Por Clothilde Mraffko:
Gestionar la ocupación y ocultar crímenes de guerra: cómo
Israel ha transformado el paisaje en Palestina
Vegetación, arquitectura, carreteras, muros… El proyecto
sionista ha remodelado el paisaje en Israel y en los territorios ocupados,
creando complejos entrelazados en los que se oculta la presencia palestina,
cuando no se mantiene bajo vigilancia o encerrada.
Para el viajero europeo que desembarca en el aeropuerto de
Tel Aviv , entrar en Jerusalén ofrece un panorama extrañamente familiar. Poco
antes de que la ciudad santa descubra sus primeras colinas, la carretera se
ondula en medio de montañas verdes. Aquí, los árboles recuerdan más a los
bosques de Europa que los paisajes del vecino Líbano. Pinos y cipreses bordean
los relieves, lejos de la imagen bíblica de los campos de olivos.
Incluso antes de la creación de Israel en 1948, “las y los
inmigrantes sionistas que vinieron aquí desde Europa, especialmente Europa del
Este, querían que el paisaje fuera más verde, con árboles, para parecerse a lo
que conocían», recuerda Noga Kadman, investigadora independiente y autora del
libro Erased from Space and Consciousness: Israel and the Depopulated
Palestinian Villages of 1948.
Mucha gente emigra con un mito en mente: Palestina es una
tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra, el pueblo judío. Salvo que, en
realidad, al comienzo de 1948 unas 900.000 personas palestinas vivían dentro de
las fronteras de lo que se convertiría en Israel.
A pesar de todo, queda en el imaginario de la gente recién
llegada la «idea de que el país había sido descuidado durante cientos de años»,
continúa Noga Kadman. Por lo tanto, las y los inmigrantes comenzaron a plantar
de todo en el territorio, utilizando principalmente dos especies de árboles:
eucaliptos y el pino de Alepo o pino de Jerusalén.
Importado de Australia, el eucalipto se planta primero por
todas partes: se utiliza para drenar las marismas y, sobre todo, crece muy
rápidamente. Pero no está realmente adaptado a Palestina, al ser demasiado
sediento de agua.
Se reemplaza gradualmente por el pino de Alepo que, al
contrario de lo que su nombre sugiere, tampoco es una especie local. Lo
encontramos más bien en el oeste del Mediterráneo, en el sur de Francia, por
ejemplo. También crece rápidamente, es tolerante a la sequía, pero también es
más vulnerable a los incendios.
Como consecuencia, el paisaje se va transformando
gradualmente, bajo el impulso del Fondo Nacional Judío (FNJ). La agencia,
creada a principios del siglo XX para adquirir tierras en Palestina para las y
los inmigrantes judíos, fue encargada después de 1948 de ocupar las tierras de
las que fueron expulsados las y los palestinos, designadas como propiedades del
Estado en ausencia de sus dueños.
Hoy, el Fondo gestiona en particular los bosques en Israel y
se enorgullece de haber plantado «cientos de millones de árboles«, defiende uno
de sus portavoces, Alon Brandt, en una carta de respuesta a Middle East Eye.
Especifica que la organización no solo ha plantado pinos de Alepo, sino también
olivos, la especie local por excelencia.
Pero algunos críticos señalan que las plantaciones del FNJ
no han creado un verdadero ecosistema. Por el contrario, debido a que las
especies no son lo suficientemente variadas, estos espacios no tienen la
apariencia de bosques reales; los pinos han hecho que los suelos sean ácidos, y
los animales realmente no habitan en aquellos lugares donde la pequeña
vegetación no ha echado raíces.
«Tomar posesión de la tierra»
Pero el FNJ no solo está tratando de reverdecer Palestina.
«Plantar árboles era una forma de tomar posesión de la tierra», analiza Noga
Kadman. Incluso hoy, en «localidades palestinas en Israel, si no se quiere que
las ciudades crezcan con la construcción de nuevas casas, se plantan bosques a
su alrededor», agrega.
En el Negev, en el sur de Israel, las autoridades israelíes
demolieron incluso un pueblo entero para reforestar el desierto. El pasado 12
de febrero, la aldea de al-Araqib fue destruida por 175ª vez. En las parcelas
que declaraban poseer las y los aldeanos, israelíes árabes beduinos,
descendientes de las y los palestinos que permanecieron en sus tierras en 1948,
el FNJ comenzó a plantar árboles en 2006; a medio plazo planea establecer allí
dos bosques.
Los árboles también se utilizan para ocultar los estigmas
del violento nacimiento de Israel. «La prioridad de la política de
reforestación llevada a cabo por el FNJ es ocultar sus crímenes de guerra, para
que Israel sea considerada como la única democracia en el Medio Oriente»,
denunció en 2005 el activista israelí por los derechos civiles Uri Davis.
