viernes, 17 de abril de 2020

Que el presidente no se duerma en los laureles

Por Sergio Ortiz:


Algunas encuestas dicen que la imagen positiva de Alberto Fernández rozaba el 80 por ciento hasta el día del amontonamiento de jubilados en bancos. Hoy bajó algo, pero sigue muy alto. Debe seguir tomando buenas medidas.
La política tiene esas gratas sorpresas. Que un presidente surgido casi por arte de magia del dedo inteligente de Cristina Fernández de Kirchner en su Twitter del 18 de mayo pasado ganara con comodidad las elecciones y aumentara su popularidad en la pandemia.


No fue magia. Aquella victoria electoral fue por la reflexión de buena parte del electorado: entendió que Mauricio Macri llevaba a la tumba de Argentina. Y reaccionó al filo del abismo.
Esta popularidad en alza se origina en que las decisiones del presidente son consideradas justas y necesarias por gran parte de los argentinos, incluso por una buena porción de quienes metieron otras boletas en aquellos comicios.

El coronavirus ha golpeado muy duro la economía local y la salud pública, con 1.875 contagiados y 83 muertos hasta ayer. Semejante drama viene siendo enfrentado con buenas políticas sanitarias por el gobierno nacional y con una batería de medidas económicas. Si bien éstas últimas son insuficientes, van en el buen sentido social.

El presidente que las adopta concita más reconocimiento que antes; él y varios funcionarios como el ministro a quien él llamó «comandante Ginés» en su conferencia de prensa del viernes.
En ese sentido la enfermedad ha tenido un lado positivo, si puede llamárselo así: sirvió para que la población saque conclusiones sobre lo que está bueno y lo que estaba muy mal antes y a lo que no quiere volver.
Y eso es lo promisorio de esta crisis. Las acciones de la derecha política macrista cotizan tan a la baja como algunas acciones de bancos y monopolios de Argentina en la bolsa de Wall Street. Esa derecha entró en default. El país no extraño a Macri, salvo algunos multimillonarios y Ceos nostálgicos de la época de oro vivida con él.

La derecha se quedó sin líderes convocantes. No quiere decir que esté muerta ni que no pueda reformularse, porque «hierba mala nunca muere». Pero tendrá que reinventarse y tomar otra vez volumen político, lo que llevará cierto tiempo. Sigue contando a favor con grupos concentrados de la economía y los medios de incomunicación, tipo Clarín, La Nación e Infobae. También muchos trolls dispuestos a repartir fake news a domicilio como incansables bicicleteros.

Hay algo aún peor para esa derecha cavernícola. Su modelo económico y cultural está en terapia intensiva por el Covid-19. La crisis ha demostrado el enorme valor de la salud pública, el rol irreemplazable del Estado y de la ciencia y tecnología, la cultura de la solidaridad, etc. También que éste debe ser un país federal. Que es criminal pensar que sobran 20 millones de argentinos y muchas provincias inviables. Macri, como Menem, De la Rúa y Cavallo, es de los que mandaba a los científicos a lavar los platos. Esa política neoliberal se mostró, además, como imbécil y suicida.

Ampliar la ayuda del Estado.
AF se viene quedando a mitad de camino en lo económico. Adoptó paliativos, pero insuficientes por los montos y sin llegar a todos los necesitados. Por caso, 5 mil pesos para el personal de salud sólo alcanzan para una compra de menos de medio carrito para una familia, que tiene que comer todo el mes, además de atender servicios y otros gastos.

Los 10.000 pesos por única vez del IFE fue pedido por 11.3 millones y se lo adjudicaron a menos de 7 millones, duplicando la cifra que estimaba el gobierno. Los más de 4 millones que vieron denegadas o demoradas su solicitud, depurados de algunos vivos que siempre hay, albergan a una mayoría que realmente necesita IFE. Aun recibiéndola, les servirá de alivio para diez días. ¿Y después?

A mediados de mayo se dará el pico del coronavirus, con mayor «gasto» estatal en salud, más compras de material y hospitales no colapsados pero sí a tope. Eso supondrá más erogaciones del fisco, a su vez disminuido drásticamente en sus ingresos por la recesión y menor recaudación.

La cuarentena en su segunda etapa, con leve flexibilización, agravará esa recesión al menos hasta el 27 de abril y presumiblemente con nueva fase en mayo. Eso demandará nuevas necesidades del gobierno para invertir en salud y en subsidios a millones de compatriotas que deben salvarse del virus, pero también de la pobreza, el hambre y otras pestes del capitalismo dependiente.

