Por Rubén Alexis Hernández:
Mucha controversia ha generado el origen de la actual
pandemia por el coronavirus COVID-19, de inusitada atención mediática global, y
aprovechada inmoral e indebidamente por los Estados y las élites para ejecutar
medidas sumamente impopulares en diversos ámbitos y para experimentar la
ejecución de un control social global mediante la famosa cuarentena colectiva
obligatoria o aislamiento social, a pesar de que se evidencia claramente que la
morbilidad y la mortalidad de la infección ocasionada por el famoso virus es
baja en comparación con las de enfermedades a las que ni los Gobiernos ni las
empresas de “comunicación” han prestado ni de cerca la misma atención.
Patologías como el cáncer, las enfermedades cardiovasculares
y cerebrovasculares, la diabetes, el sida, la obesidad y hasta ciertos tipos de
gripe, afectan a centenares de millones de personas y matan o incapacitan
anualmente a varios millones en todo el mundo, y no obstante jamás han tenido
la atención global que se le ha dado al COVID-19.
Es inevitable, de acuerdo a lo señalado en el párrafo
anterior, preguntarse por qué tanto revuelo mundial por la pandemia del
COVID-19. Y caemos en cuenta que China, nación en la que se originó la
enfermedad causada por el coronavirus en cuestión, tiene laboratorios de bioseguridad de alto nivel con virus de
mediana y elevada peligrosidad para los humanos, pero también los tiene Estados
Unidos, potencia que intenta hacer todo lo posible por no perder su hegemonía
global a manos del gigante asiático.
En este sentido, ¿se puede utilizar un virus como arma
biológica, evidentemente creado o manipulado en laboratorios para su uso
intencional?, ¿es posible la guerra biológica y el bioterrorismo como tal?, ¿se
está llevando a cabo, con el COVID-19 como protagonista, una guerra biológica o
ensayo de ella de Estados Unidos contra China o viceversa, o entre las dos como
parte del enfrentamiento multidimensional entre ambas potencias, que incluso
involucra a los aliados de Estados Unidos, a los de China y a buena parte de
los países del planeta?
En primer lugar, hay que aclarar que un virus no puede ser
creado por el ser humano, pero es bien conocida la manipulación de numerosos
virus conservados en laboratorios para diversos fines, tal como en el caso de
la elaboración de vacunas. De manera que es más que evidente que hemos estado
experimentando con virus en conservación desde hace décadas, y en dicho proceso
los científicos han sido capaces, por ejemplo, tanto de atenuar la
patogenicidad como de generar mutaciones que derivan en cepas virales de gran
peligro para la salud del hombre. En teoría la ciencia trabaja por el bienestar
de la humanidad, y se cree que los científicos bajo ninguna circunstancia hacen
daño a la humanidad, toda vez que andan justificando los experimentos con virus
de alta peligrosidad, con argumentos como el de la necesidad de investigar
diversos tratamientos para las patologías virales y de elaborar vacunas mejores
e idóneas contra nuevos tipos de virus, y el de que en los laboratorios se
maneja un alto nivel de seguridad para evitar accidentes que permitan la salida
de los patógenos.
Ahora bien, en la realidad cabe advertir que los científicos
como el resto de la humanidad, salvo los ermitaños, viven y desarrollan su
ámbito educacional-profesional-laboral en un contexto ideológico, económico,
político y social a escala local y global. De manera que no responden a la
supuesta objetividad e imparcialidad que caracteriza en teoría al conocimiento
científico en general, sino a una serie de circunstancias que al fin y al cabo
influyen en la concepción de vida de cada ser humano y determina qué
necesidades desea satisfacer éste y cuáles son sus intereses.
Y así como hay médicos y otros científicos vinculados con el
estudio de la salud humana, que
ciertamente actúan de buena fe, la mayoría, por desgracia, lo hacen de mala
manera, respondiendo a los intereses mezquinos y egoístas derivados del
capitalismo, y se sabe que las investigaciones de numerosos hombres de ciencia
han sido patrocinadas por Gobiernos y por corporaciones e instituciones
vinculadas de diversas formas con las élites locales y globales, y en este
sentido deben complacer a sus amos políticos-ideológicos-financieros, sin
importar que muchos de sus estudios en realidad sean poco útiles o beneficiosos
para la mayoría de la humanidad.
La historia nos muestra numerosos ejemplos al respecto de
los científicos vendidos al sistema de poder dominante. Es evidente, en
consecuencia, que no pocos científicos que han experimentado con virus han sido
apoyados por individuos poderosos e influyentes en las diversas políticas estatales, con una
mentalidad perversa en lo relativo a su visión del mundo, y por tanto no es de
extrañar que se hayan manipulado virus con intenciones malignas, bien para el
uso de Gobiernos o de particulares. Por cierto que se han documentado casos de
supuestos accidentes con virus de alta letalidad en laboratorios de
bioseguridad de gran nivel, algunos en los que ha salido al exterior el
microorganismo, situación en la que obviamente ha habido la participación
consciente de uno o más científicos.
Entonces, ¿es posible emplear virus como arma biológica? No
solo es posible sino que de hecho han sido empleados desde hace mucho tiempo,
incluso desde antes de la era cristiana, tanto de forma inconsciente como
conscientemente. La guerra biológica con virus, bacterias y otros
microorganismos como protagonistas ha sido una realidad a la par de la guerra
convencional y de otros tipos de conflicto en el mundo entero.
Y las bajas han sido muy numerosas, tal como en el caso de
las epidemias de viruela de la América hispánica, causantes de la muerte de
millones de indígenas, cortesía de los colonizadores españoles, quienes
supuestamente contagiaron de forma no deliberada a los nativos. En términos
generales desatar una guerra biológica o emplear virus con fines terroristas
(bioterrorismo) por Gobiernos o por particulares, no es algo complicado;
sabiendo que los científicos modifican virus en sus laboratorios, fácilmente se
han podido, por ejemplo, utilizar ciertas cepas para infectar unos pocos
individuos, quienes a su vez han podido infectar a muchos más, y así
sucesivamente.
Es una realidad, por tanto, que virus en conservación muy
peligrosos para el ser humano pueden ser manipulados y modificados en
laboratorios, o bien liberados intencionalmente, y aunque se supone que en
teoría la ciencia trabaja exclusivamente para el bienestar de la humanidad, la
verdad es que diversos microorganismos pueden emplearse para ataques biológicos,
y de hecho durante la historia ha sucedido en numerosas ocasiones.
En el contexto de la actual pandemia no podemos asegurar que
el COVID-19 sea efectivamente una cepa utilizada intencionalmente como arma
biológica por Estados Unidos, por
China, por algunos de los aliados de
ambos, o por ciertas corporaciones, bien con el propósito de dar un golpe de
autoridad en el liderazgo planetario, o de forzar y justificar ante la opinión
pública un reordenamiento global en base al capitalismo (¿Nuevo Orden Mundial?);
pero lo que si es cierto es que la pandemia ha caído como anillo al dedo para
el Statu Quo capitalista y la preservación de sus intereses. Estados Unidos
lucha por no quedar rezagado frente a una China y una Rusia que empujan cada
vez con más fuerza en el concierto internacional, y los Gobiernos nacionales
han aprovechado el bioterror para desarticular a las sociedades, para destruir
pequeñas y medianas empresas y para ocasionar más pobreza y miseria en
complicidad con la élite económica.
ruhergeohist@yahoo.com
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