Por Rómulo Pardo Silva:
Sus reglas no han permitido a ningún país transitar a otro
sistema.
En Chile horas después de ganar la elección Salvador Allende
con un programa de transición al socialismo los grandes capitalistas ordenaron
darle un golpe de estado antes de asumir.
El capitalismo es de hecho el gobierno de los empresarios
sobre el medio ambiente y la población. Deciden qué se cultiva, cuánto se
pesca, qué cantidad de petróleo se quema, cuánto metal se extrae.
En lo social tienen el control de la política, las armas,
los tribunales, las ideas, la educación, la información, la religión…
Su administración del planeta y la humanidad produce 800
millones de niños que no pueden lavarse las manos en sus escuelas porque no hay
agua, regiones de miseria, armas nucleares, enajenación consumista,
calentamiento global, agotamiento de recursos, quema de selvas…
El 1% maneja el poder del estado a través de funcionarios
elegidos o de injerencias personales.
La candidata demócrata Kamala Harris ganó la fiscalía
general de California financiada por el empresario Donald Trump.
La Organización Mundial de la Salud depende del aporte de
Bill Gates magnate que aplica sus ideas de control de la población en África.
La revolución de colores en Ucrania contó con el dinero de
George Soros.
Elon Musk ofreció su ayuda a las protestas en Bielorrusia.
Los partidos solo pueden ser sistémicos. Ya sea
conservadores o reformistas.
Los reformistas muchas veces logran un fuerte apoyo
ciudadano y lideran cambios importantes. Derechos civiles, freno a la violencia
estatal, medidas ecológicas, beneficios de salud, educación, vivienda… pero
conservan la estructura totalitaria y la defienden.
Por definición los capitalistas concentran la riqueza, son
violento, empobrecen a millones, destruyen la naturaleza.
Es el carácter, el objetivo del sistema. Culparlos por
determinadas consecuencias es desviarse del eje.
No debe sorprender que los canales de televisión, las
radios, los diarios, las universidades sean de negociantes; las formas y
colores de los edificios de las ciudades las decidan sus empresas. Que tengan
el derecho de manipular la mente de niños y adultos con propaganda.
Si no gusta el totalitarismo patronal hay que empezar por
explicarlo al interior de una población que lo ha aprendido y hecho suyo.
Es un deber porque es insostenible. El capitalismo necesita
el crecimiento y no hay recursos no renovables para eso.
No se trata de oponerse sin programa ni fuerza sino de ir
acompañado del más amplio apoyo social. La unión de sindicatos, intelectuales,
estudiantes, militares, creyentes… puede poner fin a la irracionalidad y crear
una planificada civilización sostenible sea socialista, ecosocialista o la que
surja del consenso democrático.
Hay que mostrar al capitalismo como es… totalitario.
Por una civilización sostenible solidaria
Mientras no haya partidos y movimientos civilizatorios todos
ellos como sus masas son conservadores
romulo.pardo@gmail.com
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