Entre 1947 y 1949, entre 750.000 y 800.000 personas
palestinas fueron desalojadas de sus tierras por las milicias sionistas,
expulsadas por la fuerza o huyendo de la lucha para buscar refugio en los
países fronterizos. En mayo de 1948, se creó el Estado de Israel; para las y
los palestinos, esta fecha oscura se conmemora como la Nakba, la catástrofe en
árabe.
Más de 400 aldeas fueron destruidas, recuerda Noga Kadman.
“La mitad de estas aldeas están enterradas bajo ciudades israelíes o se han
integrado en ellas”.
Pero una parte, 68 según ella, se encuentra hoy en tierras
pertenecientes al FNJ, de las cuales “46 están enterradas bajo un bosque”.
Después de 1948, se plantaron árboles rápidamente sobre las ruinas de las casas
palestinas; Israel espera así disuadir a las y los refugiados de intentar
regresar y reconstruir sus hogares.
Una política que continuó en 1967. Durante la Guerra de los
Seis Días, las batallas de Latrun permitieron a los israelíes apoderarse de
toda Jerusalén. También arrojaron a los caminos del exilio a unas 10.000
personas que vivían en ese enclave, entonces bajo control transjordano, muy
cerca de la ciudad santa.
Hoy en día, tanto la gente palestina como la israelí en su
mayoría conoce el lugar porque es una de las áreas recreativas más bellas de
Jerusalén: 700 hectáreas con cascadas, pistas para bicis y mesas de picnic con
sombra.
Pero lo cierto es que el Parque Ayalon está construido sobre
las ruinas de dos pueblos palestinos, Amwas y Yalu, completamente arrasados en
1967, así como sobre la tierra de una tercera localidad, Beit Nouba. Hoy en día
solo quedan un santuario y algunas higueras que, en Palestina se utilizaron
para demarcar parcelas familiares. Siluetas espinosas con bayas rojas y
amarillas, que paradójicamente le dieron a los israelíes su apodo (sabra),
salpican los caminos del parque, como para recordar que las aldeas palestinas
estuvieron una vez allí.
De esta trágica historia, las y los generosos donantes
canadienses que ayudaron a construir el Parque Ayalon, inaugurado por el FNJ en
1976, no sabían nada.
En 1991, un reportaje de la televisión canadiense reveló al
público del otro lado del Atlántico que el parque no solo se construyó
parcialmente más allá de la Línea Verde, que sirvió como la frontera
internacionalmente reconocida en 1949 entre un futuro estado palestino e
Israel, por lo tanto, en territorios ocupados, sino que se usaba principalmente
para enterrar las ruinas de más de mil casas destruidas. El FNJ se vio obligado
a disculparse, pero no ha respondido a las preguntas de MEE sobre este punto.
También será necesario esperar hasta 2006 y una decisión de
la justicia israelí para que las y los visitantes puedan finalmente tener
conocimiento de la trágica historia del lugar, resumida en hebreo en carteles
de madera. La organización israelí Zochrot, recuerdos en hebreo, ha presentado
una demanda contra el FNJ para obligarlo a no borrar los recuerdos de Amwas y
Yalu.
Una segregación visible
Si bien cientos de aldeas palestinas fueron arrasadas con la
creación de Israel, las grandes ciudades se conservan, pero se las despoja de
cualquier presencia árabe. Así, informa el historiador israelí Illan Pappé en
su libro La limpieza étnica de Palestina (hay traducción al español ndt), 227
casas fueron demolidas en Haifa en 1948, junto con el mercado cubierto, «uno de
los mercados más bellos de su tipo», y cerca de otras 500 casas palestinas
fueron reducidas a polvo en Tiberíades, en el noreste del país, en Jaffa e
incluso en Jerusalén Oeste.
Israel se construye pues alrededor de un principio: no hay
mezcla entre israelíes judíos y quienes son llamados árabes israelíes,
descendientes de palestinos que permanecieron en sus tierras en 1948 y que
vivieron bajo administración militar hasta 1966.
Con raras excepciones, a menudo en las zonas más pobres,
«hay segregación entre israelíes y palestinos en todo el país», dijo a Middle
East Eye Efrat Cohen-Bar, arquitecto de la ONG israelí para la defensa de los
derechos humanos Bimkom. Piensa que la idea principal, «es que no queremos estar
juntos, y es válido en ambos lados». A cada cual su propio barrio, a cada cual
su propia ciudad.
