Por Homar Garcés
La separación del Estado de los sectores populares es un
hecho que se evidencia y se repite, independientemente de su designación, a
escala planetaria. Entre ambos elementos existe una tirantez constante que, de
incrementarse, podría producir una crisis de ingobernabilidad y desembocar en
un golpe de Estado o en algo de mayor impacto como lo sería una rebelión
popular generalizada. Esto obliga a repensar lo que es y debería ser el Estado
liberal burgués a la luz de los diversos eventos suscitados desde finales del
siglo pasado hasta el presente en demanda de mayores niveles de participación
democrática, lo que ha llevado a hablar, en la mayoría de los casos, de una
democracia participativa y protagónica en la cual se manifieste a plenitud y de
manera primordial el espíritu emancipatorio de los pueblos.
Esta nueva visión y/o concepción de la democracia contrasta,
ciertamente, con el modelo de sociedad vigente, siendo éste un sistema
generador de desigualdades de toda especie, derivado y legitimador de la lógica
capitalista predominante.
Así, se observa que las características, la esencia, el
control y la direccionalidad del Estado tradicional -diseñados desde hace
siglos en función de la ideología, los privilegios y los intereses de las
minorías dominantes- resultan completamente incompatibles con las aspiraciones
de emancipación integral que animan las luchas populares. Una cuestión que, de
alguna u otra forma, repercute en la vigencia de lo que habitualmente identificamos como el
ineficiente funcionamiento burocrático del Estado -del cual es víctima
sempiterna la generalidad de los ciudadanos-, a lo que se suma la corrupción
existente en sus diferentes niveles y modalidades (desde aquella que se busca
justificar de acuerdo a la necesidad material de quienes se corrompen hasta la
que es legitimada producto de una tradición de siglos que se estima ineludible
y, por tanto, se acepta como algo normal o corriente), lo que tendrá siempre
sus consecuencias en la actitud que asuman estos mismos ciudadanos en lo que respecta
a la percepción de sí mismos, de sus semejantes y del país en que residen.
Por ello, quienes controlan el poder del Estado buscan
estimular y reforzar el establecimiento de un poder político caracterizado por
un ejercicio arbitrario y personalista que poco o nada tiene que ver con el
interés y los derechos colectivos; haciéndole ver a las personas que no hay
otras alternativas con qué sustituirlo. Evidentemente, su objetivo es generar
un comportamiento pasivo común entre sus subordinados, similar al de abejas y
hormigas laboriosas, dedicados exclusivamente a satisfacer los gustos, los
placeres y las emociones egoístas de quienes se hallan en el vértice de la
pirámide social, para lo cual requieren que existan relaciones sociales,
educativas y laborales donde predominen actitudes mezquinas, competitivas,
represoras y autoritarias; lo que hará más sencillo que éstos se adapten al rol
que se les asigna.
La soberanía popular, por tanto, es un serio obstáculo para
que persista la corrupción y la ineficiencia del Estado tradicional. En un
primer lugar, porque sus acciones se opondrían a la toma de decisiones
unilaterales del cuerpo de burócratas y gobernantes, lo que afectaría
seriamente su poder y existencia. Luego esto tendrá efectos también en el área
económica al impulsar la autogestión de los sectores populares, lo que les hará
menos dependientes de la demagogia de políticos, burócratas y gobernantes que
requieren sus votos y aprobación para mantenerse en el poder.
Por consiguiente, al confrontar la corrupción e ineficiencia
del Estado, la soberanía popular debe apuntar simultáneamente a objetivos
políticos y económicos, sin obviar la necesidad de manifestarse al cien por
ciento en la transformación estructural del tipo de sociedad existente, ya que
la sobrevivencia de cualquiera de los elementos que componen el Estado
implicaría la deformación y la cooptación de dicha soberanía, desviándose y
desvaneciéndose las opciones de crear y de consolidar una nueva concepción
social, económica y política centrada en el beneficio -no solo material sino
también cultural y espiritual- de todos los ciudadanos, indistintamente de su
sexo y de sus credos particulares. -
mandingarebelde@gmail.com
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