martes, 14 de abril de 2020

DEL DISTANCIAMIENTO SOCIAL A LA ACCIÓN POLÍTICA



Por Sergio Bahr: 

La pandemia de COVID 19 es lo mejor que le podía pasar a todos los gobiernos fascistas en una escala global. En el caso de los que además tienen vinculaciones con el crimen organizado no es diferente.
Esto es porque la situación de emergencia exige medidas válidas de separación física y de restricción de derechos de la población, pero las mismas son  también útiles para el control político, para alejar a las personas de la participación política y social, para darse carta blanca en la aprobación de fondos multimillonarios sin ninguna fiscalización, para incrementar la violencia contra la oposición, desestimar la lucha contra la corrupción, cambiar la agenda social y política, continuar debilitando a las instancias protectoras de Derechos Humanos y abandonar toda pretensión de construcción de consensos para la gobernabilidad democrática.


La emergencia despertará más, y profundizará aún más las tendencias fanático religiosas, autoritarias y violentas de importantes sectores de población que desde hace años han servido como instrumentos de construcción de hegemonía para el sector dominante. Ya empiezan a verse en redes sociales, por ejemplo, la reproducción de mensajes de odio que culpan a las feministas y a la comunidad LGBTI por el “castigo divino” que sufrimos vía Covid 19.

No es cierto que Covid 19 sea “democrático” o que nos ponga en el mismo barco a ricos y pobres, a burguesía y proletariado, a hombres y mujeres. Ese es un discurso tan desapegado de la realidad que uno se pregunta si la gente que lo perpetúa está tomándose el tiempo de ver desde una ventana, o por lo menos verse en el espejo.

Si acaso, en el marco de la pandemia estamos observando ya la concentración aun mayor de poder. En Honduras el gobierno se aprueba billones sin fiscalización y se preocupa de proteger a sus socios principales: la gran empresa privada y al ejército. En Guatemala la empresa privada impulsa una ley para quitarse impuestos por CIEN años. En Hungria se aprovecha para atacar a la comunidad “trans”, en Chile se suspende un proceso político que era el logro de meses de lucha y cientos de muertos, hombres y mujeres, en Bolivia el gobierno golpista aprovecha para suspender “indefinidamente” las elecciones, completando su toma del poder.

Desde los estrategas del poder, no involucrar al Colegio Médico y a las y los profesionales de salud que están en primera línea es, pues, una decisión política no un producto de la incompetencia. La pandemia produce pánico, y en el pánico y sin referentes que gocen de credibilidad las organizaciones y las personas carecen de una dirección y estrategia común, y de los espacios para construirla.

Las pandemias magnifican todas las inequidades, y también todas las iniquidades.
Quienes crean que la crisis actual afectará negativamente al sistema, es porque ignoran que el sistema ha florecido históricamente en la oscuridad, en la ausencia de democracia, en el uso de la violencia y las violaciones de Derechos Humanos. El sistema está perfectamente a gusto con una población ya no solamente dividida, sino aterrorizada de sus vecinos y de su comunidad.
El capital financiero no se “distancia” socialmente.
La destrucción de la naturaleza no se ha detenido. Si acaso, el gobierno de Honduras ha hecho más fácil obtener en línea licencias para continuar el saqueo.

La violencia contra las mujeres aumenta producto del aislamiento.
Ha terminado de romperse el contrato social. El contrato entre Estado y población es que el primero debe garantizar, obligatoriamente "ser garante"  de la seguridad física y salud de la segunda. Con la crisis este contrato que venía siendo violentado por los gobiernos a través de privatizaciones paulatinas termina por romperse por completo.

Las crisis pueden ser momentos de inflexión. Se caen máscaras y se revelan intereses. Pero de nada sirve si nos negamos a ponerle nombre y apellido a los monstruos que se esconden tras las mismas y los mismos.  Y de nada sirven si continuamos apegándonos a un contrato social que la otra parte nos ha roto y tirado en la cara.

A estas alturas, condenar a un gobierno como narco criminal y luego negociar puestos con el mismo es insultante. Pretender además que de esas negociaciones vendrán cambios positivos es complicidad.
Personalmente detesto el término “distanciamiento social”. Invita a destruir los tenues lazos de amor, de acompañamiento, de empatía y solidaridad que todavía nos unen. El distanciamiento social ya lo practicábamos antes de la pandemia, ha sido parte fundamental de la estrategia de dominación durante décadas.

¿Distanciamiento físico? Si, y por ahora.  Pero no social, nunca social. Por el contrario, si logramos entender que la situación actual nos presenta un escenario de endurecimiento de las injusticias y del sistema, quizá logremos también entender que tenemos que acercarnos unos a otros, tanto social como políticamente.
Unirnos es una idea que parece común, que se repite a menudo, pero en realidad es una idea radical, pues venimos haciendo lo contrario durante años. Y si ESTE contexto no nos radicaliza, ¿qué lo puede hacer? SB.
Consultor y escritor hondureño.

Sociólogo por la Universidad San Carlos, de Guatemala.

sergiobahr@gmail.com 

1 comentario:

  1. Excelente, excelente reflexión estimado Sergio.as temprano que tarde, la dignidad humana recuperará su lugar enmedio de una pirotecnia de estallidos de rebeldia.

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