Por Sergio Bahr:
La pandemia de COVID 19 es lo mejor que le podía pasar a
todos los gobiernos fascistas en una escala global. En el caso de los que
además tienen vinculaciones con el crimen organizado no es diferente.
Esto es porque la situación de emergencia exige medidas
válidas de separación física y de restricción de derechos de la población, pero
las mismas son también útiles para el
control político, para alejar a las personas de la participación política y
social, para darse carta blanca en la aprobación de fondos multimillonarios sin
ninguna fiscalización, para incrementar la violencia contra la oposición,
desestimar la lucha contra la corrupción, cambiar la agenda social y política,
continuar debilitando a las instancias protectoras de Derechos Humanos y
abandonar toda pretensión de construcción de consensos para la gobernabilidad
democrática.
La emergencia despertará más, y profundizará aún más las
tendencias fanático religiosas, autoritarias y violentas de importantes
sectores de población que desde hace años han servido como instrumentos de
construcción de hegemonía para el sector dominante. Ya empiezan a verse en
redes sociales, por ejemplo, la reproducción de mensajes de odio que culpan a
las feministas y a la comunidad LGBTI por el “castigo divino” que sufrimos vía
Covid 19.
No es cierto que Covid 19 sea “democrático” o que nos ponga
en el mismo barco a ricos y pobres, a burguesía y proletariado, a hombres y
mujeres. Ese es un discurso tan desapegado de la realidad que uno se pregunta
si la gente que lo perpetúa está tomándose el tiempo de ver desde una ventana,
o por lo menos verse en el espejo.
Si acaso, en el marco de la pandemia estamos observando ya
la concentración aun mayor de poder. En Honduras el gobierno se aprueba
billones sin fiscalización y se preocupa de proteger a sus socios principales:
la gran empresa privada y al ejército. En Guatemala la empresa privada impulsa
una ley para quitarse impuestos por CIEN años. En Hungria se aprovecha para
atacar a la comunidad “trans”, en Chile se suspende un proceso político que era
el logro de meses de lucha y cientos de muertos, hombres y mujeres, en Bolivia
el gobierno golpista aprovecha para suspender “indefinidamente” las elecciones,
completando su toma del poder.
Desde los estrategas del poder, no involucrar al Colegio
Médico y a las y los profesionales de salud que están en primera línea es,
pues, una decisión política no un producto de la incompetencia. La pandemia
produce pánico, y en el pánico y sin referentes que gocen de credibilidad las
organizaciones y las personas carecen de una dirección y estrategia común, y de
los espacios para construirla.
Las pandemias magnifican todas las inequidades, y también
todas las iniquidades.
Quienes crean que la crisis actual afectará negativamente al
sistema, es porque ignoran que el sistema ha florecido históricamente en la
oscuridad, en la ausencia de democracia, en el uso de la violencia y las
violaciones de Derechos Humanos. El sistema está perfectamente a gusto con una
población ya no solamente dividida, sino aterrorizada de sus vecinos y de su
comunidad.
El capital financiero no se “distancia” socialmente.
La destrucción de la naturaleza no se ha detenido. Si acaso,
el gobierno de Honduras ha hecho más fácil obtener en línea licencias para
continuar el saqueo.
La violencia contra las mujeres aumenta producto del
aislamiento.
Ha terminado de romperse el contrato social. El contrato
entre Estado y población es que el primero debe garantizar, obligatoriamente
"ser garante" de la seguridad
física y salud de la segunda. Con la crisis este contrato que venía siendo
violentado por los gobiernos a través de privatizaciones paulatinas termina por
romperse por completo.
Las crisis pueden ser momentos de inflexión. Se caen
máscaras y se revelan intereses. Pero de nada sirve si nos negamos a ponerle
nombre y apellido a los monstruos que se esconden tras las mismas y los
mismos. Y de nada sirven si continuamos
apegándonos a un contrato social que la otra parte nos ha roto y tirado en la
cara.
A estas alturas, condenar a un gobierno como narco criminal
y luego negociar puestos con el mismo es insultante. Pretender además que de
esas negociaciones vendrán cambios positivos es complicidad.
Personalmente detesto el término “distanciamiento social”.
Invita a destruir los tenues lazos de amor, de acompañamiento, de empatía y
solidaridad que todavía nos unen. El distanciamiento social ya lo practicábamos
antes de la pandemia, ha sido parte fundamental de la estrategia de dominación
durante décadas.
¿Distanciamiento físico? Si, y por ahora. Pero no social, nunca social. Por el
contrario, si logramos entender que la situación actual nos presenta un
escenario de endurecimiento de las injusticias y del sistema, quizá logremos
también entender que tenemos que acercarnos unos a otros, tanto social como políticamente.
Unirnos es una idea que parece común, que se repite a
menudo, pero en realidad es una idea radical, pues venimos haciendo lo
contrario durante años. Y si ESTE contexto no nos radicaliza, ¿qué lo puede
hacer? SB.
Consultor y escritor hondureño.
Sociólogo por la Universidad San Carlos, de Guatemala.
sergiobahr@gmail.com
Excelente, excelente reflexión estimado Sergio.as temprano que tarde, la dignidad humana recuperará su lugar enmedio de una pirotecnia de estallidos de rebeldia.
ResponderEliminar