Por Jesús A. Rondón:
El 1 % más rico del mundo no está preocupado por ser
contagiado por el Covid-19, para ello cuentan con mecanismos efectivos de
protección, proporcionados nada menos que por la propiedad del 80 % de la
riqueza que se ha generado en el orbe. A este 1 % no les preocupa el
confinamiento, pues desde hace tiempo están plácidamente confinados en una vida
de lujo y comodidades, que el 99 % de la población no tenemos. Este 1 % que
vive de manera extraordinaria. ¿Qué le preocupa?, nada menos que la tasa de
reproducción de su capital para los próximos años este comprometida, pues la
recuperación no es de corto plazo. ¿En que se ocupan? En identificar y asegurar
que, desde los Estados, es decir del dinero público, se aseguren los mayores
recursos para mitigar el descenso de la tasa ganancia.
El resto, es decir el 99 %, el que posee el 20 % de la
riqueza del mundo, no es muy homogéneo que digamos. En este segmento la riqueza
también está concentrada en manos de un pequeño grupo, de tal manera que la
mayoría somos que trabajamos en este mundo. Así que las trabajadoras y los
trabajadores sí que estamos expuestos al virus de múltiples maneras.
Enfrentamos unos cuantos problemas, empezando por la protección de los Estados,
que en la mayoría de los casos privilegia la “estabilidad económica”, una frase
retorica para indicar la prevalencia de los intereses del 1 %; retrasando la
implementación de medidas o relajándolas antes o después; además de lidiar con
sistemas públicos precarios o sistemas privados voraces.
La mayor parte de los que estamos en el 99 % vivimos la cuarentena
con salarios reducidos o saliendo cada día a buscar la base para el sustento.
Llevamos semanas hacinadas en pequeños hábitats, sin agua potable constante o
instalaciones de saneamiento adecuadas, entre otras situaciones. Las realidades
van a variar de país en país y serán más profundas, como lo sean los
indicadores de desigualdad en una sociedad y que usualmente son inversamente
proporcionales a la generación de riqueza, es decir mayor riqueza nacional, se
refleja en mayor desigualdad.
Desde el enfoque reducido al aspecto biológico, el Covid-19
no hace diferencias entre los seres humanos, ya que puede convertir a huésped a
cualquiera en este planeta, en consecuencia, las medidas que proponen se
limitan a este ámbito, por ejemplo conseguir una vacuna en el menor tiempo
posible, a la que por supuesto tendrán acceso expreso los que tengan más
recursos.
El en marco del pensamiento crítico latinoamericano, se ha
consolidado un movimiento político, social y científico denominado salud
colectiva, que asume un enfoque dialéctico, alternativo, contrahegemónico y
emancipador, del proceso salud-enfermedad-atención, y en este marco ha
evidenciado la existencia de un “determinante social” en esta relación. En
palabras de María Rita Bertolozzi y Mónica Cecilia De-la -Torre -Ugarte
-Guanilo “se entiende que el vivir, el enfermar, el recuperarse y el morir se
constituyen como producto de la organización de la sociedad, de la estructura
de los grupos sociales y, por consiguiente, de la inserción de los sujetos en
la sociedad, de la accesibilidad a la salud y a la vida de calidad”.
Desde la perspectiva de la salud colectiva, se puede
sostener que esta pandemia tiene una dimensión de clase, por lo tanto, no somos
iguales ante el Covid-19. Quienes mueren son los trabajadores y las
trabajadoras y a quienes se les imponen sacrificios, es decir las consecuencias
económicas y sociales es a quienes trabajamos.
jesusalbertorondon@gmail.com
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