El gobierno tendrá que ampliar sus miras. La asistencia no sólo debe ir a los más humildes: hay amplias capas medias que también demandan atención. No es sólo el obrero de la construcción que no puede hacer changas. Tampoco el electricista, jardinero, pintor, peluquero, cocinero, mono tributistas de C y D, psicólogos, profes de gimnasia, fisioterapeutas, artesanos, libreros, mozos, paseadores de perros y cincuenta oficios y profesiones más.

Incluso, algo que tiene en cuenta AF, pero sin mayor eco práctico, el Estado debe asistir más a 600.000 empresas pequeñas y medianas que están cayendo, con muchas cerradas, por falta de actividad. No tienen cómo pagar los sueldos de sus empleados. Los famosos créditos de bancos al 24 por ciento de interés para esos fines no están saliendo por negativa de los banqueros.

El gobierno, por más buena intención que tenga, no puede seguir imprimiendo billetes porque hay un límite, traspasado el cual esa emisión se vuelve como bumerán en forma de inflación y otros males. El Banco Central emitió desde comienzo de año 600.000 millones de pesos, la mayor parte para ayudar a combatir la pandemia. Eso no puede seguir «pum para arriba». Hay que ir arriba, bien arriba, pero afectando a los que más tienen.

AF tendría que jugar a fondo en el área económica, afectando a los grupos concentrados para contar con fondos frescos reales y asistir a millones de compatriotas.
Deshojando la margarita.
Determinados gestos y políticas de amplitud, son necesarias en esta coyuntura, pero llevadas al extremo terminan siendo negativas.

Fernández está muy preocupado por dar una imagen de plural, atrayendo a su entorno a Horacio Rodríguez Larreta, Gerardo Morales, Jorge Macri y otros dirigentes de Cambiemos. Esos «camaradas de ruta» son ya un contrapeso para la decisión de tomar medidas económicas de fondo.
El núcleo kirchnerista del Frente de Todos hizo trascender hace varios días que Máximo Kirchner pergeñaba un proyecto de impuesto sobre quienes en 2016 blanquearon dólares no declarados en el exterior. Ese blanqueo macrista-massista fue de 110.000 millones de dólares.

El macrismo puso el grito en el cielo contra el impuesto, con tres instrumentos de hacerse oír: sus legisladores se opusieron de plano, los medios de incomunicación fulminaron de inconstitucionalidad a aquella iniciativa y los cacerolearos fueron mandados a hacer ruido en la Capital.

Eso fue suficiente para que el oficialismo retrocediera en chancletas. El presidente descartó la idea en reportaje con Joaquín Morales Solá, uno de los interlocutores en los medios concentrados buscados para ganar su benevolencia política.

Como la gravedad de la situación y la necesidad de fondos reales siguió en ascenso, la bancada del Frente de Todos mantuvo y reacomodó su idea original. En vez de afectar los dólares blanqueados, apuntó a un impuesto a los bienes personales que superen determinado alto monto. Un impuesto a las grandes fortunas, con Carlos Heller como diputado encargado.

Las descalificaciones de la derecha y multimillonarios no amainaron. Siguieron mostrando los dientes frente al impuesto, de diversas maneras. No hace falta ser un lince para darse cuenta que la confirmación de Techint de despedir a 1.450 trabajadores de la construcción fue un mensaje directo a Olivos: si me afectan con impuestos voy a despedir a miles más. Otros colegas de monopolios amigos harán otro tanto y los afectados van a protestar duro contra el gobierno; el idilio de la gente con Fernández se habrá terminado. Esa fue la «autodefensa» esgrimida por Paolo Rocca, el miserable.

El impuesto a las grandes fortunas tiene buena base. La DGI de Mercedes Marcó del Pont informó haber recibido de agencias colegas de los países de la OCDE la data de cuentas de 950 argentinos con depósitos en el exterior de más de un millón de dólares cada uno. El cálculo es que esa gente, de algún modo hay que llamarla, tiene 2.600 millones de dólares no declarados o mintiendo con tener una cantidad muy inferior a la real.

Todas las voces, incluso opositoras, pueden ser bienvenidas si sintonizan en luchar contra la pandemia. Pero esa fase ya terminó. Ahora no es hora de fotos con el jefe de gobierno de la CABA sino de sumar a todos los sectores políticos y sociales, comenzando desde abajo, por las organizaciones sociales y políticas del ancho campo nacional y popular. Sólo así habrá una masa crítica y anchas espaldas para sostener decisiones trascendentes como el impuesto a las grandes fortunas.

Las cosas no pueden quedar ahí, en un impuesto extraordinario una vez en la vida. Hay que cobrarlo todos los años, con una alícuota alta, y avanzar sobre otros responsables a los que la crisis dejó en offside. Las campanas doblan por la Patria Financiera y piden una nacionalización de la banca.
ortizserg@gmail.com

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