Por Bruno Lima Rocha:
Introducción: En las palabras que siguen, de manera señalada
y con modesta pretensión, hay un debate que creo que es urgente. La
reorganización de la política exterior brasileña y el tipo de inserción en el
Sistema Internacional que nuestro país debería tener. Esperamos que no abramos
un debate y mantengamos controversias con la empresa lacayo, sino también para
marcar una posición consecuente, antiimperialista y el Sur Global que tanto
defendemos y donde Brasil tiene un papel destacado que conquistar y cumplir.
En primer lugar: todo pasa por el sentido de pertenencia. La
inserción internacional de Brasil debe ser el buque insignia de la entrada de
América Latina y el Caribe a través de su miembro más importante en el Sistema
Internacional. La condición de lacayo con los Estados Unidos, establecida desde
el golpe con el apodo de impeachment,
en 2016, y las fructíferas relaciones dentro del aparato de Estado con los
organismos oficiales americanos se encontraron con una condición de la clase
media brasileña y la tecnocracia, de fascinación idealizada con el norte
hegemónico y el mundo eurocéntrico, subordinando aún más las decisiones del
Estado brasileño a los intereses externos más visibles.
El "escándalo" de la ausencia de reactivos y la
importación de más del 70% de los productos de la industria química-farmacéutica
es otro sin sentido. No tiene sentido
una postura antiimperialista clásica (antieuropea y estadounidense) y volverse
más dependiente de las industrias euroasiáticas, como la India, China y el
sudeste asiático. Lo mismo se aplica a la internalización del capital, de
cualquier origen y origen. La legislación de protección y protección es
esencial que impida que el capital externo, especialmente el chino, compre
suelo y subsuelo brasileños, así como niegue el acceso directo al agua y a los
recursos minerales. Es importante tener productividad en nuestro sector
primario para satisfacer la demanda interna efectiva y bajo control familiar y
campesino, pero antes de eso nada es fundamental tenemos autonomía,
independencia y ya no necesitamos una agricultura de alta intensidad y
depredadora para cerrar en el azul en la balanza comercial. Si la cooperación
no subordinada con China, la participación más activa en el Banco BRICS y el
Fondo de Rescate Automático es la manera de no depender tanto de las reservas
internacionales en dólares, así como de los contratos cerrados en la moneda
estadounidense, entonces esta debería ser una de las prioridades absolutas de
la política exterior brasileña.
Como se indicó anteriormente, el Cono Sur, América del Sur,
América Latina y el Caribe, debe ser nuestra prioridad. Después de eso, las
relaciones con el continente africano y los países emergentes, así como el
aumento de la presenten el Gran Oriente Medio y el Mundo Islámico. En la
estructura de poder regional, los instrumentos ya están presentes, sin embargo,
necesitan ser actualizados y fortalecidos, como Mercosur, Unasur, CELAC y el
moribundo Consejo de Defensa Sudamericano. Conselho de Defesa Sul-americano.
Los objetivos son evidentes y atraviesan urgentemente las garantías de
autodeterminación y soberanía de la República Bolivariana de Venezuela, sin
implicar una subordinación al imperialismo y, menos aún, hipotecando los
ingresos petroleros. Lo mismo ocurre en la protesta contra los criminales
bloqueo económico sobre Cuba y, a
escala internacional, contra la República Islámica de Irán.
En términos de financiamiento de proyectos productivos es
factible pensar en un Banco Latinoamericano de Desarrollo, imaginando un Plan
Marshall de nosotros mismos. El primer paso sería capitalizar Banco do Sul con
líneas de financiamiento de consorcios productivos y cadenas integradas en el
Sur-Sur, ya en las normas industriales que practicamos. Una buena iniciativa
sería recuperar la autonomía en todo el complejo médico-hospitalario y químico-farmacéutico,
una medida eficaz que tiene un multiplicador de empleo directo e indirecto y
una enorme presencia de científicos vinculados al servicio público.
Nuestras Universidades e instituciones científicas necesitan
aumentar la cooperación dentro de América Latina, sin la reproducción del
colonialismo intelectual y los paradigmas del norte hegemónico, especialmente
con el eje anglosajón. Las iniciativas de cooperación pueden tener lugar tanto
en instituciones de investigación independientes, como en las vinculadas a
nacionales (como Fiocruz) o subnacionales (como el Instituto Butantá).
La importancia de condenar el colonialismo intelectual y las
condiciones de la intelectualidad gana materialidad analizando el flagelo que
azota el inconsciente colectivo y la fabricación de una moral típica de la
gringa derecha republicana en nuestro país. Me refiero a la dimensión adoptada
por la Cooperación Jurídica Internacional y a los profundos efectos de la
internalización de los intereses externos, como la Operación Lavado de Coches,
que han demostrado materialmente cómo
la acción de los Estados Unidos tiene terribles efectos en nuestra sociedad en
general y en las estructuras productivas
en particular.
Por lo tanto, las relaciones con los Estados Unidos deben
ser distantes, cautelosas, pero poco o nada amigables. Debemos y podemos
mantener todas las diferencias en la OMC y llevar a cabo acuerdos sólo en el
marco de la Cooperación Internacional con transferencia tecnológica completa,
algo que nunca ocurre en la compra de material de guerra de los Estados Unidos.
Conocemos los efectos nocivos del imperialismo estadounidense en los corazones
y las mentes de las autoridades establecidas y las tecnocracias profesionales
(como la economía, los aparatos legales y la estación militar) y cómo esto debe
ser detenido, incluyendo acuerdos de acuerdo y a "viajes de experiencia
profesional".
Debemos tomar el camino opuesto, acercándonos, como
sociedad, a los brasileños emigrados en condiciones legales o ilegales, con una
agresiva política cultural de pertenencia brasileña y latinoamericana y poder
blando en el corazón de la guerra superpotencia bélica.
Parece lógico, pero tenemos que reforzar lo que es evidente.
Si somos un país ejemplar en la conversión económica a bajo nivel de carbono y
pleno empleo, podemos guiar al Sur Global en el camino hacia un nuevo acuerdo
verde efectivo.
Para que el programa mencionado anteriormente se convierta
en un programa de reivindicación y construcción colectiva, tenemos que ir más
allá. Es necesario crear mecanismos de presión del movimiento popular, de la
sociedad organizada y de la izquierda para influir o formular la política
exterior brasileña. Una de las formas de contribuir es exigir que la
participación en Itamarat y en puestos diplomáticos no sea una carrera
exclusiva y excluyente, como en las carreras jurídicas del Estado y la
prerrogativa sobre las áreas policiales. Contrariamente a lo que dicen los críticos,
estas medidas no deterioran el marco técnico del gobierno, sino que lo dejarían
lleno de "oxígeno" y pensamiento crítico. Bajo ninguna circunstancia
podemos permitirnos tener otros "idiotas en la cancillería del país"
y menos aún, formar licenciaturas en relaciones internacionales con la
mentalidad de energúmenos colonizados de este calibre.
Brasil desempeña un papel clave en el Sistema Internacional
que se producirá a lo largo y especialmente después de la pandemia del virus
corona. Es nuestra tarea señalar en esta dirección y contribuir de las maneras
correspondientes.
blimarocha@gmail.com
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