Por Níkolas Stolpkin:
Muchos parecieran dar por sentado el que un nuevo mundo
estaría emergiendo a partir de la denominada pandemia COVID-19. Quizá podrían
tener razón con respecto a determinados aspectos relacionados con el control
social, pero no más que eso. Sería absurdo imaginar que de ahora en adelante
viviremos con mascarillas, limpiaremos asiduamente nuestras manos con alcohol
gel, mantendremos una distancia relativa, no habrá apretones de manos, no
besaremos en la mejilla, no habrá abrazos, no se podrá bailar en pareja, no
habrá más eventos masivos…
Dentro del sistema económico imperante, sería difícil pensar
en la ausencia del rol que representan aún las masas. Tanto en el aspecto
político como económico, las masas juegan un rol preponderante. Sin las masas
la política y la economía de hoy no tendrían sentido. Los gobernantes responden
a las masas, así como la actual fabricación de productos. No estamos en tiempos
en donde la opinión de las masas no era tomada muy en cuenta por sus
gobernantes. Ni estamos en tiempos en donde los productos mayormente eran
elaborados por artistas y artesanos. Tampoco estamos en tiempos de esclavitud
vulgar sino subrepticia.
La clase gobernante necesita de las masas porque es la forma
en que mejor las controla, y no de manera aislada o individual que es cuando
más se utiliza la razón.
La política, además, es el puente de comunicación que existe
entre las élites económicas y el pueblo, y el Estado su morada. Sin ese puente
sólo quedaría el imperio de la fuerza o las élites no podrían avanzar sin
dificultad y erigir las instituciones que hoy dominan.
¿De ahora en adelante no habrá aglomeraciones o encuentros
masivos? ¿Las manifestaciones deportivas, musicales, teatrales, religiosas,
lúdicas, populares, políticas serán cosas del pasado? ¿Por cuánto tiempo
estarán suprimidas las actividades con fuerte carga popular? Por supuesto que
nos costaría creer en algo así, pero dichas preguntas son necesarias tenerlas
en cuenta y que las autoridades vayan despejando dudas.
Nuestros pueblos nunca habían experimentado en tiempos de
paz y, al mismo tiempo, visto amenazada su libertad de maniobra y laboral, un
confinamiento tal como lo estamos experimentando hoy y a nivel mundial.
Impedidos de poder ir a sus lugares de trabajo –ya por un
prolongado tiempo– o impedidos de proseguir su vida habitual, muchos comienzan
a padecer la angustia y desesperación de un horizonte que aún no da señales de
mejoría.
El confinamiento parcial o total, voluntario u obligatorio,
comienza poco a poco a surtir efecto; un efecto adverso tanto en lo político,
económico como social. Y es en las recesiones económicas donde también afloran
los efectos negativos de la crisis. Los índices de cesantía, inflación,
suicidio, alcoholismo, depresión, divorcio, violencia doméstica, etc., se
dispararán.
Las grandes empresas no tienen mayor problema con las
restricciones, pero las pequeñas y medianas empresas, los trabajadores tanto
formales como informales –quienes han sufrido más las restricciones–, comienzan
a entrar a terrenos adversos que, de proseguir tal como está, nos arriesgamos a
ser partícipes de un escenario complejo que podría desembocar en revueltas
sociales significativas o un clima social negativo.
Sin una pronta apertura económica o un horizonte favorable,
la desobediencia a la autoridad y la revuelta social asomarán con más voluntad
allí donde ya no se sostenga más el confinamiento o las restricciones. No es de
extrañar que estas ya comiencen a aflorar en distintas partes o regiones. Las
familias o personas necesitan trabajar, comer, desplazarse, pagar deudas, esparcirse…
Se requieren decisiones políticas pronto; liderazgo
político. La política debe ejercer su función: liderar, entregar certezas y
tranquilidad a la población. La comunidad científica no hará ese papel. Las
familias, los trabajadores, los estudiantes, los desempleados necesitan pronto
ver un horizonte que los tranquilice y les de esperanza.
Los Medios, a su vez, deberían asumir un rol más responsable
y dejar de lado su actual rol apocalíptico de cifras y curvas que de nada
ayudan más que avivar el fuego del miedo. ¿Por qué no empezar desarticulando el
actual centro de la información que gira hoy alrededor del COVID-19? Difícil
tarea, evidentemente, teniendo en cuenta el manejo de la información que tienen
las grandes potencias económicas frente a los países políticamente dependientes
que suelen acomodarse o hacerse eco de lo que difunden las grandes potencias.
¿Los países dependientes políticamente junto a sus Medios
pueden actuar de manera independiente frente a las grandes potencias a las
cuales gustan hacer reverencia? Fijémonos cuando eso suceda y vean el
comportamiento de los Grandes Medios de Comunicación frente a los países o
líderes que logran actuar con independencia o fuera de los parámetros de algún
órgano internacional de relevancia.
stolpkin@gmail.com
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