
los que no tienen medios para defenderse de su manejo y resultan ser las
víctimas de sus ajustes.
La segunda, directamente vinculada con la primera, es la
necesidad de cambiar radicalmente los sistemas impositivos del mundo. - La
revolución técnico-científica permite hoy registrar totalmente los movimientos
de dinero, y es sobre ellos que hay que aplicar la carga tributaria y eliminar
los impuestos al consumo y al trabajo.
Los inmensos recursos genuinos que este cambio impositivo
genere podrán ser utilizados en beneficio de la humanidad y con la intervención
democrática de la sociedad. Se estará entonces en condiciones de transformar en
jardines, lo que hoy son las residencias donde padecen la mayor parte de
nuestros hermanos. Se estará en condiciones de transformar la vida humana.
Claro está que para la aplicación de estas medidas
necesitamos más que nunca afirmar una política plena de paz y democracia, de
desarrollo de todas las instituciones que la sociedad se ha ido dando a través
de su avance.
Estas medidas son las centrales, todo lo demás gira en torno
a ellas; los paraísos fiscales, el lavado de dinero, la droga, la corrupción,
la guerra, todas las formas de esclavitud, podrán ser controladas y superadas
si el pueblo tiene estos instrumentos fundamentales para avanzar.
La tremenda amenaza que para el mundo significa la actual
crisis económica, con la fractura social más grande de la historia, que impide
el acceso de gran parte de la humanidad a los formidables avances que se han
dado en todos los campos del conocimiento, sólo puede revertirse volviendo a la
economía real.
El ejercicio pleno de la libertad humana parte del
equilibrio y la justicia del sistema económico, hoy como nunca antes en la
historia humana un presidente de EE.UU., está en condiciones de dar pasos para
un giro gigantesco en la historia de la humanidad.
He escuchado y leído sus discursos, creo en su palabra, y
sobretodo en la emoción de su pueblo que también es el mío en tanto ciudadanos
del mundo.
Lo mejor está por venir.
Con todos mis respetos:
El gobierno de Lacalle en el Uruguay ha recurrido con gran
acierto al respaldo de científicos para afirmar todos sus pasos frente al Covid
19.
Porque no hacerlo entonces buscando incluso un respaldo
científico en el mundo, en el terreno de la economía, donde los padecimientos
de la sociedad amenazan ser de enorme gravedad.
Esto que esbozamos es un camino, del que estamos convencidos
es el único posible en beneficio de la gente, y para nada nos parece correcta
una táctica de la oposición que se limite a la resistencia y a esperar una
nueva oportunidad electoral. La vida de
la gente es ahora.
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