Por Juan Pablo Cárdenas S.:
No es extraño que la primera gira a regiones del nuevo
ministro del Interior haya sido precisamente a la Araucanía. De un viaje
relámpago, trascendió que Víctor Pérez se reunió con autoridades locales, con
las cúpulas uniformadas y también se esforzó por llevarle un mensaje de aliento
a los sectores civiles que más demandan la mano dura del Gobierno para hacer
frente a la insurrección mapuche.
Tal es así que terminada su visita a Temuco se organizó una
hueste de empresarios agrícolas, forestales y otros quienes desalojaron con
inédita violencia a los mapuches que habían ocupado el Municipio de Curacautín
en solidaridad con su machi Celestino Córdoba, en huelga de hambre desde hace
varios meses. Actos de extrema virulencia física y consignas racistas se
sucedieron también en localidades como Ercilla y Traiguén que culminaron con
decenas de detenidos y heridos, incluidos varios niños indígenas.
La propia Comisión Nacional de DDHH ha condenado la
inusitada represión policial que siguió
en el sur del país apenas juró en nuevo jede de Gabinete de Sebastián Piñera,
un político de ultraderecha que formó
parte en el pasado del más extremo pinochetismo
y que en tres décadas no ha dejado de alabar la acción de la Dictadura,
defender a ultranza la Constitución de 1980, así como se sabe que estuvo
vinculado a lo que fue Colonia Dignidad, el enclave nazi fundado y dirigido por
un criminal como Paul Schaffer, junto al que se ve el nuevo ministro desfilando
en algunas fotografías de la época.
Estas primeras acciones de agresión contra nuestra principal
etnia, nos convence que La Moneda ha decidido encarar con fiereza la protesta
mapuche que ciertamente ha retomado su lucha por su autonomía o su
independencia respecto de un Estado que lo ha privado de sus derechos más
elementales en la que se asume la zona más pobre del país. Quizás en nuevo
ministro piense que, ahora sí, los mapuches tendrán que someterse completamente
y renunciar a cinco siglos de lucha contra los invasores que han ocupado sus
ancestrales y legítimos territorios. Mediante una guerra colonialista y de
exterminio que se constituye en uno de los episodios más bochornosos y cruentos
de toda nuestra historia nacional y regional.
Seguramente, lo que no calcula el Secretario de Estado es
que la causa mapuche ya no es solo una demanda de una etnia sino uno de los
sentimientos que concita mayor respaldo e identidad en todo el pueblo chileno.
Tanto así que la llamada explosión social, que sacó a millones de chilenos a
las calles de todo el país en octubre pasado, exhibió dentro de sus principales
banderas y estandartes las del pueblo mapuche, convirtiendo su pabellón en el
principal símbolo de la dignidad y resistencia de todo el pueblo discriminado y
abusado por el estado chileno, su constitución y mandamases.
Por cierto, que La Moneda calcula que las fuerzas militares
y de orden pueden reeditar episodios tan trágicos como la criminal
“Pacificación de la Araucanía” del siglo pasado sin considerar, por supuesto,
que la causa mapuche puede encender rápidamente al país de norte a sur y
constituirse en el principal detonante del desmoronamiento de la institucionalidad
vigente y su pretendido Estado de Derecho. Conduciendo al país a un grave
conflicto en momentos, además, que la adhesión ciudadana al Gobierno apenas
sobrepasa el 10 por ciento. Una cifra que se explica en los fracasos reiterados
de la actual administración como en el pésimo desempeño de las autoridades
frente a la pandemia del coronavirus.
Una embestida que podría ser temeraria para las pretensiones
de toda la derecha, el gran empresariado nacional y los inversionistas
extranjeros. Toda vez que en el mundo ya se conocen los resbalones del actual
mandatario, se simpatiza universalmente con las vindicaciones mapuches y ahora
observa de forma atónita como uno los más incondicionales pinochetistas y
amigos de Paul Sheaffer ingresa a La Moneda. Sin vergüenza o autocrítica
alguna.
Tampoco la cruzada alentada por el ministro del Interior
tiene visos de comprometer íntegramente al mundo uniformado, cuando se sabe que
el gran número de estos efectivos pertenece a la etnia mapuche que hoy produce
más orgullo que menoscabo dentro de la población chilena, reconociéndose de
forma tan amplia el legado cultural y el arrojo de los primeros habitantes del
país. Ya sabemos que la sensibilidad alemana y europea ha hecho sonar sus
primeras alertas de lo que puede ser un enfriamiento de sus gobiernos con
Chile, nuestros gobernantes y un régimen político cada vez más en entredicho.
Pese a su dilatada trayectoria parlamentaria, el ministro
Pérez parece tener confianza en que oponer mano dura a la demanda mapuche
podría ocasionarle unidad a la esmirriada y dividida derecha, como despertar
los sentimientos nacionalistas en la izquierda. Pero al menos en lo que se
consideran opositores, lo más natural sería que desde el centro hacia la
izquierda una acción descabellada en la Araucanía produciría más unidad y
protestas sociales. Y un triunfo más contundente de quienes se proponen en el
plebiscito de octubre próximo derogar la Carta Magna que nos rige dando paso a
una convención constituyente elegida íntegramente por el pueblo.
Parece extraño que Sebastián Piñera no haya aludido como
habría correspondido a la grave situación de la Araucanía en su última cuenta
pública ante el Parlamento. No tenemos certeza alguna de que él esté detrás de
las bravuconerías de su flamante jefe de gabinete en relación a un tema que
concita alta atención pública. Pero esto, más que la posibilidad de un
desacuerdo dentro de su gobierno, puede ratificar que su papel en La Moneda es
la de un “presidente encargado” más que de un gobernante con real liderazgo.
Verdaderamente maniatado por los sectores que le dieron un nuevo golpe a su
gabinete ministerial.
juanpablo.cardenas.s@gmail.com
0 comentarios:
Publicar un comentario