Un credo aún más marcado en Cisjordania, territorio
palestino bajo ocupación israelí desde 1967. Aquí, dos mundos se cruzan, pero
nunca se encuentran: las y los colonos israelíes y las y los palestinos bajo
ocupación. Una segregación inscrita, de una manera mucho más brutal, en el
paisaje.
Así, desde la salida de Jerusalén de camino a Belén, el
símbolo más obvio de estos paisajes bajo ocupación aparece desde el primer
túnel cruzado: a veces bloques de hormigón, a veces una valla apenas más alta
que las barreras acústicas de las carreteras
o un muro imponente, el muro de separación construido por Israel en la
década de 2000, considerado ilegal por la Corte Internacional de Justicia,
cierra el horizonte. Difícilmente se pueden distinguir las casas palestinas
detrás.
Esta frontera, inscrita en el paisaje, incorpora todas las
demás estructuras militares que las y los palestinos encuentran tan pronto como
se aventuran fuera de sus ciudades y pueblos: barricadas, puestos de control,
torres de vigilancia, barreras…
Por el contrario, a través de un astuto laberinto de
túneles, carreteras reservadas para automóviles israelíes y puentes, las y los
colonos israelíes pasan de una colonia a otra, sin estar nunca en contacto con
una localidad palestina. Un estado de hecho que la anexión de las colonias,
prometida por Israel en los últimos meses con el apoyo de los Estados Unidos,
debería consolidar. La segregación será aún más llamativa.
La ubicación misma de las colonias cuenta esta historia de
dominación. «Las aldeas palestinas, históricamente, se construyeron alrededor
de fuentes de agua, por lo que generalmente no se hizo en lo alto de la
colina», analiza Efrat Cohen-Bar.
Pero prácticamente todas las colonias israelíes comenzaron
en la cima. Otra forma de decir: somos dueños de esta tierra, es nuestra. Las
cumbres de las colinas, menos fértiles, también son a menudo el lugar más
disponible para nuevas construcciones.
La ocupación israelí se está expandiendo de forma
estratégica; el paisaje cambia a medida que evolucionan los intereses
israelíes.
“Al principio fue un intento de controlar el terreno, casi
como si los asentamientos fueran tanques y bases militares. Luego, se
posicionaron de tal manera que bloquearan la creación de un espacio palestino
continuo, destruyendo así la posibilidad de un Estado «, dijo a Middle East Eye
Eyal Weizman, fundador de Forensic Architecture , una organización que
investiga las violaciones de los derechos humanos utilizando, entre otras
cosas, la arquitectura.
El mapa del estado palestino imaginado por Donald Trump como
parte de su plan de paz es, además, la culminación de esta estrategia: hay un
conjunto de islotes palestinos unidos entre sí por túneles y puentes, sin
coherencia geográfica.
En Cisjordania, el visitante puede identificar dos mundos de
un vistazo: por un lado, las casas con techos planos palestinos, dispersas en
la ladera, en los campos, por el otro, las colonias, a menudo un conjunto de
edificios idénticos, identificables por sus techos rojos, inclinados, de estilo
occidental, encaramados sobre los relieves.
«No necesitamos este tipo de techos en Israel, estos techos
son útiles para la nieve», señala Efrat Cohen-Bar. “Pero no queríamos ser como
ellos [los palestinos], queríamos diferenciarnos.»
Eyal Weizman sostiene que los techos rojos eran obligatorios:
permiten que el ejército israelí localice rápidamente las colonias desde el
cielo y, por tanto, los lugares que no deben ser bombardeados.
Las casas de las y los colonos israelíes están desplegadas
en un círculo y «tienen vistas al paisaje para vigilar, por razones militares y
de seguridad, y para disfrutar del panorama», resume. “Por un lado, las y los
israelíes no quieren gente palestina allí, han destruido su cultura y quieren
verlos fuera de allí. Pero por el otro, leen los elementos tradicionales del
paisaje, como los olivares y las casas de piedra, como representaciones
bíblicas».
Porque Israel, aunque modificó profundamente el paisaje
palestino para sus necesidades estratégicas, continúa vendiendo a las y los
turistas y a sus habitantes la imagen de una tierra virgen, idéntica a la que
vivían las y los judíos en tiempos bíblicos.
“Cuando hacen publicidad [para que la gente se vaya a vivir
a las colonias], dicen: ‘Ven a vivir en la naturaleza, ven a vivir en la tierra
de la Biblia'», dice Eyal Weizman. Un paisaje que ha sido conformado sin
embargo por aquellas personas a las que no quieren ver: las palestinas. «Es una
paradoja», concluye el arquitecto.
palestinaymexico@lists.mayfirst.org
0 comentarios:
Publicar un comentario